Está claro que la Península Ibérica es una de las regiones del continente europeo con mayor riqueza histórica y cultural, habitada desde la más antigua prehistoria (como demuestra el yacimiento de Atapuerca) y con una enorme variedad de pueblos y gentes. Esta riqueza histórica queda evidenciada por la indiscutible prueba que suponen los tantísimos monumentos y estructuras que, a día de hoy, se mantienen en pie como recordatorio de todo lo que ha sido.
Existe una gran cantidad de murallas, remanentes del Imperio Romano, de la Castilla medieval, y de Al-Ándalus, salpicadas a lo largo y a lo ancho de toda la Península Ibérica. En España, en particular - no porque haya grandes diferencias históricas con Portugal, sino por la amplitud del territorio - hay numerosos lugares marcados por monumentos tales que, por sí mismos, revelan de forma impresionante la rica historia del país, desde la muralla más larga de Europa a la mejor conservada del Imperio Romano.
Badajoz: más de 6 kilómetros de muralla con 12 siglos de historia
Esta construcción defensiva es de tal longevidad que algunas historias atribuyen su construcción a Túbal, nieto de Noé, en tiempos inmemoriales, allá por el año 143 tras el Diluvio Universal. Sus orígenes verdaderos, aunque sean menos místicos, no dejan nada que desear en cuanto a su antigüedad: el responsable de levantarlas fue Ibn Marwan, el rebelde muladí al que se atribuye la fundación de Badajoz en el siglo IX. Según los escritos de Ibn Hayya, un historiador andalusí del siglo X, “Abd ar-Rahman, hijo de Marwan, conocido por el Gallego, fue quien hizo nacer esta ciudad, y fue el primero que construyó en ella en la hégira 261 … (874 de la era cristiana)”.
Además de su impresionante y larga historia, ostenta otro título que, lejos de arrebatar protagonismo a su longevidad, la acentúa: se trata de la muralla más larga de todo Europa, con sus 6.541 metros de longitud, más de un kilómetro más larga que la siguiente en la lista. Si bien es cierto que las partes más antiguas de la muralla - el recinto amurallado de la Alcazaba - datan del siglo IX, la fortificación militar está formada también por un conjunto de murallas, puertas, puentes, fuertes, torres, baluartes, hornabeques, fosos, galerías y revellines construidos entre los siglos XVII y XVIII. Con el paso de los siglos, se tendrían que ir añadiendo nuevas secciones para albergar a la población en el interior de la zona protegida, resultando en la impresionante estructura defensiva que se conserva parcialmente a día de hoy.
Las murallas de Pamplona: el recinto fortificado que fue tomado en una batalla de bolas de nieve
Declaradas Monumento Nacional en el año 1973 y con alrededor de 5 kilómetros de recorrido, las murallas y la Ciudadela de Pamplona son uno de los complejos defensivos renacentistas mejor conservados de Europa.
Pamplona obtuvo su primer anillo amurallado tras la firma del Privilegio de la Unión, un tratado firmado en 1423 por el rey Carlos III ‘El Noble’ y a través del cual los tres burgos principales que formaban la ciudad de Pamplona en la Edad Media sellaron su unión. Estos eran San Cernin, San Nicolás y Navarrería. Posteriormente, en 1571, el rey Felipe II ‘El Prudente’ ordenó levantar la Ciudadela, un enorme recinto con planta en forma de estrella de cinco puntas.
Solo fue tomada una vez: el 16 de febrero de 1808, cuando Pamplona amaneció cubierta de un grueso manto blanco fruto de una fuerte nevada. Una partida de suizos, pertenecientes a las huestes francesas de Napoleón comandadas por el general D’Armagnac, se acercó a la Puerta del Socorro en busca de víveres, como hacían a menudo. Situándose sobre el puente levadizo de esa entrada, los suizos comenzaron una - aparentemente - inocente batalla de bolas de nieve contra el cuerpo de guardia español que custodiaba la entrada. Aprovechando la confusión y el que su presencia impedía que se levantase el puente, una avanzadilla penetró en el fortín y desarmó a los guardias, facilitando la toma de la fortaleza, aunque sería recuperada 5 años más tarde.
Aunque en 1888 y 1925 se derribaron distintas secciones del recinto amurallado para la construcción del primer y segundo ensanche de Pamplona, actualmente se conservan tres cuartas partes del perímetro, combinando la ciudad medieval con la moderna. Siendo Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural, es considerado por algunos expertos como el conjunto fortificado moderno más importante de España.
Segovia: unas murallas con orígenes romanos y acabadas de levantar tras la toma de Toledo
La ciudad de Segovia tiene uno de los legados más claros del Imperio Romano. Otrora Segóbrida, la ciudad celtíbera era un enclave estratégico perfecto, rodeada de agua y con tierras de cultivo, ideal para un asentamiento mayor.
Lo más probable, pues, es que las murallas de esta ciudad comenzasen a construirse hacia el final del Imperio Romano, cuando se alzarían los primeros trazados del recinto amurallado, aunque su forma actual se atribuye a Alfonso VI, quien la levantaría a finales del siglo XI tras la toma de Toledo.
Con una longitud aproximada de 3,4 kilómetros, esta muralla llegó a contar con cinco puertas y siete postigos. De las puertas originales, de San Juan, San Martín, San Cebrián, San Andrés y Santiago, solo se conservan las tres últimas; y de los siete postigos originales, quedan nada más que cuatro en la actualidad: el Postigo de San Juan de los Caballeros, el del Consuelo o Santa Columba, el del Sol y el de la Luna.
Murallas de Ávila: reconstruidas por Alfonso VI en el siglo XI, pero con indicios de haber existido desde hace 2.000 años
En Ávila, un municipio y ciudad española perteneciente a la provincia homónima de la comunidad autónoma de Castilla y León, se encuentra una de las murallas medievales mejor conservadas del mundo. Con unas impresionantes vistas panorámicas de la ciudad y del valle Amblés, esta muralla de 2,5 kilómetros de recorrido, con más de 80 torres semicirculares y 9 puertas de acceso, y una altura y grosor medios de 14 y de 3 metros respectivamente, es una de las más espectaculares del país.
Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1985, su construcción se remonta al siglo XI durante el reinado de Alfonso VI, quien las levantaría con el objetivo de defender la ciudad de posibles invasores durante el periodo de la Reconquista. Sin embargo, ya existía una muralla previa desde la conquista romana de la Península Ibérica: las excavaciones arqueológicas realizadas en la muralla revelan que su construcción data del siglo I d.C., con el mismo trazado y superficie que la actual, lo que pone en evidencia una continuidad de la muralla a lo largo de 2.000 años.
La muralla romana de Lugo: el mejor ejemplo vivo de fortificaciones del Imperio Romano conservado en Europa
La antigua ciudad de Lucus Augusti (Lugo) fue fundada por Paulo Fabio Máximo - un descendiente del legendario Escipión Emiliano, conocido como Africanus por sus victoriosas campañas contra el general cartaginense Aníbal Barca - en nombre del entonces emperador Augusto, allá por el año 13 a.C.
Su objetivo era, principalmente, terminar de anexionar el noroeste de la Península Ibérica al Imperio Romano y fue dotada, en pos de su defensa, de una muralla que ha perdurado, con escasas reformas, hasta la actualidad. Con una longitud de 2.266 metros y 85 - hoy 71 - poderosas torres defensivas, su intención original, según la leyenda, era la de proteger el “Bosque Sagrado de Augusto” (Lucus Augusti, en latín).
En el año 2000, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por constituir el mejor ejemplo vivo de fortificaciones militares del Imperio romano tardío conservado en Europa, ya que, a pesar de las reformas que ha experimentado a lo largo de sus 17 siglos de historia, sigue conservando su trazado, aspecto, y perímetro original. Hoy en día, perdida su función defensiva, rodea la ciudad histórica y su adarve es un paseo, o una calle peatonal más, de los que utilizan habitualmente sus habitantes y visitantes, integrada totalmente en el paisaje, la escena y el ambiente de la ciudad que, durante tanto tiempo, protegió.