Abrazada por los imponentes Picos de Europa, la comarca de Liébana despliega un paisaje de valles profundos, pueblos con encanto y una rica herencia cultural. Esta región cántabra es uno de los mayores destinos naturales de nuestro país, lo que le han convertido en un refugio donde el tiempo parece detenerse, combinando historia, espiritualidad y naturaleza. Pero no solo eso, pues también está inundada de pequeños pueblos rurales que mantienen la tradición y las costumbres de la zona, por no hablar de su rico patrimonio, el cual tiene su máximo exponente en el monasterio de Santo Toribio.
Este templo se erige como uno de los lugares más emblemáticos de la tradición cristiana en España. Además, es conocido por custodiar una de las reliquias más veneradas de la cristiandad: el Lignum Crucis, considerado el fragmento más grande de la cruz donde, según la tradición, fue crucificado Jesús. Es por ello que forma parte de los llamados Lugares Santos del Cristianismo, junto con Santiago de Compostela, Caravaca de la Cruz, Roma y Jerusalén.
Más de mil años de historia
El origen del monasterio de Santo Toribio de Liébana se encuentra en el siglo VIII, cuando tras la invasión árabe en el año 711, el rey Alfonso I pobló y organizó el territorio de Liébana con cristianos de la Meseta. El objetivo fue crear un vacío estratégico como frontera con los musulmanes, a lo que se unieron una gran cantidad de monjes cristianos. Estos se instalaron en varios lugares de la comarca, dando lugar a pequeños asentamientos y fundando monasterios como el de San Martin de Turieno, que más tarde se convertiría en Santo Toribio de Liébana.
Años más tardes de su fundación, el abad Beato, reconocido por su gran erudición, escribió en el año 776 el Comentario al Apocalipsis. Esta obra, de notable difusión, dio origen a los conocidos como Beatos de Liébana: copias manuscritas realizadas en el ámbito monástico entre los siglos IX y XIII, aunque algunas versiones se produjeron incluso en el siglo XVI. En el siglo IX, la reliquia del Lignum Crucis, considerada el fragmento más grande de la cruz en la que fue crucificado Cristo, fue trasladada al monasterio desde Astorga para protegerla del avance musulmán en la península.
Según la tradición, esta reliquia había llegado a Astorga desde Jerusalén gracias al primer obispo de la ciudad. En aquella época, el monasterio era conocido como San Martín de Turieno y ya había consolidado su importancia espiritual desde el siglo V. La llegada de la reliquia convirtió al monasterio en un destacado centro de peregrinación. En reconocimiento a su relevancia, el papa Julio II concedió en 1512 el privilegio del Año Jubilar, permitiendo que cada vez que el 16 de abril, festividad de Santo Toribio, coincidiera en domingo, los peregrinos pudieran cruzar la Puerta del Perdón y recibir indulgencia plenaria.
Igualmente, a lo largo de los siglos, el monasterio fue habitado por monjes benedictinos, quienes lo gestionaron como un centro espiritual y cultural. Sin embargo, en 1834, la desamortización de Mendizábal provocó la disolución de la comunidad religiosa, dejando el lugar deshabitado durante más de un siglo. No fue hasta 1961 cuando una fraternidad de frailes franciscanos, seguidores de San Francisco de Asís, se instaló en el monasterio, revitalizando su vida religiosa y espiritual.
De estilo gótico para guardar una reliquia
Más allá de su historia e importancia religiosa, el monasterio destaca por su impresionante arquitectura. En sus inicios, esta pudo haber presentado un estilo prerrománico, bien típico asturiano o mozárabe, pero las evidencias más recientes de su trazado corresponden a la ampliación hecha en el siglo X y XI, y concretamente en el año 1256, momento en el que se levantó la actual iglesia. El templo se construyó siguiendo las pautas del estilo gótico monástico con influencia cisterciense, destacando por la simplicidad de sus líneas, la amplitud de los espacios y la sobriedad decorativa propia de la arquitectura de la Orden del Císter.
Su cabecera está formada por tres ábsides de forma poligonal, mientras que el cuerpo principal presenta tres naves de altura uniforme. La decoración, limitada y discreta, se concentra en los capiteles, los cuales en el ábside mayor, presentan figuras de cabezas humanas y animales, como un toro y un oso, que, según la tradición, habrían ayudado a Santo Toribio en la construcción de la iglesia. Sin embargo, si por algo destaca el templo es por la capilla del Lignum Crucis.
Este espacio construido en un estilo barroco colonial data del siglo XVIII y fue levantado por el que fuera Inquisidor en Madrid y Arzobispo de Santa Fe de Bogotá (Colombia) Don Francisco Gómez de Otero y Cossío. Así, destaca la imponente cúpula, decorada con una exuberante ornamentación que incluye guirnaldas, amorcillos y diversos símbolos de la Pasión, además de motivos heráldicos.
En las pechinas están representados los cuatro evangelistas, integrados armónicamente en este conjunto artístico. A su vez, el camarín es también de estilo barroco y fue diseñado alrededor de 1705 por Fray Pedro Martínez de Cardeña. Por su parte, la fachada exterior destaca por sus dos portadas y desde la plaza se accede al claustro monástico edificado en el siglo XVII en estilo Herreriano.
Cómo visitarlo: horario y precios
En cuanto a la visita, el horario para hacerlas varía en función de la época del año, siendo del 1 de octubre a 1 de mayo, de 10:00 h a 13:00 h y de 16:00 h a 18:00 h. Por su parte, del 1 mayo al 1 de octubre es de 10:00 h a 13:00 h y de 16:00 h a 19:00 h. Cabe destacar que la visita es gratuita.
Igualmente, para llegar hasta el monasterio de Santo Toribio de Liébana, el viaje desde Santander es de alrededor de 1 hora y 50 minutos por las carreteras A-8 y N-621. Por su parte, desde Llanes el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 20 minutos por las mismas vías.