Una joven que viajó a 50 países revela el único al que no volvería: “El silencio fue la primera pista de que no era mi tipo de ciudad”

Calles desiertas y oro incrustado. “Un mar de rascacielos con escasa vida a su alrededor”, escribe la periodista irlandesa Alice Murphy

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Imagen de la ciudad de Doha, capital de Catar (Pixabay)
Imagen de la ciudad de Doha, capital de Catar (Pixabay)

Ya lo decía Mark Twain: “Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. Es, además, uno de los placeres más deseados por las personas y, frecuentemente, el anticipar una escapada en vacaciones es uno de los motores que mantienen “cuerdas” a las personas a lo largo de su calendario laboral.

Según explicó a este medio la doctora Patricia O’Donnell, psiquiatra y psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), “viajar implica un corte con lo cotidiano, entrar en un tiempo parecido al juego, con un comienzo y un final, y en un estado particular de transición, de no-integración. Es un momento propicio, si lo sabemos aprovechar, para que surja la creatividad”. Por su parte, el doctor Claudio G. Waisburg, experto en neurociencia y director del Instituto SOMA y ex jefe de Neurología Infantojuvenil de INECO y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, describió cómo “la experiencia (de viajar) va a quedar grabada en nuestra corteza cerebral y producirá un aumento de la interconectividad sináptica producto de la motivación y de la transformación”.

Según escribió la periodista irlandesa Alice Murphy para Metro, siente una curiosidad intensa por conocer el mundo a fondo y en toda su extensión, desde muy pequeña e influenciada por un globo terráqueo que le regalaron sus padres. Esta pasión se ha visto traducida en la cantidad de sellos que debe tener en su pasaporte: ha visitado, a sus 31 años, 55 países en los cinco continentes, de los cuales, según dice, hay solamente uno que no volvería a pisar: Catar.

El silencio fue la primera pista de que Doha no era mi tipo de ciudad”. Según cuenta, a pesar de ser la capital del país, las calles estaban desiertas: “Bajando por los anchos bulevares de la capital del estado del Golfo (Pérsico) había filas de coches de lujo, Rolls Royce customizados y Maseratis rojo cereza relucientes bajo el sol arábico. Pero, aparte de ellos, las aceras están vacías, porque nadie camina por las calles de Catar”.

Ciudades “con escasa vida”: los motivos por los que Alice no volvería a Catar

Según un camarero a quien, sorprendida, se acercó a preguntar si nadie da paseos en la ciudad, le respondió que “¿para qué caminar si se puede conducir?”. Para Alice, esta cultura centrada en la conducción provoca que esta ciudad parezca aséptica, casi clínica: “Un mar desierto de rascacielos con escasa vida a su alrededor”. Las únicas personas que había en el exterior eran ella, su pareja, y trabajadores de construcción, con la cabeza cubierta para protegerse del sol.

En su visita a Souk Wakif, un mercado tradicional que, supuestamente, es uno de los mayores atractivos de la ciudad, se encontró una situación similar. A pesar de que, supuestamente, sus calles y callejones datan del siglo XIX, “han sido tan modernizados que parecen una especie de Disneylandia esterilizada. Comparándolo con los bulliciosos mercados de Marruecos o Jerusalén, le falta un poco de alma” explica en su artículo.

Decepcionada con la capital, se trasladó 20 kilómetros en taxi hasta llegar a Lusail, la segunda ciudad más poblada del país. Según describe, “las ciudades se encuentran tan cerca entre sí que es casi imposible distinguir el final de una y el comienzo de la otra”. Por lo menos hasta llegar a las Torres de Katara, un enorme edificio imponente con la forma de dos cimitarras cruzadas, el escudo del país. “La opulencia es extraordinaria, con sus cuadrados de oro de 18 quilates introducidos en las paredes y el candelabro más grande del mundo - de 56 metros de alto - brillando sobre ti” describe Alice, añadiendo que “si quieres ser deslumbrado, este es tu sitio”.

También visitó el Museo de Arte Islámico de Doha, lo que describe como la “joya de la corona” de la ciudad. Este museo, abierto en 2008, fue diseñado por el arquitecto chino Ieoh Ming Pei - la cabeza pensante detrás de la Pirámide del Louvre, el Museo Nacional de Singapur o la Torre de Miami - quien abandonó su jubilación para este proyecto.

Según Alice, aunque vieron muchas cosas “verdaderamente magníficas”, en general su visita no le suscitó grandes emociones. Deja el beneficio de la duda, sin embargo, concediendo que “quizás necesitaba más tiempo que el que tuvimos, lo suficiente para hacer algún tour en buggy por el desierto, o cenar con una familia catarí para ver la ciudad desde los ojos de la población local”.

Realmente, lo más cuestionable de Catar no es esa “falta de alma” que Alice se encontró en sus calles: la celebración del mundial de FIFA en 2022 en el país trajo bastante atención a sus vulneraciones de los derechos humanos - ya que, supuestamente, empleó mano de obra de esclavos para la construcción de sus estadios - y LGTB - ya que Catar es uno de los setenta países en el mundo que consideran delito la orientación sexual.

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