En febrero de 1937, la Batalla del Jarama marcó un punto crítico en la Guerra Civil Española, dejando tras de sí miles de muertos y consolidándose como uno de los enfrentamientos más sangrientos del conflicto. Desarrollada a lo largo de las colinas y campos cercanos al río Jarama, en la Comunidad de Madrid, esta batalla supuso un intento del bando sublevado de cortar las comunicaciones entre Madrid y Valencia, cruciales para el Gobierno republicano.
Hoy, 87 años después, la Batalla del Jarama sigue siendo un símbolo del sacrificio y la resistencia en la Guerra Civil. El valle del Jarama, que una vez fue escenario de combates encarnizados, es ahora un espacio donde asociaciones por la memoria histórica organizan rutas, conferencias y actos conmemorativos para preservar el recuerdo de lo ocurrido.
De hecho, el viajero puede disfrutar de los vestigios de esta contienda gracias al Parque Histórico de la Batalla del Jarama, un recorrido por las proximidades de las localidades de Arganda del Rey, Rivas, Morata de Tajuña y San Martín de la Vega que no deja indiferente a nadie. En este sentido, los cuatro ayuntamientos se han juntado para lanzar este proyecto, el cual pretende promocionar estos restos históricos para que se conviertan en atractivos turísticos.
Contexto de la Batalla del Jarama
El 6 de febrero, las tropas del general José Enrique Varela, al mando de las fuerzas sublevadas, lanzaron una ofensiva masiva en dirección al río Jarama con el objetivo de cortar la carretera de Valencia, principal arteria de suministro para Madrid. Frente a ellos, las fuerzas republicanas, comandadas por el general Sebastián Pozas, resistieron con tenacidad, apoyadas por unidades internacionales como las Brigadas Internacionales y batallones británicos, estadounidenses e irlandeses.
Durante semanas, los combates se centraron en el control de puntos estratégicos como el Puente de Pindoque y las alturas cercanas al valle. La intensa lucha cuerpo a cuerpo y el uso de artillería y aviación provocaron un número devastador de bajas en ambos bandos, estimadas en más de 20.000 entre muertos, heridos y desaparecidos. A pesar de los esfuerzos de las tropas sublevadas, el avance fue contenido, y la línea del frente se estabilizó sin lograr el objetivo inicial.
Sin embargo, el alto coste humano y material de la batalla dejó profundas cicatrices en ambos bandos. La Batalla del Jarama es recordada no solo por su brutalidad, sino también por la participación de combatientes internacionales que, convencidos de la necesidad de frenar el fascismo en Europa, lucharon y murieron lejos de sus países de origen.
Una ruta por sus vestigios
Para conocer de primera mano la historia e importancia de esta batalla, el viajero no puede perderse el Parque Histórico de la Batalla del Jarama. Este espacio agrupa gran parte de las trincheras, parapetos, cuevas y nidos de ametralladoras que se usaron durante la contienda. Sin embargo, a pesar su gran tamaño, todavía está lejos de cubrir todo el frente. Es por ello que, Miguel Cuesta Aguirre, a través del libro Rutas de la Guerra Civil Española (Anaya Touring) recomienda una ruta de alrededor de 20 kilómetros que recorre toda la vertiente sur de Arganda.
Según el autor, es aquí donde se encuentran la mayor concentración de vestigios que corresponden al bando republicano. A través de este itinerario totalmente ciclable se pueden contemplar algunos de los escenarios más determinantes del conflicto. No obstante, existen diversas maneras de llegar hasta los puntos de interés sin necesidad de recorrer la ruta completa. Así, el punto de partida se sitúa en el Cerro del Melero, junto al hospital de campaña de la época, en una posición de segunda línea.
Aquí se encuentra una trinchera en zigzag parcialmente reconstruida, con refugios restaurados, esculturas que recrean escenas de guerra y paneles informativos que ayudan a contextualizar el recorrido. Desde el Cerro del Melero, el camino se dirige hacia el sur, pasando por el sólido fortín de Siete Vientos, un punto estratégico del frente. Desde aquí, el recorrido cruza la autopista A-3 por un túnel, adentrándose en la zona de primera línea del frente.
Trincheras, parapetos y refugios subterráneos
Una vez al otro lado de la autopista, el sendero avanza en paralelo a la A-3 en dirección noroeste, hasta alcanzar el Cerro del Águila. Este lugar conserva un refugio antiaéreo subterráneo y parapetos que ofrecen una muestra de las defensas empleadas en la batalla. Siguiendo hacia el noroeste, se llega al Cerro de Valdeperdices, donde se encuentra un amplio puesto de escuadra. Este cerro fue un objetivo prioritario para las tropas sublevadas al inicio de la ofensiva, aunque los intentos por tomarlo fracasaron. A mediados de febrero, las fuerzas consolidaron sus posiciones en torno a esta área estratégica.
El recorrido continúa hacia el suroeste, alcanzando el Cerro de Valdecorzas, un lugar con la mayor concentración de parapetos de la zona. Desde este punto se lanzaron intensas, aunque infructuosas, contraofensivas republicanas. Antes de llegar, a la derecha del sendero, se pueden observar numerosos refugios subterráneos que atestiguan la crudeza de los combates en esta área.
Desde Valdecorzas, el trayecto gira hacia el noroeste en dirección a Valdeparaíso, una posición que conserva parapetos dispersos. Finalmente, el circuito regresa hacia Arganda del Rey en dirección noreste, culminando en la popular cueva de los Carabineros, una de las posiciones más interesantes del recorrido por sus características y estado de conservación.