Cuando se viaja son muchos los factores que se nos escapan de las manos y que pueden transformar el viaje en una pesadilla. La comodidad y el confort es algo necesario para que todo salga a pedir de boca, sobre todo durante los vuelos de larga duración. A esto hay que sumar también el comportamiento de los pasajeros, que en ocasiones no son los adecuados y pueden incomodar o entorpecer el trabajo de las auxiliares de vuelo.
Pero esto no es todo, pues también puede resultar molesto ciertas comidas o alimentos que los propios pasajeros introducen en la aeronave. Ya sea por su olor o por lo que pueden llegar a manchar, existen ciertos tipos de alimentos que no son recomendables llevar consigo. Así, lo ha explicado una azafata de la compañía America Airlines a la revista delish, quien reveló los alimentos y bebidas que desearía que los pasajeros dejaran en tierra debido a su impacto en el ambiente cerrado de los aviones.
Comida rápida
Hamburguesas, patatas fritas, nuggets de pollo y otros productos de cadenas de comida rápida encabezan la lista. “El olor de la comida rápida se queda impregnado en la ropa y se extiende rápidamente por la cabina”, explica la azafata. Aunque pueda ser tentador disfrutar de un menú de Micky D’s antes de embarcar, recomienda consumirlo en el aeropuerto. Una vez a bordo, el aroma puede resultar desagradable y persistente, afectando la experiencia de otros pasajeros.
Cebollas y atún
El fuerte olor de las cebollas, crudas o cocinadas, las convierte en uno de los alimentos más problemáticos. La azafata señala que las cebollas son especialmente invasivas en un espacio cerrado: “Es un olor difícil de ignorar, y para quienes son sensibles, puede incluso causar molestias físicas como náuseas”.
A su vez, el atún, especialmente en sándwiches o ensaladas, es otro alimento polémico. Su aroma característico, ya sea fresco o enlatado, puede extenderse rápidamente por la cabina y quedarse atrapado en el aire reciclado. “Es una cuestión de sentido común: un avión es probablemente el peor lugar para comer atún”, afirma la asistente. Lo mismo aplica a otros pescados de olor intenso, como el salmón ahumado.
Huevos cocidos o revueltos
Aunque los huevos son una opción rica en proteínas, su olor penetrante no los convierte en el mejor compañero de viaje. Además, la azafata señala un riesgo adicional: la seguridad alimentaria. “Los huevos deben mantenerse a temperaturas adecuadas para evitar bacterias, algo complicado durante un vuelo. Es mejor evitarlo por completo”.
Nueces de maíz (kikos) y bocadillos infantiles
Los kikos, a menudo servidos en vuelos de primera clase, también generan incomodidad, especialmente las de sabores como barbacoa. “Cuando abres una bolsa, el olor puede parecerse al de algo quemado, lo cual puede asustar o incomodar a otros pasajeros”, comenta. Por otro lado, aunque no tienen olores fuertes, bocadillos para niños son problemáticos por otras razones: el desastre que generan. “Muchos padres los dan a sus hijos, pero no siempre limpian lo que cae al suelo. Terminan incrustados en la alfombra, y la tripulación debe lidiar con eso”, explica.
Cecina y alcohol
El aroma rancio de la cecina la convierte en otro de los alimentos más odiados en el aire. “Es un olor fuerte y desagradable, que no desaparece fácilmente. Si lo llevas, asegúrate de que esté bien sellado antes de abrirlo en un espacio público como un avión”, recomienda. Aunque no es comida, el alcohol merece mención especial. Según la azafata, algunos pasajeros intentan consumir las bebidas alcohólicas que compran en el aeropuerto a bordo, lo cual está estrictamente prohibido. “Esto nos vuelve locos porque debemos recordárselo constantemente. Si quieren beber, pueden pedir en el servicio de a bordo, pero no traer lo suyo”, explica.