En el año 2023, la ciudad más visitada por turistas fue Estambul, otrora Constantinopla, una región turca con una historia tumultosa y que tiene una mitad en el continente europeo y otra en Asia, separadas por un estrecho del Egeo conectado por puentes y atravesado constantemente por ferris cargados de pasajeros, tanto locales que lo utilizan a diario cual autobús como de turistas fascinados por el horizonte salpicado en todas las direcciones de alminares y minaretes y por los destellos de luz en las olas y sobre las alas de las gaviotas. Recibió más de 20 millones de turistas, frente a los 18,8 millones que visitaron Londres. Antalya, otro destino turco, acabó en tercer lugar con 16 millones y medio de visitantes, según datos de Statista.
Será por el ambiente mediterráneo, por las playas paradisíacas, por el cantar de los imames o los centenares de gatos: Turquía es uno de los destinos favoritos de los turistas internacionales. Tanto es así, que existe una región en la que hay 40 turistas por cada residente: Muğla, al suroeste de Turquía, con sus cuevas recónditas, ruinas antiquísimas esculpidas sobre las parades del barranco del Dalyan, un precioso centro histórico, almendras frescas, y 21ºC en invierno.
Es comprensible, claro, pero no sostenible: el “tourists go home” de las paredes venecianas y los isleños de Maui demuestra que hay puntos a partir de los que la población local se ve negativamente afectada por un flujo excesivo de visitantes internacionales, ya que, aunque no siempre haya un rechazo explícito por parte de la población local, “es innegable que este nivel de popularidad y de el hecho de que los turistas superen en número con estas proporciones a la población local puede resultar en sobrepoblación y tener un efecto dominó de efectos negativos”, según Jonathan Merry, experto en viajes de MoneyTransfers.com, una empresa de envío de divisas a nivel global.
Un destino ideal, si menos gente opinase lo mismo
Lo cierto es que, de controlar este flujo de turistas, Muğla sería un destino paradisíaco: lo más probable es que incluso los propios turistas se molesten entre sí de los tantos que son. La región, ubicada cerca de Bodrum y Marmaris, destinos conocidos por sus resorts de playas preciosas y los parques naturales, queda a apenas una hora del aeropuerto de Bodrum. También a una hora de Muğla se encuentran las impresionantes ruinas de la antigua ciudad de Kaunos, esculpidas en las paredes de los barrancos, y que además se pueden observar en un viaje en barca a través del sinuoso río del Dalyan.
Para los más hedonistas, hay baños de barro, ciudades antiquísimas abandonadas, tours en barco, y rutas impresionantes; para los adictos a la adrenalina, existe la opción de lanzarse a volar en parapente desde la montaña de Babadağ, que se traduce en “el monte padre”, para apreciar desde las alturas la accidentada costa Lícea, con sus barrancos y acantilados, preciosas playas, islotes frondosos, y la cálida manta del sol del mediterráneo.
Muğla tiene todas las cualidades que hacen de Turquía un destino tan idóneo, aunque parte de su encanto radica de no ser un centro urbano y de estar alejado del caos de las grandes ciudades. La gran masa de visitantes, por tanto, rompe un tanto el ensueño, y solo cabe esperar que no acabe por perjudicar a la población local.