En el corazón de la comarca del Sotomontano, entre un imponente paisaje montañoso y un patrimonio único, se alza una de las joyas medievales de Huesca. Se trata de una pequeña localidad que ha mantenido su esencia intacta con el paso del tiempo y que a día de hoy se ha convertido en uno de los pueblos más bonitos no solo del Pirineo aragonés, sino de toda España. Esto es gracias a su impresionante arquitectura, su entorno natural y su valor histórico, un conjunto que ha hecho que la Organización Mundial del Turismo lo incluyera en el año 2022 en los Best Tourism Village 2022.
Y es que no es de extrañar que Alquézar fuera uno de los mejores pueblos del mundo para visitar, pues cuenta con un laberinto de calles empedradas que muestran un conjunto monumental que quita el aliento y el cual está coronado por su fortaleza-colegiata. Además, se enclava en lo alto de un promontorio rocoso desde donde domina todo el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, un entorno perfecto para los amantes del senderismo y el turismo rural.
Su historia y la colegiata
El origen de Alquézar se remonta al siglo IX, cuando fue fundado como una fortaleza islámica. Su nombre deriva de la palabra árabe “Al-Qasr” que significa “fortaleza”, haciendo referencia al castillo que protegía el asentamiento. Este castillo, hoy conocido como la Colegiata de Santa María la Mayor, se erigió para defender el paso desde el valle del Ara hasta el Ebro y fue mandado construir por Jalaf ibn Rasid. Su objetivo era frenar el avance cristiano del norte que pretendía tomar Barbastro.
Durante dos siglos la fortaleza fue inexpugnable, hasta que en el año 1067 el hijo de Ramiro I logró la caída de la fortaleza árabe. Desde este momento, la colegiata inició su transformación adoptando las tendencias de la arquitectura cristiana. De este modo, del antiguo alcázar árabe solo perduran un torreón y parte de la muralla. Con el avance de la Reconquista y el desplazamiento del frente de batalla hacia el sur, el enclave perdió su valor estratégico.
Fue entonces cuando, a finales del siglo XI, el rey promovió el establecimiento de una comunidad de canónigos agustinos, quienes comenzaron la construcción de una colegiata románica dentro de la fortaleza. Aunque poco queda de aquella edificación original, el claustro conserva algunos capiteles del siglo XII con representaciones como la creación de Adán, la tentación de Eva y el Diluvio Universal, considerados verdaderas joyas del arte románico.
Sin embargo, este claustro no es el que se puede contemplar a día de hoy, pues el actual es una reconstrucción del levantado en el siglo XVI. En este periodo se deja atrás la arquitectura románica y adapta las nuevas tendencias del estilo gótico tardío, pero sin peder la esencia del románico original.
Un paseo por Alquézar
La colegiata se alza en lo alto del promontorio rocoso de la villa, desde donde domina todo el entorno y articula un casco histórico que asombra al viajero. Este está formado por un entramado de calles empedradas y estrechas que descubren todos los rincones del pueblo. Así, pasearlo se vuelve algo imprescindible para impregnarse de su esencia medieval y disfrutar de una arquitectura única.
De este modo, la Plaza Rafael Ayerbe, corazón del pueblo, concentra gran parte de la actividad local, con varios bares y restaurantes donde se pueden degustar platos tradicionales aragoneses, como el ternasco a la brasa y el bacalao con pimientos. Pero esto no es todo, pues el recorrido por el centro permite apreciar la arquitectura popular, las portadas de los antiguos edificios y el ambiente sereno que caracteriza a Alquézar. Asimismo, otro de los puntos de interés de la localidad es el Museo Etnológico Casa Fabián, ubicado en una típica casa del Somontano del siglo XVII.
Pero, más allá de su patrimonio histórico y monumental, Alquézar destaca como un destino rural único en el norte peninsular. Todo ello es gracias a su privilegiado enclave, pues se incrusta en el corazón del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, conocido por sus escarpados cañones, cuevas y ríos cristalinos. El río Vero, que atraviesa el municipio, es famoso por sus gargantas profundas, cuevas y abrigos, muchos de los cuales contienen arte rupestre prehistórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Estas pinturas, datadas en torno al 4000 a.C., incluyen representaciones de escenas de caza y vida cotidiana de los primeros pobladores de la región. A esto hay que sumar las numerosas rutas de senderismo que recorren este enclave. Una de las más conocidas es la de la ruta de las pasarelas de Alquézar.
Las pasarelas de Alquézar cuentan con una distancia de alrededor de tres kilómetros, los cuales discurren a la orilla del río Vero y se caracteriza por sus pasarelas de metal ancladas en la roca, que permiten a los visitantes adentrarse en el cañón y disfrutar de paisajes inigualables. La ruta está adaptada para un público diverso y permite a los excursionistas observar la flora y fauna locales, así como cascadas y pozas de agua cristalina.
Cómo llegar
Desde Zaragoza, el viaje hasta Alquézar tiene una duración estimada de 1 hora y 40 minutos por la carretera A-23. Por su parte, el trayecto desde Lleida es de alrededor de 1 hora y 10 minutos por la vía A-22.