En la isla de Menorca, la Fortaleza de Isabel II, más conocida como La Mola, se alza como una de las edificaciones militares más imponentes y cargadas de historia de España. Construida entre 1850 y 1870 en el puerto de Mahón, La Mola fue concebida como un baluarte defensivo frente a las ambiciones coloniales de Francia y Reino Unido en el Mediterráneo. Aunque nunca llegó a cumplir su propósito original de defender la isla de ataques, sus gruesos muros sirvieron como prisión en varias ocasiones, ganándose el apodo de “Alcatraz español”.
La construcción de un bastión estratégico
Durante el siglo XIX, los conflictos geopolíticos entre Francia y Gran Bretaña, llevaron a España a actuar y decidió tomar medidas para asegurar puntos estratégicos en el Mediterráneo. La fortaleza de San Felipe, que hasta entonces protegía el puerto de Mahón, había sido demolida en 1782 por orden de Carlos III, dejando a la isla vulnerable. Ante una posible amenaza, se decidió construir la Fortaleza de Isabel II en la península de La Mola, un punto estratégico que permitía el control del acceso al puerto.
Este nuevo elemento, diseñado con elementos de defensas en tenaza, incorporó elementos de una antigua estructura británica, el “fuerte de la Reina Ana”, construida durante una ocupación inglesa a finales del siglo XVIII. La Mola presume de tener detalles arquitectónicos únicos, como su galería aspillerada de casi medio kilómetro, donde los fusileros podían defender el foso, y una red de cisternas que garantizaba el suministro de agua en caso de sitio.
La magnitud de esta obra y su diseño innovador la convirtieron en un ejemplo excepcional de la ingeniería militar de la época, aunque paradójicamente quedó obsoleta poco después de su finalización debido a los avances en artillería.
Una fortaleza que no vivió grandes batallas
A pesar de su impresionante estructura defensiva, La Mola no vivió grandes batallas. Sin embargo, su función como prisión marcó su historia de manera sombría. Durante la Guerra Civil española, La Mola fue utilizada como centro de detención y escenario de episodios trágicos. El 2 de agosto de 1936, se produjo una masacre en la que murieron 87 prisioneros, un evento que dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de Menorca y que consolidó su apodo de “Alcatraz español”. A partir de ese momento, comenzaron a circular leyendas sobre la fortaleza, como la historia de la “dama blanca”, un espectro que, según los testimonios, ronda La Mola por las noches.
Qué ver en La Mola: recorrido por una fortaleza monumental
La visita a La Mola es una experiencia fascinante, tanto por su valor histórico como por su entorno natural. Desde el Hornabeque, la primera línea de defensa, hasta los frentes 9-10, donde se situaba la defensa marítima, cada rincón de la fortaleza cuenta con una historia. Un punto destacado es el cañón Vickers de calibre 38,1, una de las piezas de artillería más grandes de España, que data de la Guerra Civil. Su imponente presencia y sus instalaciones subterráneas transportan al visitante a otra época.
La Mina, un laberinto subterráneo que albergaba polvorines y almacenes, es otro lugar emblemático de la fortaleza. La galería Aspillerada, una estructura de 48 arcos, y el aljibe de la Reina, que almacenaba agua para abastecer a la guarnición, demuestran la capacidad de La Mola para resistir un asedio prolongado.
Situada en un área protegida para la conservación de aves y flora local, la península de La Mola ofrece espectaculares miradores que permiten contemplar el puerto de Mahón y el litoral menorquín. Desde el mirador Clot de La Mola o el mirador Cañón Vickers, es posible apreciar las aguas del Mediterráneo y la extensión de esta fortaleza monumental.