En España, hay regiones completamente desconocidas que guardan grandes historias ya casi olvidadas, donde la tierra ha visto nacer y morir a pueblos de los que ya solo quedan vestigios del pasado. Es el caso de Minas del Horcajo, una pedanía de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), que se desarrolló por la explotación minera de plata y llegó a sostener a cuatro mil habitantes. Pero el yacimiento cerró y ahora solo viven apenas una decena de vecinos rodeados por lo que fue y dejó de ser.
Las ruinas de la mina y el pueblo se encuentran al sur de Castilla-La Mancha, en pleno corazón del Macizo de Sierra Madrona-Quintana, entre el límite con La Garganta -la finca del duque de Westminster, donde se conocieron el rey Juan Carlos y Corinna Larsen- y a apenas siete kilómetros de la provincia de Córdoba. Inicialmente, sólo había chozas pero el descubrimiento del yacimiento de galena con alta concentración en plata marcó un antes y un después para la zona, que empezó a crecer rápidamente.
La actividad minera desaparecía en el año 1963, tras varios años de rescoldo, y, con ella, prácticamente la vida de un pueblo. No obstante, aunque casi todo se ha perdido por el paso de los años, aún se pueden ver las ruinas y las construcciones que quedan en pie. Se pueden visitar el Nacedero, la Estación, el Túnel, el Monumento a los Niños Perdidos y la Iglesia de San Juan Bautista, así como los restos de los castilletes de mina. Hacia las afueras están también el cementerio, el polvorín y la antigua central eléctrica o fábrica de la luz, como popularmente es conocida. Además, en la zona más cercana al túnel de acceso, existen algunas viviendas cuidadas y bien acondicionadas que pertenecen a un par de vecinos censados en la actualidad.
Cómo llegar a Minas del Horcajo
No hay forma de llegar en transporte público al lugar, pero lo que cuenten con un vehículo podrán llegar hasta el pueblo. Se puede acceder en coche o dando un agradable paseo por la zona. En ambos casos, hay que conducir por la N-240 hasta coronar el puerto de Niefla, de camino hacia Fuencaliente, el último pueblo antes de traspasar la frontera con Andalucía. Una vez allí, se accede a una pequeña carretera que sube a las antenas, e inmediatamente aparece una pista que sale a la izquierda y que en pocos metros llega a un aparcamiento con los carteles del Parque Natural y el panel Informativo de Rutas.
En caso de optar por la ruta a pie, el inicio está junto a la cancela del Monte de Uso Público La Garganta. Allí hay un cartel que señala que Minas del Horcajo está a 4,7 kilómetros. No obstante, si se va en coche, la ruta coincide en un mismo punto: el túnel.
Con una longitud de 1.050 metros trazados con tiralíneas, el túnel cuenta con un semáforo que se acciona con un botón que se encuentra en cada uno de los lados, que sirve para activarlo y avisar de que se va a atravesar desde uno de extremos, pues cuenta con un solo carril. Al tiempo que se activa el semáforo, lo hacen las luces que muestran el sendero en el interior.
Un punto clave para seguir la berrea
Es en esta época del año cuando más personas se acercan hasta la pedanía para asistir a la berrea, ya que se trata de uno de los mejores lugares para seguir de cerca el uno de los grandes espectáculos sonoros de la naturaleza. Cada otoño, desde un pequeño merendero, se pueden escuchar los bramidos de los ciervos que inician su ritual de apareamiento.
En mitad de la noche y bajo el manto de estrellas, decenas de ciervos macho emiten este sonido como advertencia para otros ciervos rivales y como reclamo para las hembras. No obstante, también pueden verse jabalís y otros animales autóctonos, como grullas.
El pueblo no recuperará el esplendor que tuvo un día. Ya solo queda en pie el recuerdo de lo que no volverá a ser, con las ruinas de unas casas que apenas se aprecian y una iglesia engullida por la naturaleza, que cada día está más cerca de volver el paisaje al que hace siglos era, donde habitaban los árboles y los animales campaban a sus anchas.