Con sus extensas playas y maravillosos paisajes, las islas Canarias son uno de los destinos más visitados de nuestro país. Esto no es de extrañar, pues su buen clima, que se mantiene prácticamente durante todo el año, permite disfrutar de todos sus encantos de una manera única. A todo esto hay que sumar sus bellos pueblos, los cuales se enclavan en mitad de la montaña o se distribuyen a lo largo de la costa. Estos cuenta con características únicas gracias al terreno volcánico donde se asientan.
Así, Tenerife, la mayor de las Canarias se alza como uno de los lugares más sorprendentes de España. Su riqueza natural es inimaginable y muestra de ello es del Parque Rural de Anaga, un espacio protegido que abarca más de 14.000 hectáreas de paisajes montañosos, bosques milenarios y espectaculares vistas al Atlántico. Además, se extiende por los municipios de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife y Tegueste, y numerosos pueblos rurales como Taganana, un pequeño rincón de una belleza inimaginable .
Declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2015, este enclave natural representa una de las zonas con mayor biodiversidad de la isla y de todo el archipiélago canario. Su variedad de ecosistemas, su riqueza botánica y su patrimonio cultural lo convierten en un destino imprescindible para los amantes de la naturaleza y el senderismo.
La joya de Tenerife
El Parque Rural de Anaga destaca por su excepcional biodiversidad, en gran parte gracias a su laurisilva, un tipo de bosque húmedo subtropical que se remonta a la Era Terciaria. Este ecosistema es uno de los pocos relictos que sobreviven en Europa y se encuentra en óptimas condiciones en Anaga, proporcionando un hábitat para especies vegetales únicas, algunas de las cuales solo se pueden encontrar en esta zona. Entre las plantas emblemáticas del parque se incluyen el laurel, el tilo, el viñátigo y el barbusano, árboles que forman un denso y exuberante manto verde que cubre las laderas montañosas.
Además de la flora, Anaga alberga una rica fauna, en la que destacan numerosas especies endémicas de la isla. La avifauna es especialmente diversa, con la presencia de aves como la paloma rabiche y la paloma turqué, dos especies autóctonas que encuentran refugio en la espesura del bosque. También habitan en la zona reptiles como el lagarto tizón y varios tipos de insectos y moluscos exclusivos del archipiélago. Esta variedad de vida salvaje es una de las razones por las que la UNESCO reconoció al parque como Reserva de la Biosfera, lo que subraya la importancia de conservar su entorno natural y la necesidad de políticas de protección adecuadas.
Playas y pueblos donde se juntan el mar y la montaña
La imponente presencia de las montañas del Parque Rural de Anaga, que se elevan sobre la costa atlántica, ofrece una imagen tan atractiva como única en Tenerife. Sin embargo, para disfrutar plenamente de este enclave natural, es imprescindible recorrer sus numerosos senderos y llegar hasta alguna de las calas de arena negra, fina y brillante, que se distribuyen a lo largo del litoral, como la playa de Benijo. Pasear descalzo sobre la delicada arena volcánica y sumergirse en las aguas del Atlántico proporciona una experiencia sensorial única y vibrante.
Igualmente, el paisaje se caracteriza por sus singulares formaciones geológicas, entre las que destacan los roques, antiguas chimeneas volcánicas que sobresalen del terreno; los diques, fisuras rellenas de magma solidificado que se asemejan a muros en medio del paisaje; los acantilados y los profundos barrancos que surcan el terreno. Asimismo, una de las estampas más memorables del parque es el mar de nubes, un fenómeno atmosférico frecuente que añade un toque de magia a la ya impresionante vista de las montañas y el océano.
Además de su riqueza natural, el Parque Rural de Anaga es hogar de pequeñas comunidades humanas. En sus 14.000 hectáreas se encuentran hasta 26 núcleos o caseríos, donde residen alrededor de 2.000 personas. Los habitantes de estas aldeas mantienen un modo de vida tradicional, dedicado principalmente a la agricultura a pequeña escala. Cultivan productos típicos de la región, como batatas, papas, ñames, viñedos y diversas especies de árboles frutales, integrándose en un entorno que combina la actividad humana con la conservación de la naturaleza.
Un paraíso para el senderismo
Gracias a todos estos encantos, Anaga atrae a infinidad de viajeros en busca de sus singulares rincones. La mejor forma de descubrirlos es a través de su extensa red de senderos que permite explorar su geografía accidentada. Desde caminos que serpentean por los profundos barrancos hasta rutas que recorren antiguos caminos reales, los visitantes pueden sumergirse en paisajes que combinan lo mejor de la montaña y el mar. Una de las rutas más conocidas es la que lleva al mirador de Pico del Inglés, desde donde se obtienen panorámicas que abarcan desde las cumbres del Teide hasta el océano, en días despejados.
Otra ruta destacada es la de los Senderos de los Sentidos, un recorrido pensado para descubrir el bosque de laurisilva mediante la experiencia de los cinco sentidos, donde los caminantes pueden oler el aroma de las plantas, escuchar el sonido del viento y tocar la textura de la vegetación. Este enfoque busca no solo ofrecer un paseo en la naturaleza, sino también educar sobre la importancia de respetar y proteger el entorno.