La pequeña Venecia francesa: una ciudad pesquera bañada por el mar a tres horas de Barcelona

De Francia nos llama la atención París por ser la ciudad del amor, Burdeos por ser la de los vinos o Carcasona por ser la villa medieval por excelencia. Sin embargo, le prestamos poca atención a otros territorios con una magia especial. Ubicada en el sureste de Francia, Sète se presenta como una localidad donde el azul del mar Mediterráneo se mezcla con el bullicio de sus puertos y la serenidad de su naturaleza. A primera vista, el majestuoso Monte Saint-Clair domina el horizonte, creando una imponente imagen que marca el carácter distintivo de este destino costero. Este monte, rodeado de chalets verdes y con vistas panorámicas, nos hace imaginar que hemos llegado a una lujosa ciudad residencial, pero al adentrarnos más, descubrimos una urbe que es mucho más que su paisaje.

Sète, con su red de canales, evoca una Venecia industrial, vibrante por la actividad constante de los barcos pesqueros y cargueros que llenan sus muelles. El monte Saint-Clair es su guardián natural. Desde su cima, a unos 175 metros de altura, se disfrutan de las mejores vistas. Se atisba el impresionante mar y las grandes lagunas que rodean la ciudad. Para llegar a esta cumbre se puede ir a pie o en coche.

El bosque de Pierres Blanches, que rodea el monte, es un lugar ideal para quienes buscan paseos tranquilos entre árboles y senderos. Este espacio natural, de 27 hectáreas, es conocido por su biodiversidad, albergando más de 400 especies de plantas. Además, desde sus senderos se puede divisar, en días claros, la imponente silueta de los Pirineos y el monte Canigou.

Los canales repletos de actividad de Sète son el alma de la ciudad. Desde su fundación en 1666 por orden de Luis XIV, el puerto ha sido un punto estratégico para el comercio marítimo y actualmente, es el más grande del Mediterráneo francés. Durante la tarde, mientras el cielo se va tiñendo del color del ocaso, se puede observar a los barcos regresar de alta mar. La estructura del puerto, la corona el faro de Saint-Louis con sus 33 metros de altura. No sólo guía a las embarcaciones, si se suben sus 120 escalones también ofrece unas vistas de 360 grados del caso antiguo.

Sète enamora con su belleza y cultura. Uno de sus emblemas el Théâtre de la Mer, un escenario al aire libre que ofrece vistas directas al Mediterráneo. Este teatro, ubicado al pie del Monte Saint-Clair, fue originalmente construido para defender la ciudad de ataques marítimos, pero con el paso de los siglos, se ha transformado en un lugar clave para los eventos artísticos de la ciudad, especialmente durante la época estival.

Además, la villa también acoge numerosos festivales como Jazz à Sète, Fiest’à Sète y K Live, donde la fotografía, la música y la poesía tienen su espacio. Además, el Teatro Molière, con su arquitectura de estilo italiano, ofrece espectáculos de teatro, danza y música a lo largo del año, siendo considerado uno de los más bellos del sur de Francia.

Una de las celebraciones más características de esta localidad, es la celebración de las justas de San Luis, una tradición que remonta a la época medieval. Cada año, del 22 al 27 de agosto, la ciudad se llena de coloridos desfiles y competiciones de justa sobre el agua, donde los participantes, ataviados con trajes de época, recrean batallas caballerescas que emocionan tanto a locales como a turistas.

Esta ciudad es una ciudad 360 (como diría Paquita Salas): tiene montañas, un puerto espectacular, un casco antiguo increíble, cultura y unas playas impresionantes. De arena fina y con una extensión de unos 12 kilómetros, son conocidas por su limpieza y certificación de Bandera Azul, y ofrecen el espacio perfecto para disfrutar del mar Mediterráneo.

Para llegar a Sète desde Barcelona habrá que coger la AP-7 y la A) para circular durante 327 kilómetros, un trayecto de tres horas y cuarto.