Paro, el aeropuerto internacional de Bután, es conocido por ser uno de los más difíciles del mundo para aterrizar. Situado en un valle rodeado de montañas de 18.000 pies, solo 50 pilotos están autorizados para operar en este aeródromo. Asimismo, la difícil condición que rodea a la Tierra del Dragón del Trueno, hace que sea inviable la bienvenida de los jumbos jets, que no podrían realizar la maniobra de giro para descender hasta la pista de 2.250 metros.
Después de trabajar durante 25 años en la aerolínea estatal de Bután, Druk Air, el capitán Chimi Dorji, asegura que este descenso es “difícil, pero no peligroso”. El piloto ha confesado en una entrevista con la CNN que Paro requiere habilidades técnicas avanzadas y un conocimiento profundo del terreno: “Es un reto para la habilidad del piloto, pero no es peligroso, porque si lo fuera, yo no volaría”.
Las condiciones que limitan Paro
Paro es un aeropuerto de categoría C, lo que significa que los pilotos deben recibir una formación especial para volar allí. Igualmente, deben realizar el aterrizaje manualmente, sin la ayuda de radar, y conocer detalladamente el paisaje circundante para evitar cualquier error que podría resultar en un aterrizaje sobre una casa.
De este modo, Chimi explica que se necesita tener “las habilidades locales y la competencia de área de conocimiento local. Lo llamamos entrenamiento de competencia de área o entrenamiento de área o entrenamiento de ruta de volar desde cualquier lugar a Paro”.
Además, se debe tener en cuenta que el territorio de Bután, ubicado entre China e India, es en su mayoría montañoso, que hace que el aeropuerto se sitúa a 2.250 metros sobre el nivel del mar. Así, con esta altura, el aire es más fino, lo que obliga a los aviones a volar más rápido para mantener la sustentación, explicó Dorji.
Las condiciones meteorológicas suponen un obstáculo más en el reino himalayo. Y es que, los vuelos a Paro suelen programarse para aterrizar antes del mediodía debido a los fuertes vientos que se intensifican por la tarde. “Las mañanas son mucho más tranquilas” dice, y a estas horas “las temperaturas suben” y “las lluvias aún no han llegado”.
No obstante, durante la temporada de monzones, de junio a agosto, las tormentas eléctricas y el granizo son comunes, lo que añade otro nivel de dificultad. Adicionalmente, el aeropuerto no permite vuelos nocturnos, debido a la falta de radares, y los despegues, que suelen ser menos problemáticos, permiten una salida más tranquila por la tarde.
La expansión en la industria aérea de Bután
Por su parte, la industria aeronáutica de Bután está en expansión, ya que Gelephu, al sur del país, ha sido seleccionada para albergar una nueva “ciudad del mindfulness”. Así, se espera que su aeropuerto, más llano y con pistas más largas, facilite la llegada de aviones jumbo y pilotos no especializados. Esto podría abrir la puerta a vuelos directos desde Norteamérica, Europa y Medio Oriente en el futuro.
De esta forma, la aerolínea estatal, fundada en 1981, ha asumido gran parte de la responsabilidad de la formación de pilotos en Bután. Dorji, quien forma parte del equipo formador de pilotos y tripulación de cabina, estima que hay unos 50 pilotos con licencia en el país, pero cree que esa cifra podría duplicarse en los próximos años.