A orillas del río del Jerte, al norte de Cáceres, se alza una de las mayores sorpresas de Extremadura: Plasencia, una ciudad que combina a la perfección su riqueza histórica con un entorno natural privilegiado. Fundada en el siglo XII como bastión defensivo en la Reconquista, Plasencia ha sabido conservar su legado monumental, con su impresionante catedral, sus murallas medievales y su casco antiguo lleno de rincones que evocan su pasado señorial.
Así, cuenta con un imponente patrimonio arquitectónico y cultural, pero no solo eso, pues algunos de esos monumentos han sabido reinventarse, adoptando nuevos usos que aumentan más si cabe su valor. Este es el caso del convento de San Vicente Ferrer, un imponente edificio que hoy acoge el Parador de Turismo de la localidad. Este alojamiento permite al viajero vivir una experiencia inolvidable gracias a sus salas y habitaciones, las cuales transportan a épocas pasadas. Además, es un punto ideal para conocer la ciudad y descubrir el espectacular entorno natural que la rodea.
Un gran conjunto monumental
El convento de San Vicente Ferrer se enclava en el corazón del caso histórico de Plasencia. Este edificio forma parte del imponente conjunto monumental que data del siglo XV, construido por la influyente familia de los Zúñiga y Pimentel, duques de la villa, quienes dejaron una huella indeleble en la arquitectura y el patrimonio cultural de la región. Además, este monumento, junto con la iglesia de Santo Domingo y el Palacio Mirabel, constituye un conjunto arquitectónico de gran valor, que refleja el esplendor de la nobleza placentina entre los siglos XV y XVII.
De origen legendario, este conjunto destaca por su estilo gótico tardío, enriquecido con elementos renacentistas que demuestran la evolución artística de la época. Así, a día de hoy, ha conservado varios elementos originales que transportan al visitante a su pasado glorioso. Entre ellos se encuentra el artesonado del claustro bajo, una obra maestra de carpintería que adorna el techo con intrincados diseños geométricos. Por su parte, el púlpito del refectorio, utilizado por los frailes dominicos para sus sermones, es otro testimonio de la vida monástica que floreció en estos muros.
Además, el convento alberga un maravilloso friso de azulejos del siglo XVI, que exhibe la habilidad de los artesanos locales en la creación de obras decorativas de gran belleza y colorido. El edificio también conserva numerosas pinturas murales originales, aunque algunas están fragmentadas por el paso del tiempo. Sin embargo, el espacio más impresionante del convento es, sin duda, la escalera volada, construida en 1577. Considerada una de las escaleras más bellas de España, esta obra arquitectónica desafía la gravedad con su elegante diseño, que parece flotar en el aire sin apoyo visible.
Infinidad de servicios y una rica gastronomía
Más allá de su importancia histórica y arquitectónica, el Parador de Plasencia permite disfrutar de una extraordinaria experiencia en cada una de sus habitaciones. Estas cuentan con un trazado clásico que se mezcla con toques vanguardistas, dando lugar a estancia de lo más reconfortante. Además, el edificio cuenta con una gran variedad de servicios siempre a disposición del viajero, como son la piscina de temporada, el gimnasio, un garage privado de pago y una gran oferta de restauración.
Esta última se desarrolla de la mano de su restaurante, donde se puede disfrutar de una cocina “sencilla y exquisita que saca el mayor partido a los productos de la tierra, fundamentalmente verduras, frutas, quesos y carnes, de la que se disfruta en la antigua sala capitular conventual”, destacan desde su web. Así, entre las especialidades que albergan destacan el “zorongollo de pimientos asados y tomate, migas del pastor con huevo guisadas con panceta fresca y chorizo, sopa de cerezas del Valle del Jerte (temporada), solomillo de retinto y cabrito verato”, detallan.
Un paseo por Plasencia
Esta localidad, coronada por el majestuoso Parador, se despliega en un entorno monumental que no deja indiferente a nadie. Así, sus calles conforman un impresionante casco histórico que invita a pederse y descubrir todos los rincones que atesora. Entre los edificios más destacados se encuentran la Catedral Vieja y la Catedral Nueva. La Catedral Vieja, iniciada en el siglo XIII, es un ejemplo del arte románico tardío, con su característica torre del Melón y su claustro, que ofrece un espacio de recogimiento y paz.
Justo al lado, la Catedral Nueva, cuya construcción comenzó en el siglo XV y se prolongó hasta el XVIII, muestra una combinación de estilos gótico, renacentista y barroco. Este contraste entre ambas catedrales, unidas físicamente, pero separadas por varios siglos de historia, refleja la evolución arquitectónica de la ciudad y su capacidad para integrar lo antiguo con lo nuevo. A su ve, muy cerca de estas construcciones, se localiza el Palacio Episcopal, el cual tiene más de 800 años.
Otra parada imprescindible es la Plaza Mayor, donde se encuentran algunas de las casas señoriales más importantes de la ciudad, así como la muralla y la Torre de Lucia. Por su parte, la naturaleza juega un papel central en la vida de la ciudad. El río Jerte, que atraviesa Plasencia, no solo añade un toque de belleza natural al paisaje urbano, sino que también es un lugar de encuentro y recreo para locales y visitantes. A lo largo de sus márgenes, se extienden diversos parques y áreas verdes que conforman la Ruta de los Parques, un itinerario perfecto para pasear en familia, disfrutar de un picnic o simplemente relajarse bajo la sombra de los árboles.
Cómo llegar
Desde Cáceres el viaje es de alrededor de 50 minutos por la carretera A-66. Por su parte, desde Salamanca el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 30 minutos por la misma vía.