La isla del País Vasco que tiene una playa que aparece y desaparece

De ser una antigua leprosería a convertirse en uno de los lugares más especiales del País Vasco

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Isla de Santa Clara. (Shutterstock España)
Isla de Santa Clara. (Shutterstock España)

Pocas ciudades pueden presumir de tener una isla en plena bahía, pero San Sebastián es una de ellas. Cualquier persona que haya paseado por la célebre playa de la Concha siente su imponente presencia que protege del mar a la señorial y burguesa Donostia. La isla de Santa Clara es un pequeño enclave de poco más de cinco hectáreas que se eleva frente al principal arenal de la ciudad y que está escoltada por los montes Igueldo y Urgull, formando el paisaje más icónico de la capital guipuzcoana. Un lugar tan emblemático que hasta La Oreja de Van Gogh menciona en una canción: “Tengo aquí bajo mi almohada tu fotografía frente a Santa Clara”.

Este islote, declarado hace más de 50 años Centro Histórico de Interés Nacional, cuenta con una historia de lo más increíble que le ha llevado de ser una antigua leprosería a convertirse hoy en día en un oasis natural y de calma de la villa. Este enclave se encuentra a escasos 500 metros de la costa, por lo que se puede acceder a él en barco, kayak, paddle surf o a nado.

Una playa que aparece y desaparece

Ondarreta es el punto de salida ideal para nadar el medio kilómetro hasta Santa Clara. El trayecto es toda una aventura que muchos padres realizan en compañía de sus hijos. A lo largo del camino van apareciendo varias plataformas, denominadas ‘gabarrones’ con trampolines y toboganes en los que poder hacer un descanso.

La playa de Santa Clara será pequeña, pero es muy especial debido a su orientación. Tiene una de esas curiosidades geográficas que llaman la atención, ya que, es el único arenal de Euskadi que mira al sur. Además, se le podría denominar la cala ‘intermitente’ porque aparece sólo cuando la marea está baja.

Sin embargo, no habrá que preocuparse por los ciclos de las mareas si se quiere disfrutar de un buen chapuzón. Cuando hay pleamar, la isla deleita a sus visitantes con una piscina natural excepcional. Rodeada por un muro de piedra y con un fondo arenoso, es un espacio popular, especialmente entre las familias. El entorno natural y las aguas tranquilas proporcionan un puerto seguro, con lo que es un enclave ideal para los más pequeños.

Playa de la Concha, en San Sebastián. (Shutterstock España)
Playa de la Concha, en San Sebastián. (Shutterstock España)

Qué ver en Santa Clara

Además de la playa y la piscina natural, Santa Clara cuenta con la que probablemente sea la excursión más común: caminar hacia la zona más alta de la isla por un agradable paseo que bordea el peñasco hasta el faro. Esta linterna fue construida en 1864 sobre el lugar que ocupaba la ermita de San Bartolomé. Su ciclo de destello es de uno cada cinco segundos. Lo mejor de este lugar es la panorámica que ofrece hacia el mar.

La isla dispone de todo tipo de servicios básicos: bar con restaurante, duchas, WC, socorristas e incluso espacios habilitados con mesas para hacer picnic.

Algunas curiosidades de Santa Clara

  • Cuando la peste azotó la ciudad en 1597, se trasladaban a los contagiados a la Ermita del islote, donde actualmente se alza el faro.
  • La isla es hogar de una especie de lagartija conocida como lagartija ibérica de San Sebastián o lagartija de la isla de Santa Clara, una subespecie que sólo se encuentra en este enclave y en el monte Urgull.
  • Cuenta con su propia fiesta: a finales de verano, en septiembre, la Asociación de amigos de la isla organiza una comida y concursos.

Cómo llegar a Santa Clara

La manera más común para llegar hasta Santa Clara es en barco. Desde hace casi 80 años una empresa familiar, Motoras de la Isla, se dedica en exclusiva al transporte de pasajeros hasta este enclave. Precisamente, por este islote, la bahía de la Concha cuenta con aguas calmadas, ya que, actúa a modo de dique. Por lo tanto, no supone un riesgo ir a nado, en kayak o haciendo paddle surf.

El impresionante castillo del País Vasco enclavado en el corazón de un bosque centenario.
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