Antes de emprender esta ruta, debemos prepararnos mental y físicamente para el reto que nos espera: los famosos 763 escalones que hay que descender (y luego subir) para llegar hasta el Faro del Caballo, uno de los monumentos más icónicos de Cantabria, situado en la villa marinera de Santoña. Una espectacular senda que atraviesa un bosque de encinas y laureles y desde que la se pueden observar las formaciones y acantilados con las que nos deleita la costa cantábrica. El premio del camino es un refrescante baño entre las cuevas talladas por el mar.
Santoña es un municipio de profunda vocación marinera. Su población (11.050 habitantes) ha estado siempre ligada al mar y su puerto ha sido históricamente uno de los más destacados de la provincia. Geográficamente, está dividida en dos zonas: una llanura donde se asienta el casco urbano y una zona montañosa donde se alza la ladera del Brusco y el Buciero. Su perfil costero se distingue por poseer salientes, ensenadas, faros y acantilados. Cuenta además con la Reserva Natural de las Marismas, un espacio protegido que alberga ricos y variados ecosistemas.
Una ruta por un maravilloso paisaje
El punto de partida de esta increíble ruta es la Iglesia de Santa María del Puerto, que habrá que dejar a la izquierda caminando por la calle San Miguel para llegar hasta la calle Monte y alcanzar el Fuerte de San Martín a través de una pronunciada subida. A partir de aquí, el acceso en coche sólo está autorizado para residentes, con lo que el aparcamiento en los alrededores está prohibido.
Escalera del Faro del Caballo: el reto de los 763 escalones
La carretera pronto se vuelve un sendero de piedra y tierra empinado. Hay que continuar caminando por el bosque silencioso de encina y laurel, bordeando el monte Buciero, con unas espectaculares vistas hacia el litoral esculpido en calizas y dolomías, hasta toparse con la Casa de la Leña. En este punto el excursionista encontrará el tramo más húmedo y sombrío donde podrá resguardarse del sol y avanzar bajo la sombra hacia el Fuerte del Mazo. Si se continúa recto se rodea el monte hasta alcanzar el Faro del Pescador. Aunque, es el camino de la derecha el que nos llevará al Faro del Caballo.
El cartel indica el destino: Faro del Caballo (763 escalones), aunque no es una información, sino un aviso al caminante de lo que está por llegar. Pronto la espesura y el acantilado se abren dejando paso a un horizonte marino. Mientras tanto, a nuestros pies se presenta el primero de los escalones para emprender un descenso casi vertical. Esta célebre, y a la vez temida, escalera fue construida por los presos del Cuartel del Presido de Santoña en 1863.
La fuerte pendiente, la estrechez y la altura de los peldaños dificultan la bajada, es por eso, que en casi todo el recorrido hay un cable de acero que hace las veces de barandilla. Durante el descenso encontramos pequeñas zonas de descanso.
Destino final: un faro de 1863
Una vez bajados los 763 escalones, nos encontramos con la torre del faro, inaugurada en 1863, se eleva 24 metros sobre el nivel del mar. Desde 1993 esta linterna permanece abandonada y en desuso. Si se quiere tocar el agua, habrá que descender otros 111 escalones. Casi al ras del agua hay una cuerda enganchada en la pared de roca a modo de liana. Es preciso remarcar que en el Faro del Caballo el baño no está permitido por el riesgo que supone, así que si alguien decide bañarse es bajo su responsabilidad.
Para regresar a Santoña, habrá que retomar esos 763 escalones y prepararse mentalmente para emprender el ascenso. Una vez acabada la escalinata, habrá que coger el camino anterior.
Cómo llegar
Desde Santander, el viaje es de 36 minutos (43,5 kilómetros) circulando por la A-8.