La región de Occitania, en el sur de Francia, es uno de los lugares más singulares del país galo. En ella se pueden encontrar pueblos que son una maravilla y que guardan rincones que dejan con la boca abierta a cualquier que se acerque. Su carácter medieval permite disfrutar de una arquitectura única que a día de hoy se mantiene, siendo un claro reflejo de la tradición y la cultura de la región. Pero esto no se queda aquí, pues existen villas que se enclavan en lugares de lo más insospechados, atrayendo a miles de visitantes en busca de todos sus secretos.
Este es el caso de Rocamadour, una localidad que se funde con la roca y en la que las casas y algunos de sus principales monumentos se encuentran suspendidos e incrustados en la ladera de la montaña. De hecho, está suspendido a unos 150 metros de altura por encima del cañón de Alzou, brindando unas vistas maravillosas de los alrededores. Esto la convierte en uno de los lugares más bellos de Francia, al que además hay que sumar su rica historia religiosa y su importancia como sitio de peregrinación, pues cuenta con un patrimonio eclesiástico que ha sido declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Te puede interesar: Cinco de las cascadas más impresionantes de España que son perfectas para conocer en el puente de mayo
Un importante lugar de peregrinación
El origen de Rocamadour se pierde en el tiempo, aunque se cree que el sitio ha sido un sitio de adoración desde tiempos prehistóricos, debido a la veneración de la Virgen Negra, una estatua de la Virgen María, que se encuentra en la capilla Notre-Dame, parte de un complejo de iglesias y capillas construidas directamente en el acantilado. La historia de la estatua es un misterio; algunas fuentes sugieren que es una obra del siglo IX, mientras que otras la datan en el siglo XII.
Sea cual sea su origen, la Virgen Negra ha atraído a millones de peregrinos a lo largo de los siglos, incluyendo a figuras históricas como Enrique II de Inglaterra y Luis IX de Francia. Todo esto se debe a que el santuario de Rocamadour alberga las reliquias de San Amador y era el santuario venerado de la mencionada imagen. Además de ser un importante centro de peregrinación, Rocamadour ha fascinado a visitantes y escritores por su arquitectura medieval única.
La disposición del pueblo es verdaderamente asombrosa, con edificaciones que datan de los siglos XII al XIV, como la iglesia de Saint-Sauveur y la cripta de Saint-Amadour, que están inscritas como Patrimonio Mundial de la UNESCO como parte de los Caminos de Santiago de Compostela en Francia. Una de las características arquitectónicas más notables de Rocamadour es su acceso: la Gran Escalera, de 216 escalones, que los peregrinos subían tradicionalmente de rodillas.
Esta conduce a la explanada del santuario, donde se alzan, en la ladera del acantilado, hasta ocho templos y capillas, entre la que se encuentra la de la Virgen Negra, la basílica de Saint-Sauveur y a la cripta Saint Amadour. Por otro lado, la localidad alberga una bonita arquitectura medieval que se puede apreciar en la calle de la Couronnerie, la única calle de Rocamadour, muy animada, con sus tiendas y restaurantes. A su vez, esta repleta de puertas fortificadas, dando acceso también al Renaissance Town Hall, el centro neurálgico de la localidad.
Te puede interesar: El pueblo de Portugal que ha sido elegido como el mejor lugar de Europa para invertir en vivienda
Una de las cuevas más impresionantes del mundo
A menos de 20 kilómetros de Rocamadour se ubica uno de los mayores tesoros de Francia. Se trata de la impresionante sima conocida como Gouffre de Padirac, una cavidad que cuenta con una abertura de alrededor de 35 metros de diámetro y una caída que alcanza los 100 metros. Pero esto no se queda aquí, pues en su interior, infinidad de galerías, un río subterráneo y formaciones sorprenden con una belleza y espectacularidad abrumadora.
Por otro lado, a escasos 30 minutos de la localidad se ubica el valle del Dordoña, un paraíso que es obligatorio para los amantes de la naturaleza. Los meandros que forma este río conforman una belleza sin igual que dan lugar a una imagen única. En ella, los pequeños pueblos dispersos por la orilla se convierten en destinos rurales únicos donde conocer de primera mano la tradición y la cultura de la zona. A su vez, cuenta con una fauna y flora de gran valor. De hecho, es el único río de Francia cuya cuenca ha sido declarada Reserva de la biosfera por la Unesco.