En el noroeste de Francia, en la región de Bretaña, se pueden encontrar pequeños pueblos que mantienen la esencia medieval y la arquitectura de antaño. Estas villas se caracterizan por sus imponentes construcciones, así como por estar, algunas de ellas, situadas sobre escarpados acantilados. Sin embargo, el pueblo que nos trae hoy aquí se localiza en el corazón de esta comarca francesa, convirtiéndose gracias a su rico patrimonio monumental en uno de los más especiales de la zona.
Estamos hablando de Fougères, una pintoresca ciudad que destaca por ser un testimonio viviente de la historia medieval europea y de la rica herencia cultural bretona. Con sus impresionantes paisajes, arquitectura histórica y vibrante comunidad, la villa permite al viajero trasladarse al pasado, invitándole a perderse por su bonito trazado urbano. Este se encuentra custodiado por su imponente castillo, el cual es uno de sus principales atractivos.
Un castillo del siglo XI
Las calles empedradas de Fougères dan lugar a un casco histórico que parece sacado de un cuento. Este alberga un gran legado medieval que tiene su mayor exponente en el recinto amurallado que lo rodea y en su impresionante castillo. De hecho, la fortaleza, gracias a sus dos hectáreas de extensión, es considerada como una de las más grandes y mejor conservadas de Europa, tal y como señalan desde el portal web de turismo de la localidad.
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Así, sus murallas, compuestas por 13 torres, conforman un apacible paseo a través de sus jardines, desde donde se disfruta de unas maravillosas vistas de la ciudad. Sin embargo, la joya del recinto la encontramos en el propio castillo, el cual fue fundado a principios del siglo XI y constituyó un punto militar y comercial muy importante para el Ducado de Bretaña. Con el paso de los años, ha sido objeto de lucha de poderes y ha sufrido numerosas reconstrucciones, aunque siempre salvando la esencia y arquitectura original.
Un viaje al medievo
Además de su famoso castillo, Fougères se enorgullece de su casco antiguo, donde calles empedradas serpentean entre casas de entramado de madera que datan de los siglos XV y XVI. Este barrio histórico, conocido como La Ville Basse, está lleno de pequeñas tiendas, cafeterías y restaurantes que ofrecen desde arte y artesanías locales hasta la exquisita gastronomía bretona, famosa por sus crepes, sidra y mariscos. Pasear por estas calles es como retroceder en el tiempo, con cada esquina revelando una nueva pieza del rico mosaico cultural de Bretaña.
Igualmente, el viajero puede disfrutar también de otros monumentos como la iglesia de Saint Sulpice, la cual presenta un marcado estilo gótico y una espectacular vidriera. A esta hay que sumar la iglesia de Saint-Léonard, un templo proyectado en estilo neogótico que sorprende al viajero gracias a su campanario, el cual se puede visitar y disfrutar de una de las mejores vistas de la ciudad.
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Por su parte, durante la Revolución Industrial la localidad cobró gran importancia gracias a la fabricación de zapatos. El barrio de Bonabry es el mayor legado que queda de aquella época, pues se construyó en torno a esta actividad. De este modo, a día de hoy todavía se pueden contemplar algunas de las fábricas que operaban hace más de un siglo, como la de Morel y Gaté y la Réhault.
Cómo llegar
Desde Rennes, el viaje hasta Fougères es de apenas 40 minutos por la vía A84. Por su parte, desde París el trayecto tiene una duración estimada de 3 horas y 25 minutos por la vía A11.