Ya estamos en Semana Santa. Tras la celebración del Domingo Ramos son muchas las ciudades de nuestro país que sacan a la calle espectaculares pasos que son toda una obra de arte. Durante estas fechas, la devoción y la fe se plasman estas procesiones, atrayendo a miles de turistas cada año. Gracias a ellas, localidades como Sevilla, Ferrol o Murcia se han convertido en destinos turísticos únicos reconocidos a nivel mundial.
Sin embargo, son muchas también las tradiciones que se celebran durante estas fechas y que son menos conocidas, pero que acogen un sentimiento y un atractivo único. Una de ellas es el ritual religioso de Los Empalados, que se celebra en el pueblo extremeño de Valverde de la Vera. Esta tradición tiene lugar la noche del Jueves al Viernes Santo, a partir de las 12 de la madrugada, y consiste en una procesión protagonizada por penitentes que recorren descalzos las catorce estaciones del Vía Crucis.
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Cinco siglos de historia
El origen la procesión de Los Empalaos se remonta al siglo XVI, cuando la cofradía de Nuestro Señor de Jesucristo ya realizaba estos actos de penitencia. Durante esa época, esta procesión se la conocía como Hermanos de Disciplina, aunque con el paso de los años acabó recibiendo este nombre. El rito comienza al caer la noche, cuando los empalaos, tras un riguroso ayuno y un proceso de preparación física y espiritual, se visten con una túnica blanca que simboliza la pureza. La cabeza de cada penitente se cubre con un velo, también blanco, que oculta su identidad, reflejando el carácter personal y anónimo de la penitencia.
Lo más distintivo y sobrecogedor de esta tradición son las gruesas cuerdas, conocidas como “empalas”, que se enrollan alrededor del torso desnudo de los penitentes. Estas cuerdas, ajustadas de tal modo que causan dolor sin llegar a ser perjudiciales para la salud, simbolizan la carga y el sufrimiento de los pecados. Acompañando esta vestimenta, los empalaos llevan consigo una pesada cruz de madera sobre sus hombros, representando el calvario de Jesucristo.
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Un paso muy íntimo
El recorrido que estos penitentes realizan está cargado de simbolismo. Se detienen en cada una de las catorce estaciones del Vía Crucis que se encuentran repartidas por el pueblo, orando y meditando sobre la pasión y muerte de Jesús. La procesión es seguida por familiares, vecinos y visitantes, que mantienen un respetuoso silencio, acompañando a los empalaos en esta intensa muestra de fe.
Es importante destacar que la elección de participar como un empalao es voluntaria y, muchas veces, responde a una promesa personal realizada en momentos de adversidad o agradecimiento. Así, cada uno cumple su penitencia y sale individualmente en secreto, por lo que nunca se sabe cuántos penitentes se verán por las empedradas calles de Valverde de la Vera. Aunque tradicionalmente esta práctica estaba reservada a los hombres, en las últimas décadas se ha visto la inclusión de mujeres en la procesión, reflejando una evolución en la percepción de los roles de género dentro de las costumbres religiosas.