En la frontera con Francia, al norte de Girona, emerge uno de los pueblos más bonitos de Cataluña. Sus aguas tranquilas y exclusiva belleza lo convierten en un destino esencial para conocer la tradición marinera del Alt Empordà y disfrutar de un entorno natural maravilloso. De hecho, esto es uno de sus grandes atractivos, pues se encuentra en mitad de dos espacios protegidos: el Parque Natural del Cap de Creus y el Paraje Natural de Interés Nacional de la Albera.
Estamos hablando de Llança, una pequeña villa en la que el mar es su acompañante más fiel y donde gracias a su patrimonio natural es un destino perfecto para los amantes de la naturaleza. Así, se pueden disfrutar de infinidad de actividades al aire libre y de un conjunto de playas único en España. Pero esto no se queda aquí, pues la costa combina a la perfección con el paisaje que ofrece la montaña a sus espaldas, dando lugar a un abanico muy amplio de posibilidades. Así, uno de sus puntos imperdibles es el islote de Castellar, un enclave ubicado en la punta del Port de Llançà y que cuenta con una de las mejores vistas de la Costa Brava.
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Un lugar lleno de historia
El islote de Castellar es uno de los elementos más característicos de Llança. Conocido por su imponente perfil contra el paisaje mediterráneo, no es solo un destino de excepcional atractivo visual. Su importancia radica, en gran medida, en la amplia gama de restos arqueológicos que han sido descubiertos, ofreciendo insights cruciales sobre las diversas culturas que lo han habitado o utilizado a lo largo de los tiempos.
Investigaciones y excavaciones en el área han sacado a la luz evidencias que datan desde el Bronce Final (X-VII a.C.), un periodo caracterizado por cambios significativos en las sociedades mediterráneas. Entre los hallazgos más destacados se encuentran fragmentos de cerámica, elementos decorativos y entierros, los cuales sugieren que el islote del Castellar sirvió como un punto de encuentro importante, posiblemente vinculado a actividades comerciales, rituales o de asentamiento.
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Otra fase fundamental en la historia del islote se remonta a la era medieval, identificada a través de la presencia de una torre de vigilancia de planta circular. La construcción de esta estructura sugiere la importancia estratégica del Castellar como punto de observación y defensa, especialmente durante períodos de inestabilidad o conflicto. No obstante, fue durante la Guerra dels Segadors en el siglo XVIII, cuando la torre sufrió la devastación que la llevó a su actual estado de ruina.
Unas pintorescas vistas
Por si fuera poco, en la isla también se pueden apreciar dos búnkerers construidos durante la Segunda República. Edificados entre las rocas de la cima, estos refugios bélicos se conservan hasta hoy, ofreciendo a los visitantes una ventana tangible al pasado reciente y a los momentos de tensión vividos durante aquellos años.
Igualmente, el islote no guarda solo un interés histórico y arqueológico, sino que constituye un gran atractivo dentro del municipio. Así, la belleza natural del entorno, junto con las vistas panorámicas que ofrece del Mediterráneo, lo convierten en un destino atractivo para el turismo cultural y de naturaleza. La preservación de este patrimonio es fundamental no solo para mantener vivo el legado de las civilizaciones pasadas, sino también para fomentar una mayor comprensión y apreciación de nuestra historia común.