España alberga multitud de destinos que quitan el aliento. Uno de ellos es la costa cántabra, un lugar que lo tiene todo, pues gracias a sus pequeños pueblos, salpicados por impresionantes playas marcadas por una orografía escarpada, cuenta con un rico patrimonio histórico y cultural. Caracterizados por su alto valor histórico y cultural, son citas obligatorias para aquellos que recorren el norte de nuestro país.A esto se le suma una naturaleza increíble que permite disfrutar de parajes de ensueño y de una experiencia rural única.
Este es el caso de uno de los pueblos más bonitos, no solo de Cantabria, sino de España. Estamos hablando de Santillana del Mar, el cual se le conoce popularmente como la Villa de las tres mentiras, pues se dice que ni es santa, ni llana, ni tiene mar. Algo que no está del todo claro, pero lo que es indudable es su belleza única gracias a su arquitectura e increíble valor artístico.
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La ‘Villa de las tres mentiras’
A Santillana del mar se la conoce como la Villa de las tres mentiras (ni es santa, ni llana, ni tiene mar), sin embargo, existen ciertos aspectos que hacen que, quizá, no sea del todo cierto. La conexión espiritual de Santillana del Mar se manifiesta a través de la veneración a Santa Juliana, cuyas reliquias residen en la colegiata del pueblo, convirtiéndola en un centro de peregrinaje y devoción que contradice la primera parte de la mencionada expresión.
La estructura urbana del municipio también desafía la percepción de un territorio exclusivamente empinado, ya que, si bien cuenta con calles en pendiente como Carrera y Juan Infante, estas no predominan en su casco histórico. En cuanto a su relación con el mar, a pesar de que la localidad no posee acceso directo al mismo, su cercanía a la costa se remarca por la presencia de la playa de Santa Justa, situada a escasos ocho kilómetros. Este enclave, célebre por su singular belleza, se caracteriza por sus aguas cristalinas y arena dorada. Además, está coronada por una iglesia enclavada en sus acantilados.
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Un paseo por Santillana del Mar
La mejor forma de disfrutar de esta localidad es perderse por sus calles empedradas, donde el viajero se sumerge en un viaje a través del tiempo, en el que cada esquina revela un pedazo de historia. Entre sus joyas patrimoniales destaca la colegiata de Santa Juliana, un templo que hunde sus raíces en el siglo IX. Originalmente fundado como monasterio con el mismo nombre, se convirtió en refugio para las reliquias de Santa Juliana, traídas por monjes desde Al-Ándalus.
Este hecho no solo otorgó al templo una relevancia espiritual, sino que además lo consolidó como el primer y principal ejemplo de arquitectura románica en Cantabria, adquiriendo una notable importancia durante la Edad Media hasta llegar a ser considerada capital eclesiástica. La historia de la colegiata y su impresionante claustro, construido entre finales del siglo XII y principios del XIII, fue el núcleo alrededor del cual floreció la comunidad local, disfrutando de períodos de esplendor económico. Esta prosperidad queda evidenciada en los numerosos palacios que hoy adornan la villa.
Más allá de la colegiata esconde otros que son toda una obra de arte. Las calles principales, Carrera y Juan Infante, se encuentran entrelazadas por la calle Cantón, que guía hasta la emblemática Colegiata. Antes de llegar a ella, es imperativo hacer una parada en la Plaza Mayor. Este emblemático espacio acoge construcciones de gran valía como la Torre del Merino y la Torre de Don Borja, ambas del siglo XIII, y es el escenario del mercado tradicional, dando vida y color a este conjunto monumental que constituye el corazón de Santillana del Mar.
Pero esto no se queda aquí, pues en Santillana del Mar se sitúa uno de los mayores descubrimientos históricos de la humanidad: las Cuevas de Altamira. Estas cuevas cuentan con, probablemente, la colección de pinturas rupestres más importantes y famosas del mundo. A día de hoy, el viajero puede disfrutar de una réplica exacta de las pinturas, pues la gran afluencia de visitantes hizo que los científicos temieran por su preservación.
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Dos Paradores en el mismo pueblo
Pero esto no es todo, pues a su impresionante patrimonio artístico y cultural se le suma una oferta turística única. Esta está encabezada por sus dos Paradores, los cuales permiten disfrutar de una experiencia única. Así, El Parador de Santillana del Mar es el punto de inicio ideal para comenzar a conocer el casco histórico de la villa. Se trata de “una construcción de nueva planta que, respetando el entorno de la villa, reproduce la arquitectura popular montañesa y dispone de una amplia y agradable terraza”, explican desde Paradores.
También cuenta con restaurante, bar, sauna y jardín. Sus amplios salones, de gran capacidad y luz natural, cuentan con los servicios y equipación necesarios para la celebración de todo tipo de eventos. Por su parte, el Parador de Santillana Gil-Blas, ubicado en el corazón de Santillana del Mar, ofrece a sus visitantes un retiro singular en una casona del siglo XVII repleta de historia y encanto.
Este establecimiento lleva el nombre del célebre personaje de la literatura picaresca, Gil Blas, creado por el escritor francés Alain-René Lesage en 1715, ofreciendo así un homenaje a la rica tradición narrativa europea. Con una decoración que evoca el estilo rural montañés, caracterizado por suelos de madera y un ambiente acogedor, el Parador promete una experiencia de alojamiento inolvidable. De esta forma, ambos alojamientos cuentan con todo tipo de servicios y comodidades a disposición del cliente, además de una oferta gastronómica única.
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Cómo llegar
Desde Santander, el trayecto tiene una duración estimada de 25 minutos por la carretera A-67. Por su parte, desde Bilbao el viaje es de alrededor de 1 hora y 25 minutos por la vía A-8.