El Real Madrid ha roto la lista de peros que les acompaña desde que la temporada diera el pistoletazo de salida. La falta de gol de Kylian Mbappé, su mala relación y conexión con Vinicius, los interrogantes en torno a Rodrygo o un estilo de juego en términos generales que exasperaba al Santiago Bernabéu y llevaba a la pérdida de puntos para los de Chamartín, sobre todo en aquellos duelos donde más escuece la derrota, como el Clásico ante el FC Barcelona, han sido algunos de sus puntos más cuestionados. El tropiezo ante el AC Milan, el Liverpool o el Athletic solo sirvieron para echar más leña al fuego y poner la soga al cuello de los blancos. Una situación que llegaba a su fin de la mano de la Copa Intercontinental. El Real Madrid se ha vestido de gala para lucir con luz propia y redimirse de la actuación registrada hasta ahora, tras una impecable victoria ante el Pachuca.
No hizo falta esperar mucho para saber que el equipo que arrancaba esta campaña 2024-25 ni se acercaba al que cerró la anterior con LaLiga, la Supercopa de España y de Europa y la Champions bajo el brazo. Su primera prueba fue ante el Mallorca en Son Moix, estadio que acabó por convertirse en la peor pesadilla para los blancos, quienes no fueron capaces de rascar más que un empate. En ese momento, el sentir era que el equipo de Carlo Ancelotti necesitaba un periodo de adaptación. Nada más lejos de la realidad. El Real Madrid fue pasando sin pena ni gloria por los duelos, consiguiendo los tres puntos, en la mayoría de ellos, con un juego que distaba muchos de ser su mejor versión.
Con los primeros tropiezos comenzaron a verse las costuras a los blancos, esas que habían tratado de esconder con remiendos. Algunos reflejos de grandeza, como el duelo ante el Borussia Dortmund, hicieron creer hasta a los menos religiosos que por fin habían encontrado la sintonía con la que moverse todos al mismo ritmo. Fue solo un espejismo, el mismo que ven aquellos que vagan por el desierto y ven un lago donde solo hay arena. A partir de ese momento, los de Chamartín empezaron a mostrar su verdadera versión, la cara que llevaban ocultando toda la temporada y que terminó por descubrirse tras la derrota ante el FC Barcelona y la del AC Milan, que además fueron seguidas.
Lejos de levantar cabeza, el Real Madrid trató de sobrevivir como pudo para mantenerse en la puja por todas las competiciones. Un reto al que han contribuido los recientes pinchazos de los azulgranas y su victoria ante el Atalanta en Champions. Para ese momento, los puntos débiles de los del Bernabéu ya habían quedado retratados, analizados y sentenciados. ¿Qué pasa con Mbappé y el gol? Esta es una de las preguntas que han resonado por el templo blanco desde hace tiempo. ¿Se llevan mal el francés y Vinicius? Era otra de las que copan los titulares. ¿Por qué no juega Rodrygo? ¿Qué le falta al Real Madrid para jugar como el año pasado? Estos dos interrogantes cerraban la ronda de preguntas.
La Copa Intercontinental
Con estas cuestiones sobre su espalda, aterrizaba el Real Madrid en Qatar para disputar la Copa Intercontinental. El torneo se presentaba como el escenario perfecto para redimirse, para quitarse ese peso que llevan tiempo soportando sobre sus espaldas, para intentar levantarse de una lona en la que llevan demasiado tiempo y para comenzar el año con un nuevo aire. Dicho y hecho. Las dudas sobre la falta de gol del delantero francés se esfumaban 36 minutos después de que el balón comenzara a rodar por el Estadio Lusail. El brasileño hizo su magia y tras mostrar un impecable truco para anular totalmente al guardameta del Pachuca, decidió revelar su secreto al francés y que este firmara la actuación. Las dudas en torno a la relación entre Vinicius y Mbappé quedaban disipadas en esta misma jugada, donde la conexión entre ambos resultó hasta palpable.
Rodrygo tuvo una nueva oportunidad para reivindicarse y lo cierto es que la aprovechó. Creó múltiples ocasiones de peligro hasta que dio un golpe sobre la mesa con un impecable golazo. El brasileño demostraba una vez más que está listo para jugar y para tener un papel determinante en el equipo. Por entonces, el problema de que el Real Madrid no mostraba un gran fútbol había desaparecido, dado el recital que evidenció sobre el verde, con Bellingham como dueño de la batuta y la VMR (Vinicius, Mbappé y Rodrygo) dispuesta a seguir sus indicaciones. El Real Madrid fue todo lo que se esperaba de ellos, y lo que se llevaba esperando desde hacía tiempo. No se podía pedir más.
Ahora surge un nuevo interrogante, será este otro espejismo de los blancos, que olfatearon un título y se pusieron la careta de nuevo para alzarse con la victoria y levantar un nuevo título, para después volver a quitársela y hundir a los madridistas en el sufrimiento. O, por el contrario, será este el punto de inflexión de los blancos, el momento en que se levanten y comience su verdadera temporada.