Zuhaitz Gurrutxaga, de joven promesa de la Real Sociedad a dejar el fútbol por un TOC y una depresión: “Cumplió sus sueños y estos le destrozaron la vida”

Ander Izagirre habla con ‘Infobae España’ sobre el libro ‘Subcampeón’, donde narra la historia de exfutbolista donostiarra

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Zuhaitz Gurrutxaga y Jimmy Floyd Hasselbaink (YouTube)
Zuhaitz Gurrutxaga y Jimmy Floyd Hasselbaink (YouTube)

Hace 20 años, el mundo de fútbol no estaba preparado para ayudar a los jóvenes futbolistas que se ponían cada semana delante de miles de aficionados, que asumían más responsabilidad de la que, en ocasiones, podían soportar, y eran sometidos a más presión de la que eran capaces de gestionar por sí solos. Ahora muchos de ellos han decidido hablar sobre estos temas, esos miedos y esas inseguridades que se viven dentro del deporte rey y del deporte en general, para poco a poco eliminar ese tabú que existe en torno a la salud mental. Ander Izagirre ha contribuido en esta tarea gracias a su último libro Subcampeón, donde ha colaborado con el exfutbolista Zuhaitz Gurrutxaga para contar la historia de este último, quien vivió un infierno mientras cumplía su sueño de convertirse en jugador profesional de la Real Sociedad.

“Mi primer recuerdo de Zuhaitz es como un defensa muy joven, que debutó con mucha fama y que iba a ser una estrella. Hablaban mucho de él como un futuro defensa para muchos años de la Real”, destaca Izagirre a Infobae España. Una prometedora carrera que se vio truncada por unos demonios internos que nadie le ayudó a gestionar. “Era alguien que prometía mucho y desapareció rápido, sería para mí el recuerdo”, sintetiza. Tras ello, la joven promesa desapareció para después regresar a la esfera pública reconvertida en presentador de televisión, músico y humorista, alejado del mundo del fútbol, pero con una espinita que necesitaba sacar. “Me escribió para decirme que quería contar su vida en un libro y si quería hacerlo con él. A mí me dejó un poco descolocado porque tampoco me apetecía mucho hacer esto”, recuerda.

Al final acabaron quedaron en un bar de San Sebastián y, durante tres horas, Zuhaitz narró su historia con todo tipo de detalles. “Me quedé flipado, pero flipado. Con la boca abierta. Me contó una historia muy dura sobre sus problemas de salud mental, sobre la ansiedad, la depresión y luego el trastorno obsesivo-compulsivo, que le hacía hacer cosas muy raras. Es alguien que sufrió mucho, pero tiene un instinto cómico muy afilado que hace que lo cuente todo de una manera graciosa. Yo estuve las tres horas partiéndome de risa. De camino a casa iba pensando que me había estado riendo de cosas muy graves”. Y fue precisamente esa combinación de tragedia y comedia la que le hizo aceptar la propuesta. “Para mí era un regalo escribir esta historia”, asegura Izagirre. A partir de ese momento, la historia de Zuhaitz, desde su nacimiento hasta su reinvención en los escenarios, comenzó a plasmarse.

Gurrutxaga destacó desde edades tempranas en el mundo del fútbol, aunque sus primeros pasos los dio en una posición muy diferente a la que posteriormente le abriría las puertas de Primera División. Comenzó jugando de delantero centro, pero un partido donde su equipo ganó 9-0 y él no marcó un solo gol, le desterró al otro lado de campo y desde entonces ostentó la posición de defensa. Como zaguero llamó la atención de los ojeadores y la Real Sociedad no tardó en llamar a su puerta. Poco a poco fue ganándose un hueco en las categorías inferiores del club donostiarra a la par que sus miedos a fallar comenzaban a crecer.

La presión fue creciendo en distintos puntos de su carrera: en el Europeo sub-16, cuando le expulsaron antes de tocar el balón, en el Mundial sub-17, cuando provocó un penalti que casi les cuesta el tercer puesto en el podio, o cuando falló un penalti que hizo que la Real perdiera un torneo internacional contra el Athletic en las categorías inferiores. Fue en esos momentos cuando Gurrutxaga comenzó a sentir la presión, sus miedos comenzaron a emerger, aunque nunca llegó a imaginar la que se le venía encima. Mientras él solo podía pensar en los errores cometidos en los partidos, los entrenadores por los que pasó no dejaron de auparle, veían en él a un gran defensa.

Su debut en Primera ante el Atlético de Madrid

Su debut en Primera no pasó desapercibido. Fue durante un partido contra el Atlético de Madrid en el Vicente Calderón. Javier Clemente, entonces técnico de la Real, le encomendó una peculiar misión: cubrir a Jimmy Floyd Hasselbaink, ser su sombra, seguirle por todo el campo, fuera a donde fuese. Tal fue el acoso y derribo que protagonizó que le costó la expulsión, aunque lo más destacado fue que en un duelo contra el rojiblanco, recibió un codazo que el árbitro no vio, pero las cámaras sí y acabaron sancionando a Hasselbaink con tres partidos. “La imagen del chavalín que había hecho un gran partido y acaba expulsado, casi llorando con las manos en la cara y sale del campo mientras todo el estadio le grita, se me quedó grabada”, recuerda Izagirre.

Esa temporada jugó todos o casi todos los partidos. Fue en la siguiente cuando su mente dijo basta. Tras varios años, luchando por salir de los puestos de descenso, en la campaña 2002-03, la Real Sociedad realizó una de sus mejores temporadas en años. Sin embargo, Zuhaitz no disputó casi ningún minuto, sus demonios ya estaban entrando en escena: “Él está en la Real Sociedad a punto de ganar la Liga en 2003, que es un equipo que la ha ganado dos veces en toda su historia y él está tan mal y sufre tanto que no es capaz de soportar la idea de la alegría de las celebraciones. Y dice: ‘Yo no quería ganar. No quería ser campeón’”. Y afirma: “Él cumplió sus sueños y le destrozaron la vida. Ese sueño es el que le destroza porque no consigue soportar la presión que todo eso trae”.

Desde fuera, para los aficionados de la Real Sociedad el hecho de casi ganar una liga era algo histórico y emocionante que llenó la ciudad de un ambiente de euforia y celebración. “Todo el mundo estaba emocionado, pero a uno de los protagonistas le daba apuro decirle a la gente que él estaba en ese equipo y quería perder”. Zuhaitz quería ser segundo porque no soportaba la idea de que todos sus compañeros y aficionados le tocaran y verse envuelto en una marabunta de gente. Él quería ser Subcampeón. “Él dice que siempre ha sido subcampeón. Que es alguien que ha hecho las cosas más o menos bien, que ha llegado a puntos profesionalmente altos, pero que luego, en el momento definitivo, siempre la ha cagado”, asegura Izagirre.

Del fútbol, a la música, la tele o el humor

Tras ello, Zuhaitz dejó la Real y fue pasando de equipo en equipo. A la par que trataba de averiguar qué era lo que le pasaba, dado que incluso llegó a pensar que se había vuelto loco, pero realmente lo que le ocurría es que sufría un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Esas obsesiones comenzaron a condicionar su vida hasta el punto que hicieron imposible continuar con su trayectoria en el mundo del fútbol y decidió colgar las botas. Poco a poco encontró ayuda profesional con la que solucionar sus problemas y pudo reinventarse para poder salvarse.

El humor le salvó la vida”, afirma Izagirre y añade: “Casi literalmente”. Incluso en sus momentos más complicados, Gurrutxaga era el más bromista del vestuario. “20 años después del infierno que vivió, el tipo se sube a un escenario para contar en un monólogo sus desgracias. Gracias al humor puede volar por encima de esos problemas y contarlos desde arriba”. Tras la publicación del libro, destaca Izagirre, son muchas las personas que se acercan con problemas de salud mental, con TOC, para darles las gracias. “Nadie te prepara para un día jugar un partido delante de 200 personas y al otro estar en el Vicente Calderón delante de miles de aficionados, ni para afrontar la presión”.

Izagirre destaca: “Él tenía el privilegio de ganar mucho dinero. Con 20 años se compró una casa en San Sebastián pagando al contado. Eso nadie lo puede hacer, solo un futbolista. Por supuesto que tienes privilegios económicos y sociales, pero eso no te sirve. En su peor momento, cuando él estaba más hundido, decía ‘Tengo más dinero del que necesito y esto no me arregla mi avería mental’”. Lo cierto es que esta historia no solo ha servido a los ciudadanos de a pie, sino también a otros futbolistas, ya que LaLiga optó por distribuir el libro entre los clubes de Primera y Segunda. “Nosotros nos quedamos flipando cuando nos enteramos”.

Después llegaron los comentarios: “Varios jugadores le han escrito en privado para contarle que se sentían muy identificados, que están empezando en primera y lo están pasando mal y le dicen que el libro les está ayudando mucho”. Y añade: “A él le da mucha satisfacción porque él tenía una relación fea con el fútbol, de incluso llegar a detestarlo. No quería saber nada. Y ahora como el libro es como que se reconcilia y ve que está aportando algo”. Ese deporte que tanto amaba y le destrozó, ahora vuelve poco a poco a su vida.

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