Corría el año 1954 cuando el argentino Juan Eduardo Hohberg recibió la llamada del seleccionador de Uruguay para acudir al Mundial de Suiza. Había registrado una actuación impecable desde su llegada a Peñarol, uno de los mejores equipos del país charrúa. Y este hecho animó a las autoridades uruguayas a agilizar su nacionalización. En tierras suizas, Uruguay contaba con el cartel de favorita para alzar la Copa que cuatro años antes ya había conquistado el torneo tras el conocido Maracanazo, ante Brasil. Ese sentir lo mantuvieron desde el mismo momento en que pusieron un pie en Suiza y el balón comenzó a rodar sobre el verde.
Partido a partido, fue superando a todos sus rivales hasta colarse en semifinales, donde le esperaba una todopoderosa Hungría, que había goleado a todos sus rivales y llegaba a la cita con la moral por las nubes. Pero la charrúa era la vigente campeona de la competición. Dos rivales a la altura de las circunstancias, un partido de semifinales de un Mundial. Durante la primera mitad, los húngaros tomaron el protagonismo del encuentro y el dominio del balón, haciendo incluso dos goles para marcharse con cierta ventaja al descanso, mientras Uruguay sentía que el partido se le escapaba y su aventura mundialista llegaba a su fin.
Sin embargo, la dinámica del encuentro dio un giro de 180 grados en la segunda mitad. Todo el protagonismo recayó sobre Juan Hohberg, quien mandó el balón al fondo de la red gracias a un pase de Carlos Borges. A falta de tan solo 15 minutos para que concluyeran los 90 minutos reglamentarios, el delantero nacionalizado volvía a ver portería. El estadio estalló. Los gritos, vítores y aplausos inundaron un estadio, mientras los uruguayos no podían creer que sus jugadores hubieran remontado el partido. Pero la celebración pronto quedó opacada al ver como el héroe del encuentro caía desplomado sobre los brazos de sus compañeros. Acababa de sufrir un infarto y durante 15 segundos su corazón estuvo parado.
“Eso es impensable hoy en día”, asegura Ana de la Torre, médico del Getafe CF, a Infobae España. En la actualidad, ha habido casos de jugadores que han sufrido una parada cardíaca durante un partido, han sido reanimados y han salido de esa situación e incluso han vuelto a jugar, pero “no volver a entrar al terreno de juego justo después. Incluso legalmente hoy estaría totalmente prohibido”, afirma. Salir de una situación de riesgo y volver a poner al jugador en un escenario de estrés como es el deporte de alto nivel puede provocar “que vuelva a pasar lo mismo o algo más grave. No tiene ningún sentido hacer eso”.
Una patología que se desarrolla con el ejercicio
La historia de Juan Hohberg ocurrió hace 70 años, pero en la actualidad existen numerosos casos de jugadores que han sufrido una parada cardíaca durante un partido o un entrenamiento, como es el caso de Rubén de la Red, Christian Eriksen o Iker Casillas, a pesar de los controles médicos a los que se someten. “Una de las patologías que es más frecuente que se desarrolle en deportistas es la miocardiopatía hipertrófica del ventrículo izquierdo. En estos casos lo que ocurre es que las paredes del ventrículo se engruesan y se hacen más gordas, lo que provoca que responda más lentamente”, explica esta profesional. El electrocardiograma y el ecocardiograma son algunas de las pruebas que puede hacer sospechar que un futbolista tiene esta patología.
El problema, según explica De la Torre, es que se trata de una patología que va desarrollándose a medida que un jugador va haciendo más esfuerzo. “No es que uno nazca con eso y lo tiene y ya se queda para siempre igual”, afirma. Es por ello que, a pesar de pasar por estas pruebas, es posible que no se detecte ninguna anomalía. “Son jugadores que sí que están estudiados, que algunos a lo mejor han tenido algún antecedente, que eso en los reconocimientos médicos sí que se pregunta y se investiga. Si se ha desplomado alguna vez, si ha perdido el conocimiento, si ha tenido dolor en el pecho o si el electrocardiograma, el ecocardiograma o la prueba de esfuerzo tienen alguna alteración. En esos casos se profundiza el estudio”.
Antonio Puerta, por ejemplo, sufrió una miocardiopatía hipertrófica, recuerda Ana de la Torre: “Hay veces que no tenemos la varita mágica. Hay estudios genéticos que te pueden hacer sospechar que a lo mejor un futbolista pueda padecer una determinada enfermedad, pero es imposible hacer estudios genéticos a todo el mundo y tener el gen tampoco te dice que vayas a desarrollar la enfermedad, solo que tienes más probabilidad de padecerla que otra persona”. Aunque añade que cada vez se estudian más este tipo de patologías desde que pequeños.
El desfibrilador, un salvavidas en los campos de fútbol
“Cuando hay una parada cardíaca, lo más útil es un desfibrilador. Es lo que más ayuda, porque lo que va a hacer es cambiar el ritmo del corazón”, destaca esta profesional. Tras ello, se le empezaría a dar determinadas medicaciones que “lo que van a hacer es producir una dilatación de las venas para que la llegada de sangre al corazón o el retorno, pues sea mejor”. En 1954, en el campo no había un desfibrilador con el que reanimar a Juan Hohberg, así que procedieron con un masaje cardíaco, para después darle medicinas. Y funcionó, pero su actuación posterior no fue la ideal. “Sacar a una persona de una parada y que continúe en el campo es algo irresponsable por parte de los médicos. El jugador siempre va a querer jugar, pero se le debe retirar”, afirma.
Lo que sí podrá hacer es volver a jugar tras un tiempo prudente de recuperación y tras someterse a las pruebas pertinentes para conocer el alcance de su patología, como es el caso de Christian Eriksen. “En los casos en los que tienes una arteria un poco obstruida, lo normal es que se apliquen vasodilatadores o una determinada medicación, que lo que hace es que puedas volver a competir”. Sin embargo, existen otras patologías, donde el remedio no posibilita la vuelta al terreno de juego, como en el caso de la miocardiopatía hipertrófica de ventrículo: “En esos casos, por mucha medicación que tomes, lo primero que se recomienda es dejar de hacer ejercicio a esas intensidades tan altas porque puede pasar un problema grave”.
A otros deportistas lo que se les pone es un desfibrilador porque su corazón se va ralentizando hasta pararse y con ese aparato semiautomático debajo de la piel se produce una descarga cuando hay bajas pulsaciones. ¿El problema? Que los deportes de impacto pueden acarrear una descarga al corazón sin que este lo necesite y provocar un problema. Lo cierto es que cada vez se avanza más tanto en los tratamientos como en la actuación a seguir en este tipo de situaciones y lo que un día fue hecho histórico, hoy sería impensable por el riesgo que podría suponer para el futbolista.