Marta Arce, la abanderada española en los Juegos Paralímpicos: “El judo me salvó de ser una víctima de mí misma”

La judoca española se inició en el judo a los 20 años, ahora con 47 va a disputar sus quintos Juegos con la motivación añadida de ser la abanderada de la delegación española

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La judoca española Marta Arce
La judoca española Marta Arce (Comité Paralímpico Español)

Tras unos intensos, emocionantes y vibrantes Juegos Olímpicos, le toca el turno a los Paralímpicos. París acogerá la segunda cita deportiva en lo que va de verano, que dará su pistoletazo de salida este miércoles 28 de agosto en un acto donde Marta Arce será una de las protagonistas de la delegación española en el acto inaugural: la abanderada, nada menos. La judoca vallisoletana está a punto de encarar sus quintos Juegos con la motivación y recompensa de una vida de esfuerzo, superación y crecimiento deportivo y personal. Marta ha superado todas las barreras y obstáculos que se han cruzado en su camino gracias al judo que apareció tarde en su vida, pero justo a tiempo para “salvarla” de sí misma.

Marta nació con albinismo, lo que le provoca una discapacidad visual. En una entrevista con Infobae España, explica que esta mutación genética no supuso ningún problema en sus primeros años de vida: “No era consciente de mi falta de visión porque no había nadie en mi entorno que la tuviera. Éramos las torpes y las que no hacíamos las cosas. Ese es el marco de vivir en un entorno todavía sin adaptación”. Con el resto de sus compañeros no existía ningún tipo de contacto y mucho menos cuando empezó a crecer y la dinámica era correr por el patio, donde Marta no podía ir detrás de sus compañeros “porque no sabía dónde estaban”. Y recuerda, ahora ya en tono divertido, que iba a un colegio con uniforme y “era muy difícil localizar a la gente por la ropa que llevaba puesta”.

En un primer momento, esto no supuso un problema para ella, quien se define como una persona con carácter muy alegre y, en especial, de pequeña, cuando todo le “importaba un pimiento”. Pero llegó la adolescencia y todo cambió. Quería encajar y formar parte de lo que vivían el resto de sus compañeros. “Me empezó a pesar bastante. Sobre todo porque yo ya me había aislado y me había quedado muy solita y revertir eso iba a ser un proceso complicado”, recuerda. Y entonces el judo llegó a su vida. Fue a los 20 años. Ella estaba estudiando en la Escuela de Fisioterapia de la ONCE y algunos de sus compañeros que practicaban este deporte la animaron a acudir a una clase con ellos. Fue entonces cuando se enamoró de ese deporte y ya no se volvió a quitar el judogui. Pero había un problema, la falta de deportistas femeninas con discapacidad. “No éramos muchas en la competición. Solo seis o siete y todas con cinturones bajitos”.

Y así llegaron los campeonatos y con ellos las victorias y Marta dejó de ser “la torpe, la inútil, la que nunca puede hacer nada, la que nunca consigue nada, a la que no le eligen jamás a tener una medalla”.

Tal fue su ascenso meteórico que rápidamente consiguió su billete para unos Juegos Paralímpicos. Atenas sería su primera toma de contacto con la competición de los anillos y la del judo paralímpico en general, dado que hasta ese momento no había sido incluido como deporte paralímpico. Un debut por todo lo alto en el que consiguió subir al podio con una medalla de plata. “Fueron los primeros Juegos y lo viví de una manera especial. La gente que llevaba ya muchos Juegos decía que si la comida era mala, que si las instalaciones, pero a mí me parecía todo espectacular”. Cuatro Juegos más tarde, sigue viviendo la competición como si fuera la primera vez, siendo consciente del “privilegio” que es estar allí.

Objetivo: París

Contra todo pronóstico me he clasificado de cuarta para los Juegos de París”, asegura la judoca. A sus 47 años asegura que sigue entrenando como si tuviera 20, aunque a veces eso le pase factura, y como aquella joven que acudía a terreno desconocido en Atenas, encara París ya con la experiencia de llevar varios Juegos a sus espaldas. Sobre las medallas prefiere no dar nada por sentado, aunque asegura que tratará de hacerlo lo mejor posible e intentar no cometer ningún error. “Lo que me voy a llevar para siempre en el corazón es la ceremonia de apertura”, destaca. Un hecho que le hace especial ilusión, ya que no se lo esperaba, porque considera que hay muchos deportistas “maravillosos y estupendos” en el equipo español.

Tras París, tiene claro que llegará el momento de su retirada, al menos “durante 25 minutos”. Y es que, según narra Marta, después de todos los Juegos Paralímpicos en los que ha competido siempre ha dicho que se iba a retirar. Decisión que le ha durado menos de lo que se tarda en salir del pabellón en el que se disputa el combate. “Lo que sí que he aprendido a lo largo de estos años es que tengo un problema con eso de retirarse”, asegura en tono desenfadado.

Dejarlo tiene claro que nunca lo hará, pero sí que llegará el momento en que deje de “competir a lo bruto” y opte por dedicarse a las katas. Después de una vida dedicada al judo, se resiste a abandonar su relación con ese deporte al que tanto ama y que tanto significa para ella: “El judo es mi vida. Es mi refugio. Es lo que me ha dado la energía para hacerme fuerte en el resto de ámbitos de mi vida. Me salvó de ser una víctima de mí misma”. Tras una vida de superación, en la que ha conseguido sobreponerse a todos los obstáculos que se han puesto en su camino, Marta encontró un sitio en el que se siente aceptada, valorada y donde seguir aprendiendo día a día. El judo fue su salvavidas y su refugio y lo que la ha llevado a lo más alto del deporte. A subir a un podio y colgarse varias medallas olímpicas, pero sobre todo a no poner límite a sus capacidades.

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