A veces el mundo del deporte puede ser injusto. La historia entre Roland Garros y Rafa Nadal llega a su fin con un triste final. A pesar de que Nadal ha dejado la puerta abierta a volver el año que viene, lo cierto es que esta podría ser su última edición, su último baile en París. Podría ser la última vez que la música sonara entre ambos y lo cierto es que en esta edición se ha parado demasiado pronto. Tan solo ha disputado un partido en la Philippe Chatrier. Una aventura demasiado corta, con un adiós anticlimático entre el español y el torneo en el que tantas veces se ha colgado la corona.
El de Manacor llegaba a la cita parisina como el tenista que más veces ha conquistado el torneo (14 en total), pero con la conciencia de quien sabe que las lesiones han sido su peor oponente durante todo el inicio del circuito y durante la campaña pasada. No han faltado los “¡Vamos, Rafa!”, pero Rafa ya no iba. Lo ha dado todo en la pista, al igual que los aficionados en la grada. Ha tirado de esa esencia que tanto le caracteriza, ese incansable afán de pelear hasta las bolas más imposibles, pero se ha encontrado con un férreo Alexander Zverev que ha tenido errores, pero los justos, y que ha acabado con los sueños del español de tocar el cielo de París por decimoquinta vez en su carrera.
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Nadal entraba en la Philippe Chatrier concentrado, como es habitual en él, pensando en el gran reto que tenía por delante: vencer nada más y nada menos que a Alexander Zverev en primera ronda. Un encuentro digno de final. El número cuatro del mundo en el ranking de la ATP y el catorce veces campeón del torneo parisino. El partido ha arrancado con un titánico Zverev dispuesto a pasar por encima del español tras arrebatarle el servicio en el primer juego, mientras que a Rafa le costaba entrar en faena y era incapaz de llegar a las bolas largas que su oponente le enviaba para moverle por toda la pista.
Pero, en el séptimo juego, Nadal ha sacado su característico puño a relucir para celebrar un punto, ese que le acercaba al alemán para ponerse en el marcador con un 4-3 en el primer set. Rafa no estaba dispuesto a poner las cosas fáciles, iba a haber pelea y el estadio Philippe Chatrier lo sabía. Una batalla digna de las circunstancias. Pero una nueva rotura de servicio por parte de Zverev complicaba los planes del español y ponía fin al set con un 6-3.
Y entonces ha llegado el segundo set y con él un mitológico ave fénix que hacía su aparición en París para poner las cosas difíciles a Zverev. Un ave que, como si de un milagro se tratase, muere para resurgir de sus propias cenizas. Y este lunes ha hecho su aparición en Roland Garros con nombre y apellidos: Rafa Nadal. El español ha mostrado por qué es el catorce veces campeón del torneo y por qué es el rey de Roland Garros. Dejadas, zurdazos imposibles de alcanzar, subidas a la red y un Alexander que era consciente del titán que tenía delante. Y con estas se han ido a un tie-break de infarto, donde nuevamente salía victorioso el alemán.
Con un 2-0 a set en el marcador, Nadal era consciente de que las cosas empezaban a complicarse, que sus sueños de despedirse de París levantado la copa se empezaban a esfumar. Sin embargo, el de Manacor no ha tirado la toalla y se ha sobrepuesto a los dos primeros golpes rompiendo el servicio del alemán para ponerse por delante en el tercer set con un 2-0 en juegos. Rafa hacía soñar a la grada y los miles de aficionados que se encontraban allí presentes y a los que lo seguían a través de la televisión, el móvil o la radio. Ese típico “¡Vamos, Rafa!”, ya habitual en los encuentros del español, ha comenzado a resonar en el estadio y en la cabeza y corazón de los espectadores. Todavía había un atisbo de esperanza.
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Un adiós amargo
Pero una vez más, el alemán ha tirado de revés (su mejor arma) para acabar con un Rafa que se veía incapaz de llegar a las bolas que le mandaba. Veía cómo Zverev sumaba punto a punto. Y veía cómo el pase a la siguiente fase se le escapaba de las manos. Así ha sido. Con un 3-0 en el marcador que no hace justicia al partido que ha acontecido, el manacorí decía adiós a “su” torneo por excelencia. La historia de Roland Garros y Rafa Nadal llegaba a su fin demasiado pronto, con una despedida anticlimática en primera ronda.