Rafa Nadal es historia de Roland Garros. No se puede entender el torneo parisino sin que su nombre salga a relucir. Ha sido catorce veces campeón. Catorce veces ha tocado el cielo de la ciudad de la luz. Sin embargo, antes de ponerse la corona ha tenido que disputar verdaderas batallas campales. Verdaderas luchas de titanes que pasarán a los anales de la historia de la competición francesa. Pero, de entre todas ellas, hay una que se lleva la palma, aunque ni siquiera fue en una final, sino en una semifinal y contra el actual número uno del mundo: Novak Djokovic.
Corría el año 2013, Rafa Nadal, entonces número cuatro del mundo, llegaba a Roland Garros como vigente campeón y con siete títulos a sus espaldas. Tras vencer a Kei Nishikori y Stanislas Wawrinka en las fases iniciales, el de Manacor llegaba a semifinales para enfrentarse al entonces número uno del mundo. El encuentro ante Djokovic se sentía como una final anticipada. Y así fue. Dos titanes saltaron a la pista Philippe Chatrier para medirse, siendo conscientes de que solo uno podía pasar a la ansiada final. Solo uno podía acercarse al ansiado título de Roland Garros.
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El encuentro comenzó de cara para el español que se impuso en el primer set con un 6-4, pero Nole tenía mucho tenis que mostrar todavía y no estaba dispuesto a dar por perdida la final tan rápidamente y le devolvió el baile con un 3-6 en el segundo set. El marcador se ponía en tablas, mientras los espectadores todavía no eran conscientes de la verdadera lucha de titanes que iban a ver. Como dos gladiadores combatiendo en un circo romano. Nadal a un lado, como claro favorito, y Djokovic al otro, como mejor jugador del mundo.
Pero, si algo tenía el de Manacor (y todavía tiene) es que es letal en tierra batida, es donde se siente más cómodo, donde todo fluye, la raqueta vuela y las bolas entran. Y con estas, se llevó los siguientes dos sets (6-1 y 6-7), para poner de cara el encuentro y su pase a la final, donde se enfrentaría a David Ferrer. Y fue entonces, durante el quinto set, cuando se produjo uno de los momentos más épicos de toda la historia de Roland Garros y del tenis en general.
Hasta ese momento, la intensidad del español había sido muy superior a la del serbio, que no había sido capaz de contrarrestar los cañonazos de Nadal o enviar golpes que pudieran buscar fisuras en su juego. Sin embargo, ese quinto set empezaba con Nole por delante, con un 2-0. Rafa atravesaba una crisis en su juego, nada le salía, a diferencia de su oponente que por primera vez empezaba a brillar. Eran momentos críticos, la victoria estaba muy cerca para el español, pero en ese momento parecía alejarse. Entonces y tirando se su característico afán de no dar una bola por perdida, aunque parezca imposible, Rafa pudo sobreponerse y rompió el servicio de Djokovic para recortar distancias.
Un histórico quinto set
Inevitablemente los tenistas se jugaron el todo por el todo en el quinto set. Nadal con esperanza de dar finalizar el encuentro y alzarse con la victoria, y Djokovic con opciones de remontar el partido. Sin opciones a un tie-break, los tenistas debían medirse hasta que uno de los dos sacara dos juegos de ventaja. Con un igualado marcador, la balanza podía decantarse del lado de cualquiera de los dos. Finalmente fue Nadal quien se impuso. Juego, set y partido para el español con un 6-4, 3-6, 6-1, 6-7 y 9-7.
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Casi cinco horas de partido más tarde, Rafa Nadal pasaba a la final para medirse ante David Ferrer y ganar su octavo título en París, el serbio decía adiós a Roland Garros y el partido entre ambos pasaba a la historia como uno de los mejores partidos de la historia. Tal fue el encuentro que se vivió entre ambos que la página de la ATP decidió elegirlo como el mejor partido de Grand Slam del año.