Rafael Nadal vivió un punto y final este martes en su distinguida etapa deportiva sobre la pista Manolo Santana de la Caja Mágica de Madrid. Este evento no solo marcó su despedida del torneo Mutua Madrid Open -el cual ha jugado más veces que nadie a lo largo de su carrera- sino que también representó un momento de transformación y anticipación hacia nuevos desafíos, principalmente, su próxima participación en el torneo de Roma -otro Masters 1.000-, programado del 8 al 19 de abril. La situación vivida en Madrid es muy diferente a la que espera el manacorí en Roma, dado que apenas unas semanas antes de su participación en la capital española, Nadal no se mostraba del todo seguro sobre su capacidad para competir al nivel al que él y sus seguidores están acostumbrados.
Sin embargo, la actuación de Nadal en el Mutua Madrid Open reveló su resiliencia y determinación, incluyendo una victoria contra el 11 del mundo, Alex de Miñaur. Al jugar cuatro partidos y acumular ocho horas de tiempo en cancha, demostró un notable avance en su rendimiento, en contraste con sus modestas expectativas iniciales. Porque, antes de su primer partido en Madrid, Nadal había comentado su inseguridad sobre si jugar o no en Roland Garros, destacando la importancia emocional y simbólica de su participación en Madrid. A pesar de los retos físicos y técnicos, el triunfo sobre el argentino Pedro Cachín, que se extendió a tres horas, fue un testimonio de su capacidad para enfrentar partidos exigentes, premonitorios de la intensidad de un Grand Slam -a cinco sets en vez de a tres-.
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La mejora en las condiciones físicas y técnicas de Nadal es notable, manifestándose en su optimismo renovado hacia el torneo del Abierto de Roma, en el Foro Itálico de la ciudad. Sus victorias en partidos consecutivos en Madrid, y aun el primer set con Jiri Lehecka, considerado por él mismo como el mejor desde su retorno a la competición, simbolizan un punto de inflexión. Así, Nadal parte hacia Roma no solo con el objetivo de consolidar su progreso, sino también con la mirada puesta en Roland Garros, aunque su participación dependerá de las sensaciones que experimente sobre la tierra batida romana, donde participará también Djokovic, el último ganador del gran torneo del tenis de París.
Un futuro incierto pero ambicioso
La determinación de Nadal de competir en su Grand Slam favorito -guarda 14 copas en sus vitrinas-, donde aspira a ser competitivo más allá de la nostalgia de una última participación, subraya su compromiso indefectible con el tenis a un primer nivel. Pero este compromiso, además de ir dirigido a asegurar su preparación para Roland Garros, también centra el foco en lo que queda a largo plazo, incluidos los Juegos Olímpicos de París 2024 y la Laver Cup de este año, donde su colaboración con Carlos Alcaraz en el dobles ya anticipó el veterano tenista.
Por ello, más allá de los torneos inmediatos, Nadal contempla su futuro con una apertura a distintos formatos de juego, negándose a definir un claro final en su carrera profesional. Incluso la posibilidad de participar en la Copa Davis en Málaga sigue siendo una posibilidad que no ha descartado totalmente. Esta actitud refleja la esencia de Nadal como deportista, siempre evolucionando y ajustándose a las circunstancias, sin querer marcar un final absoluto a su legado en el tenis.
Eso sí, hay que aprovechar lo que nos quede, pues en su homenaje tras su derrota en Madrid ya explicó los motivos de su retirada permanente de este torneo: “Este es un día difícil cuando llega, pero ya es una realidad. Mi vida y mi cuerpo me llevaban tiempo mandando señales.
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