Sabíamos que tarde o temprano iba a ocurrir. Cada noche podía ser la última noche, y solo él, acostumbrado a regalarnos alegrías cada vez mejores, cada vez más imposibles, nos iba regalando a los amantes del tenis una última noche más. Pero el final de Rafael Nadal sobre la pista del Mutua Madrid Open ha llegado. Ha sido frente a Jiří Lehečka, un joven tenista con un nivel muy por encima del número 31 que ocupa en el ranking del ATP. Hizo todo lo que pudo el menorquín, puso cuerpo y alma, pero tal vez por el desgaste de estos días, por el hecho de que hace unas semanas aún no sabía ni si iba a poder competir o por el genio de su contrincante, al final cayó ante la descomunal potencia de este.
Nada más comenzar, Nadal, tal vez víctima del carácter atípico del horario, preocupaba a los espectadores con una doble falta en el segundo punto de partido y amagando con perder el primer juego. Un recordatorio, o un presagio, de lo que podía suceder. Sin embargo, el español no parecía dispuesto a que esto ocurriera y no solo se repuso, sino que se apresuró a atar en corto su saque, frente a un Lehečka muy sólido desde el inicio.
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Sin embargo, pese a la solvencia compartida por ambos tenistas, lo cierto es que en la pista se veía un bonito contraste entre ambos estilos. El checo encarnaba a la perfección el estilo atribuido a los de su tierra, que tan buenos nombres ha dado al circuito profesional como Ivan Lendl o Tomáš Berdych. Saque rápido y golpes planos y fuertes, en un perfil muy parecido al que Rafa pudo encontrar con De Miñaur. El manacorí, que se las sabe todas, trataba de contrarrestar esta potencia con efectos liftados y golpes más altos, con la clara intención de sacar de la zona de confort a su rival y rematarlo en el momento preciso.
Así se desarrolló el primer set, con alguna break point que Nadal no pudo aprovechar, hasta que, cuando menos se esperaba, una combinación de errores del español y buenas acciones del checo dieron con la primera rotura de saque a favor de Lehečka, con un 6-5 a favor. Este llevaba ya varios saques directos y casi un 90% de puntos ganados en el primer servicio, así que, sin aflojar en ningún momento, aseguró rápidamente el primer set con el juego en blanco.
Rafa acusó el golpe, al que había que sumarle las tres horas de partido de ayer contra Cachín. Tras el descanso volvió algo inseguro, cediendo en un parcial poco visto en su carrera con un solo punto de 18 jugados. Con otra rotura de saque nada más empezar y hasta el hawk eye señalando bolas dentro que Rafa veía fuera, el segundo set se ponía muy pronto cuesta arriba. Pero basta con ver que las cosas van mal para que vayan aún peor. Lehečka conseguía otras tres bolas de break, haciendo mucho daño al revés en la retaguardia del manacorí. Nadal, claro, no se iba a rendir, y en un momento clave del partido logró un vital 1-2 en un juego de 14 minutos de duración.
Parecía que esa iba a ser la dinámica. Nadal luchando cada punto, cada juego, y Lehečka infalible, cada vez mejor con el paso de los puntos. Los juegos se sucedieron y, con cada error, se pudo ver a Rafa negar con la cabeza, contrariado. Y es que el mejor tenista español de la historia sabía que, tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, tenía que sacar su mejor tenis. Mejoró en el saque y acentuó las parábolas de sus golpeos, también la precisión de sus golpes de efecto. Con esto logró llevar el partido a un 4-5 que requería, ahora sí, romper el temible saque del checo. Pero aun con el público enloqueciendo con cada fallo de su rival y con la épica que le precede, el buen hacer de Lehečka -promedió un saque de unos 220 kilómetros por hora- hicieron imposible la remontada.
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Lo dio todo, pero Nadal no pudo con la inspiración del checo y aceptó, con gesto resignado, la que ha sido su última noche en el Mutua Madrid Open. Puso así fin a una historia de más de dos décadas jugando en la capital, con cinco títulos del torneo en sus vitrinas. Por eso mismo fue despedido entre honores con un homenaje en el que recordaron sus mejores momentos y le dieron un trofeo honorífico con un mensaje repetido hasta la saciedad: “Gracias Rafa”.