El silencio debe ser algo parecido a lo que se vivió en la Caja Mágica cuando Rafa Nadal se dispuso a sacar por primera vez este jueves en el Estadio Manolo Santana de Madrid. Todos querían ver cómo respondía el gran campeón tras un discurso tan preocupante sobre su estado físico como el que protagonizó en las horas previas a su estreno, dejando en duda incluso la presencia en Roland Garros. Y, la verdad sea dicha, lo hizo a las mil maravillas, no dando apenas oportunidades a un Darwin Blanch al que realmente se le ven cositas, pero cuyos 16 años todavía son demasiado escasos como para hacer sombra a una leyenda viviente del tenis. En poco más de una hora, el jugador más laureado del torneo pidió, en una suerte de entrenamiento para lo que venga, que pase el siguiente: 6-1, 6-0.
The slide. The anticipation. The guile. 🧠@RafaelNadal playing tennis on a clay court will always be special to witness... pic.twitter.com/fpVOiSlitJ
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“Es un jugador muy joven, con gran recorrido. Le ha faltado esa continuidad”, reconocía Nadal, todavía en pista y tras consumar una victoria más para el historial. “Correcto y feliz, me da la oportunidad de jugar un día más”, agradecía el balear, que se reencontrará con Alex de Miñaur en segunda ronda, al igual que le sucedió en Barcelona hace unos días. “La semana pasada, no pudo ser. Seguro que va a ser muy difícil. Estamos casi de regalo. Feliz de salir a la pista otra vez más. Voy a intentar estar competitivo lo máximo que pueda”, prometía.
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Aun así, Nadal es muy consciente de que el reto que le espera, en este punto de su carrera, será mayúsculo. “Está jugando a un nivel muy alto. Las condiciones de altura le favorecerán un poquito más. Intentar seguir mejorando en la medida que se pueda. Para mí, es una oportunidad. Voy a hacer lo posible”, afirmó, valorando lo suyo el cariño de un público que le brindó su máximo apoyo para la ocasión. “He jugado aquí muchísimos años, más de los que hubiera imaginado. Tener la oportunidad de jugar enfrente de todos vosotros, un verdadero placer”, aplaudió Rafa.
Las palmas y los “¡Vamos, Rafa!” fueron multitud durante un regreso, el de Nadal a la central madrileña, que duró visto y no visto. A su rival, que afrontaba el que únicamente fue su segundo encuentro a nivel profesional, se le vieron las costuras. Una situación absolutamente normal, teniendo en cuenta que este era su segundo evento de máxima exigencia. Los nervios podían con Blanch, que cometía más errores (25 no forzados) que aciertos de forma irremediable. Y, sin embargo, dejó muestras de valentía. Sobre todo, con un saque más que interesante, que invita a no perderle de vista próximamente.
Paseo indiscutible de Nadal
Pero Rafa, por mucho que no esté al cien por cien, continúa siendo Rafa. Lo cual significa que concesiones, las justas. En cuanto olió la sangre y hubo oportunidad de rotura, Nadal la aprovechó primero y la confirmó después. Poco importaba que Blanch le pegase duro y bien en ciertas ocasiones: al final, se imponía la lógica. Y, a pesar de la facilidad con la que el ganador de 22 grandes triunfó, aún hubo alguna que otra escena vibrante entre los dos. Como el peloteo disputadísimo para el 0-30 del manacorense en el quinto juego del primer set. Pero en cuanto el favorito se ponía manos a la obra, la promesa no tenía nada que hacer.
Rafa hitting all the right spots 🎯@RafaelNadal #MMOpen pic.twitter.com/lsQSL406rQ
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Al estadounidense ni siquiera le salvó su descaro, que le llevó a protagonizar un juego en blanco al servicio. Sería el único que se apuntaría en la totalidad del duelo, en el que Nadal, se intuye, sudó lo estrictamente necesario. Cuando tuvo que apuntarse breaks, lo hizo sin despeinarse. La derecha, esa que tanto le ha dado, salió a relucir en alguna que otra jugada. Y hasta la red suscitó la pasión, con una finalización digna de otro quiebre (Rafa se apuntó cinco) y de tener un hueco de honor en los highlights de la jornada.
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Blanch sacó los dientes al mínimo resquicio que le dejó Nadal, pero no fue suficiente, porque las ocasiones de pelear el marcador brillaron por su ausencia. El dominio del pentacampeón en Madrid fue abrumador y le permitió alargar este último baile en el Masters 1000 de casa. La exigencia subirá varios escalones de golpe dentro de dos días, pero el premio mayor es poder ver jugar a la bestia: pase lo que pase, el sol siempre vuelve a salir.