El fútbol es eso que pasa mientras el Real Madrid se levanta de la lona. No necesitó mostrar la mejor versión, simplemente -nótese la ironía- tirar de su esencia para devolver hasta en dos ocasiones los tortazos de un Barcelona que, como en el Clásico de ida, no es capaz de administrar su ventaja cuando la tiene. Christensen asestó el primer golpe, Vinicius lo devolvió; Fermín repitió derechazo; Lucas Vázquez se rehizo y Bellingham tumbó al Barcelona cuando el cronómetro agonizaba. No diga Liga, diga 36, que es el número de trofeos que descansarán en la vitrina del Santiago Bernabéu cuando acabe el próximo mes de mayo.
Los de Ancelotti precintan LaLiga tras un Clásico eléctrico, de alternativas, del que saldría victorioso el que más preciso estuviera de cara a puerta. Y así sucedió. El Madrid, aferrado al oficio de Kroos y Modric en su último Clásico juntos y al olfato goleador de Bellingham, que culminó su Liga tras haber puesto en Montjuic la primera piedra. Y el Barcelona al cuchillo que tiene en la banda llamado Lamine Yamal que abrió la tapa, pero no terminó de quitársela al Real Madrid. Como tampoco se la quitó el City de Guardiola en el Etihad. En ese equilibrio entre el brillo y el trabajo está el éxito de Madrid, un campeón virtual.
El Bernabéu es un estadio que, sin ser caldera, no acaba nunca. Se le hace infinito a todo rival que pasa por La Castellana. Sobre sus butacas, el programa de la función estaba definido: para el Barcelona era una guerra, para el Madrid apenas una batalla de la que le valían dos de tres resultados posibles. Con no perder, era suficiente. Quien sabe si el mencionado intangible relajó a los blancos o hizo mella el cansancio de Mánchester, o todo un poco. La realidad es que a los de Ancelotti les dio un bajón de azúcar nada más sonar el silbato. Arrancaron faltos de tensión después del éxtasis del Etihad, con varios regalos en la salida del balón. El segundo, de Vinicius, desembocó en un córner del que salió el primer gol del Barcelona. Regalo de Lunin mediante, que no domina el espacio aéreo madrileño como el mancuniano.
La segunda alarma también se encendió desde la esquina. De pronto el Madrid parecía haber olvidado de golpe lo que le había hecho irreductible en Mánchester: su jerarquía y sus certezas. Lamine Yamal rozó con la espuela en el primer palo y Lunin palmeó la pelota sobre la línea. O eso entendieron en la sala VOR después de un par de minutos de escrutar las imágenes. Los sustos y la ausencia de ojo de halcón espabilaron al Madrid, que dio al Barcelona de sus propia medicina. Se hizo con el control del centro del campo, del toque y de las transiciones.
Ahí radica el éxito del Real esta temporada. Capea cada partido según le conviene: a la carrera, en un encierro, desde el juego estático. En esa fase todo fue orquestado por Kroos y Modric, que fueron llevando al Barça contra Ter Stegen. Dominaban todas las velocidades con la pelota bajo la batuta del alemán y el croata en su último baile juntos en un Clásico. No partían en un mismo once titular desde el partido de la primera vuelta en el Metropolitano. Casi nada.
El equipo de Xavi no encontró cómo hilar en el centro, pero detectó enseguida la oportunidad del duelo Lamine Yamal-Camavinga. No obstante, fue Lucas Vázquez quien desbordó y cayó dentro del área tras chocar con la pierna de Cubarsí, que debutaba en el Bernabéu. El penalti lo convirtió Vinicius, que inició su carrera como lanzador precisamente ante el Barcelona el pasado verano, en Dallas, donde mandó su disparo al larguero. A Xavi se le rompió De Jong y aprovechó el viaje para quitar también a Christensen. Iba a gastar su última bala con Pedri y Fermín.
Bellingham, en el Bernabéu como en Montjuic
Los cambios revivieron al Barcelona, que fue ganando terreno y eso llevó a Xavi a agitar el avispero en busca de un nuevo picotazo. Retiró a Lewandowski, algo desconectado, y a Raphinha, e introdujo a João Félix y Ferran, que realizó una maniobra decisiva en el 1-2. Tiró Yamal, otra vez Yamal. El valenciano se cruzó en la trayectoria, Lunin, incomodado, despejó mal y Fermín lo aprovechó, como en Dallas. Ancelotti respondió introduciendo a Brahim y Fran García, desaparecido durante el último mes.
El efecto de los cambios fue inmediato, aunque volvieron a ser Vinicius y Lucas Vázquez, esta vez con papeles intercambiados, los que germinaron el empate. El brasileño movió de lado a lado y el canterano ganó la espalda en el segundo palo para fusilar a Ter Stegen. Al Madrid, que le valía con no perder, recuerden, no le sienta bien eso de jugar con el cinturón abrochado y Bellingham decidió quitárselo en el tiempo añadadido tras un pase de Lucas. Sí, otra vez Lucas, el que tantos memes acumula, pero siempre cumple. Jude levantaba los brazos mientras miraba a la grada, su estampa es la de la del título liguero porque colorín, colorado, esta Liga está acabada.