Dos partidos en uno. El Real Madrid humanizó en Mallorca el tópico que asegura la existencia de mini partidos dentro de un mismo encuentro. Los de Ancelotti se dejaron llevar en el primer acto y jugaron por la Liga en el segundo, momento en el que sellaron la victoria tras un afortunado gol de Tchouameni. El Real Madrid resolvió con autoridad un compromiso complejo, en vísperas de la vuelta de unos cuartos que se parecen más a la final de Champions, derrotando a uno de sus rivales más complicados, especialmente en los últimos años. En semanas así, a un grande le resulta difícil jugar los partidos por su orden, sin saltarse uno.
Vale para los futbolistas y vale para el entrenador. Ancelotti dejó en el banquillo a sus dos delanteros de cabecera. Explicable lo de Rodrygo, tocado y con un suplente, Brahim, casi de su altura. Discutible lo de Vinicius, que sonó más a evitarle un escrache anunciado que a preservarle el físico. Sin Carvajal, Camavinga, Kroos, Vinicius ni Rodrygo, pero con Rüdiger, Mendy, Valverde y Bellingham. El Mallorca, con la derrota en la final de Copa todavía en el ambiente, fue fiel a los principios que le han llevado al éxito. Aguirre plantó un muro en su campo, encerró a sus jugadores tras él, buscó las transiciones rápidas e hizo del balón parado su principal arma.
El fútbol tardó 45 minutos en aparecer
Todos los equipos tienen su arte. El del Mallorca es llevar al adversario donde no quiere ir, especialmente en casa, donde pone la pelota y las reglas: partidos largos, pesados, trabajosos, ásperos, antipáticos. En ese laberinto se vio atrapado el Madrid, con Bellingham metido a mediapunta puro por la presencia de Joselu. Un disparo de Jude, junto a los golpeos con el exterior de Modric, fueron lo único que evitó que las cabezadas del aficionado madridista no acabarán en siesta tardía. Falta de ‘eneryía’, en la terminología de Ancelotti. Antes, Lunin había repelido el cabezazo de Raíllo.
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Cambió el equipo blanco tras el descanso. Entró dos veces por el centro Bellingham, obligando a Rajkovic a intervenir por vez primera tras un tiro blando. Nada pasaba y de la nada llegó el gol que adelantó al Madrid. Tchouameni, que regresaba al centro del campo después de jugar como central contra el City, acumuló una buena colección de balones capturados y fue liberándose con el paso de los minutos. Hasta que ya en el segundo acto, cuando el Madrid subió las revoluciones, se desahogó con un trallazo que terminó en la red después de rozar en Morlanes, uno de los que fallaron penalti en La Cartuja. Hay semanas en que es mejor no levantarse.
Aguirre había tratado de cortar la hemorragia con un triple cambio. Sólo un susto al final en una carga de Muriqi a Lunin alteró el pulso del Madrid, con Militao sumando un puñado de minutos. El líder salió de Son Moix reforzado en la Liga, para desesperación del Barcelona que llegará, como mínimo, a ocho puntos de distancia de los blancos. En Champions será otra historia completamente distinta.