El nudo de una historia pierde peso si el final no es el esperado. Algo así le ocurrió al Atlético en el Metropolitano. Su sinfonía quedó a medias y terminó tocando madera, literalmente tras el poste de Brandt, antes de sellar su mínima ventaja para Alemania. Suele ocurrir en las películas de héroes y villanos que el plan de los malos va a acabar frustrado porque los buenos tienen un as bajo la manga, pero los rojiblancos se quedaron sin cartas a diez minutos del final con el gol de Haller y casi sin montante ganado después del mencionado poste de Brandt y el de Bynoe-Gittens. Antes, De Paul y Lino, eléctricos, habían descargado al Dortmund.
La cosa iba de intensidad en el Metropolitano. Ya lo barruntaba Simeone. “De los ocho equipos que estamos en Champions, el Borussia es el más intenso”, diagnosticaba el Cholo, doctor y medicamento al mismo tiempo, porque mientras avisaba de la amenaza alemana, era consciente del fármaco que debían tomar los suyos: responder con la misma medicina. Su equipo, ese que tantas veces ha salido a verlas venir en las primeras partes, compareció sobre el verde hecho una furia. Desatados, sin escatimar carrera alguna, convencidos de que igualar el ritmo teutón era el camino más rápido hacia la ventaja en la eliminatoria.
Inicio rojiblanco a la inversa que la línea habitual de la temporada
El coliseo rojiblanco fue un horno en el que los de Terzic se presentaron sin el traje ignífugo puesto. Con Hummels para repeler, Sabitzer y Emre Can a los mandos, Sancho y Adeyemi la velocidad y Füllkrug el remate. Aunque para más inri, Maatsen le echó gasolina al partido al dormirse tras recibir de Kobel, meta menos goleado de la Champions hasta que confirmó su asistencia en el Metropolitano. De Paul se anticipó y definió a placer. Se acababa la resistencia del suizo. No lo hacía el temblor de las butacas de los aficionados, que se movían al son que marcaban las piernas. El ‘dale, dale, que alguna cae’ de Simeone se apoderó de los suyos, que no cesaron su empuje inicial.
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Witsel se descolgaba en su saque de esquina para rematar de espuela, ahí sí, apareció Kobel. Morata percutía a la espalda de los centrales, sin incurrir en fuera de juego, aunque errando el mano a mano. Ya saben, un clásico a medias, una premonición de lo que vendría. Aunque ese instante el partido era un tobogán hacia el meta suizo y el Atlético ese niño que desea dejarse caer. Lino enfiló la rampa y no erró el pase de Griezmann mediante. El Borussia tenía la posesión, pero no la razón. Terzic debía cambiar algo para, al menos, inquietar a Oblak y ese algo tenía nombres y apellidos: Julian Brandt, el mayor asistente y tercer máximo goleador del Dortmund, casi nada.
La presencia del jugador que propició aquella triple parada del esloveno cuando visitaba el difunto Vicente Calderón con el Bayer Leverkusen, se notó de inmediato. Más ritmo, más precisión y, sobre todo, más sentido en la circulación alemana. No obstante, este juego no va de merecimientos, sino de hechos y seguían cayendo del lado colchonero. De nuevo Lino, de nuevo a pase de Griezmann, pero Kobel ocupó el máximo espacio posible. Para entonces ya se había quitado el brasileño la losa que supuso ver la tarjeta amarilla que le acarreará suspensión para la vuelta.
Los de Terzic iban ganando metros, pero se estrellaban ante Oblak con disparos inocentes. Lo negativo es que es el Atlético se acomodó en su área y estuvo cerca perder en 10 minutos todo ganado en 80, porque Haller había recortado distancias a la media vuelta y el Borussia apretaba. Lo que estuvo cerca de finalizar 3-0, casi acaba 2-2, los giros inesperados de la Champions, ya saben. El Atlético irá a Alemania a jugarse la temporada, con mínima ventaja, pero ventaja al fin y al cabo, y con el ‘Dale, Dale, que alguna cae’ como mantra. Los rojiblancos y, especialmente Simeone, seguirán ahí, hasta que caiga. Cuatro partidos deben derribar.