“Disociada”. Esta es la palabra con la que Lucía Martín-Portugués define el carrusel de sentimientos que está viviendo desde que hace poco más de 20 días reconciliara la esgrima con los Juegos Olímpicos al conseguir su billete para la cita parisina de este verano. 16 años más tarde, este deporte volverá a contar con un representante español pujando por ganar el oro, desde que lo intentara Araceli Navarro en Pekín 2008. La sablista madrileña y futura odontóloga ya tiene la mente puesta en París y tiene claro cuál es el camino para poder alcanzar el éxito.
El pasado 2 de marzo, Martín-Portugués hacía historia al conseguir la plata en la Copa Mundial de Atenas tras vencer a la ucrania Olga Kharlan, número cinco del mundo, en un apretado duelo que concluyó con 15-14. Ya en la gran final tuvo que verse las caras con la francesa Sara Balzer, número uno del ránking. Nacida en Madrid y residente de Villanueva de la Cañada, la sablista no pudo tocar el cielo en la Copa del Mundo de la Acrópolis, pero sí ascendió al Olimpo tras conseguir clasificarse para los Juegos de París 2024, donde se dará duelo con el resto de sablistas el próximo mes de julio. “Los grandes juegos del esfuerzo”, fueron las palabras de la madrileña tras el campeonato para definir la cita internacional.
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Tras semanas de frenesí, de un móvil que no dejaba de sonar, unos mensajes que no dejaban de llegar y todo ello con la Copa del Mundo de Bélgica en medio de la vorágine, Lucía Martín-Portugués relata a Infobae España que todavía no se ha hecho a la idea de lo que está pasando, aunque asegura que cada día que pasa día va siendo más consciente de todo y, sobre todo, que “el objetivo principal de esta temporada lo hemos conseguido, que era la clasificación olímpica; y ahora tenemos que esperar la gran meta que es intentar preparar esa medalla para los Juegos Olímpicos”, pero “estoy muy contenta”.
Esa euforia que supone un billete a los Juegos Olímpicos no sería posible sin todo el trabajo que hay detrás y que vienen preparando durante tantos meses atrás. “Ha sido una temporada larga, con un proceso de clasificación olímpica”. Los entrenamientos arrancaron seis/siete meses antes de que diera comienzo la clasificación olímpica en el mes de abril y lo cierto es que las cosas se pusieron de cara rápidamente para la española, que consiguió hacer final de ocho. Tras ello, se dio cita en el Europeo y el Mundial, donde la sablista reconoce que no estuvo “a la altura de la situación” a nivel psicológico. “Estuve de cuatro a seis meses que no me sentía yo, no disfrutaba, no era capaz de concentrarme en el rendimiento. Solo podía pensar en la clasificación y en todo lo que suponía”.
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El psicólogo ha jugado un papel clave en el camino al éxito de Martín-Portugués, dado que es una persona “muy emocional”. A ella le ayuda a concentrarse y a intentar no centrarse en los estímulos que no debe. Sin embargo, destaca que lo que más trabaja con él “es la parte personal para intentar que las cosas de mi día a día no me afecten. Creo que si tienes esa parte regulada, la otra te sale con más facilidad”.
Si hay algo que caracteriza a todo gran deportista de élite es su fuerza mental y su capacidad de superación y de reponerse de las derrotas. Y eso hizo. “Con el psicólogo y con mi entrenador conseguimos reencauzar la situación y finalmente han vuelto las medallas y en el momento más oportuno”: una plata en Atenas y el billete a los Juegos Olímpicos. “Me hubiese encantado que mis compañeras se hubiesen unido a mí, porque nuestro objetivo siempre fue la clasificación por equipos, pero bueno, no lo hemos conseguido y ser su representante es todo un privilegio y un honor para mí”.
Las chicas del sable, como se apoda el equipo femenino, fueron un apoyo para la sablista madrileña durante la Copa del Mundo de Atenas: “Que estuviesen todas mis compañeras ahí conmigo para animarme y apoyarme fue un momento precioso. La gente que no me conoce no lo sabe, pero yo vivo mucho las cosas en equipo y poder hacerlo con ellas es todavía más especial para mí”. Sentir esa fuerza probablemente fue una de las cosas que le dieron el aplomo para afrontar la semifinal y final a las que llegaba un “poco nerviosa”. “No sabía si íbamos a poder sacar adelante la competición y la verdad es que tiré muy bien. Estuve en muy buena sintonía con mi entrenador y eso nos permitió conseguir la medalla de plata”.
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Respecto al momento en que se enteró de que estaba clasificada para los Juegos Olímpicos de París, lo define con tres letras: “Meh”. Fue una clasificación matemática, explica: “Al final, no estás ganando nada. Cuando vas a un preolímpico y ganas, pues te ganas tu plaza. Cuando vas a un Mundial y ganas, te ganas una medalla. Y aquí es una cosa un poco matemática”. Aunque tras la competición, llegó la auténtica celebración: “Nos fuimos a la Acrópolis, a un restaurante que ponían música en directo y como buenos españoles mezclados con griegos, acabamos todos bailando en las mesas. Fue genial”.
16 años de cambio
Pekín 2008 fue la última vez que el equipo español contó con un representante en la cita Olímpica. Pero, ¿qué ha cambiado desde entonces para conseguir el billete a París? “Claramente, ha sido la inversión de Iberdrola”, asegura Lucía Martín-Portugués, quien explica que gracias a esa financiación pudieron contratar a un equipo bien preparado que las ha guiado en el camino. “Ahora nuestro entrenador evidentemente sabe lo que hace”. Aunque destaca: “Sí que es verdad que nosotras siempre hemos sido buenas, pero teníamos un problema y es que no estábamos organizadas. No estábamos sacando el máximo rendimiento que podíamos de cada una. Y José Luis (su entrenador) ha sabido ver bien el potencial y dónde tenía que explotarlo para que ahora se dé esta situación”.
Respecto a la financiación en la esgrima considera que no se apuesta tanto por el deporte femenino y apunta a la necesidad de “un poco más de concienciación sobre la inversión en el deporte femenino en general” para evitar, por ejemplo, las tasas de abandono, ya que es entre las mujeres adolescentes donde más se da este movimiento.
Ballet, esgrima y odontología
Lucía Martín-Portugués no llegó a la esgrima por devoción o vocación, sino de casualidad, “como si todo el mundo”, asegura. La sablista comenzó haciendo ballet, pero su hermano sí que decidió apuntarse a esgrima tras ver una exhibición en el colegio. “Yo tenía que esperar a que él acabase de hacer esgrima para que mi madre nos recogiese a los dos. Yo le veía y decía ‘uf, lo mío va a ser menos tutú y más tratrá'. Y me cambié a esgrima”. Sin embargo, en ese momento no existía arma femenina de competición ni nacional ni internacional. Las competiciones eran mixtas.
Y así, poco a poco se fue formando un pequeño grupo de niñas que competía en esa arma hasta que finalmente, en 2004, entró dentro del programa olímpico y la Federación, a los tres años, decidió comenzar a invertir “porque estaba claro que había venido para quedarse”. Y lo cierto es que su generación consiguió resultados rápidamente a edades tempranas. Las ayudas ADO, actualmente gestionadas por el Consejo Superior de Deportes, comenzaron a llegar, lo que les permitió tener un sueldo y el soporte económico necesario para que ese grupo de jóvenes pudiera profesionalizarse y dedicarse al deporte de alto nivel.
Aunque lo cierto es que su vida como deportista profesional no es lo único que ocupa su tiempo. La sablista está a punto de convertirse en odontóloga, unos estudios que compagina con los entrenamientos. Respecto a cómo puede gestionar ambas facetas de su vida, destaca entre risas: “Lloro mucho”. Actualmente, tan solo le queda una asignatura de 4º y cursar 5º, quien destaca que ha habido una mejoría en cuanto a la consideración de los profesores con los deportistas de élite, ya que antes nunca nadie la comprendía ni la ayudaba. Ella tiene claro que hay que formarse, da igual cuando sea, dado que las lesiones pueden llegar en cualquier momento, explica, y tienes dos opciones: o ser entrenadora o dedicarse a otra cosa. Por eso, considera que tienes que estar preparado para entrar en “la vida muggle, de gente no mágica”, como ella lo llama.
Ahora los apuntes han pasado en un segundo plano para dejar espacio a la cita olímpica que se encuentra entre sus principales pensamientos y, en especial, el oro, una medalla que Martín-Portugués ve posible: “Yo creo que sí. Yo quiero ir y ganar. Evidentemente, clasificar por Europa en esgrima implica tener la posibilidad al menos de ganar la competición, porque es el continente más fuerte”. Lo que tiene claro es que tras los Juegos Olímpicos necesitará, aunque sea, unos días de descanso en la playa y, esperemos, con la medalla de oro colgando del cuello.