Un 8 de mayo de 2005, Kimi Raikkonen se imponía en el Gran Premio de España de Fórmula 1. Su McLaren-Mercedes ganó al Renault de Fernando Alonso, futuro campeón y segundo entonces, y al Toyota de Jarno Trulli, tercero. Mientras el Gran Circo se mostraba en todo su esplendor en Montmeló, una joven promesa del Mundial nacía en Chelmsford, Reino Unido. Se trataba de Oliver Bearman, cuyo debut en el deporte rey del automovilismo, de la mano de Ferrari, iba a venir dado, casualidades de la vida, por la baja de otro español: Carlos Sainz.
El sueño de Bearman termina por MILÉSIMAS 🔥🔥🔥
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Se queda muy cerca de la Q3 en su debut. ¡Cómo ha peleado hasta el final!#SaudiDAZNF1 🇸🇦 pic.twitter.com/SBVCfd98hn
La apendicitis del madrileño llevó a los italianos a dar la alternativa, en el presente Gran Premio de Arabia Saudí, al que ya es el piloto más joven de la historia de la Scuderia. Gracias a los 18 años, 10 meses y un día con los que contaba al pasar a ser titular el viernes. Tal precocidad también le permite convertirse en el tercer novato de menor edad que se ha visto en el Mundial, ascendiendo a la máxima categoría de forma tan inesperada como forzosa: se había hecho con la pole en Yeda para la carrera de la Fórmula 2, en la que disputa su segunda temporada.
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Por reglamento, y al ser reserva en las filas de los de Maranello, a Bearman no le quedaba otra, y bien gustoso, que renunciar a la segunda división y correr con los mayores este fin de semana. No se esperaban grandes cosas de su pilotaje, pero lo cierto es que consiguió impresionar a alguno que otro en la primera clasificación de su vida en la F1. A la hora de definir la parrilla de salida de este sábado, el británico ató la undécima posición, quedándose al borde de acceder a la definitiva Q3: 36 milésimas le separaron de lograrlo.
“Creo que soy un poco más rápido que mi posición, así que quizá pueda adelantar. No he entrenado muchas salidas, tendré que hacerlo esta noche… pero tengo confianza para mañana”, avisó el chaval. Hasta la segunda cita de 2024, su experiencia en la F1 se limitaba a 581 kilómetros, traducidos en 165 vueltas. Son las que rodó en 2023 con un Haas, escudería que podría ofrecerle un volante en el futuro y a la que representó en los test de Abu Dabi y un par de entrenamientos libres (México y Abu Dabi).
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Una década en el motor y una manía supersticiosa innegociable
Como tantos otros antes que él, los primeros coches a los que se subió Ollie, en 2013, fueron los karts. Tras siete años fogueándose en ellos, dio el salto a la Fórmula 4 alemana e italiana. Bearman se llevó el título en ambos campeonatos en 2021, convirtiéndose en el primero que conseguía algo así en un mismo curso. Ya en 2022, concluyó tercero en la Fórmula 3, subiendo a la F2 la campaña pasada: fue sexto en la tabla, con cuatro victorias.
En su primer día en la oficina, se llevó los elogios de un Charles Leclerc que, aparentemente, respirará algo más tranquilo en lo que respecta al box de al lado. “Ha hecho un grandísimo trabajo con sólo una sesión (décimo en los Libres 3). Obviamente, es un día muy especial para él”, reconoció el monegasco. El integrante de la F1 con el que el joven tenía más ganas de correr, a tenor de lo que comentó en un vídeo reciente de la Fórmula 2.
🗣️ Oliver Bearman, tras su debut
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De repente, y sin previo aviso, Oliver Bearman se ha encontrado ocupando el asiento de Sainz y apretándole las tuercas, en la medida de lo posible, a Leclerc. Algo que, sin duda, no se ve con asiduidad en Ferrari. Concretamente, no se asistía a un estreno en la F1 conduciendo uno de los icónicos monoplazas rojos desde Gran Bretaña 1972, con Arturo Merzario como protagonista. Él salió noveno y acabó sexto. En unas horas, se disiparán las dudas al hilo del papel que, desde el P11, puede hacer el nuevo exponente de la cantera del paddock.
Haga lo que haga, será sin el apoyo de su madre en las gradas, por pura y dura superstición. Cuando ella ha aparecido en las carreras, a Ollie no le han ido especialmente bien las cosas. Así que, por si acaso, decidió vetarla, aun cariñosamente, de los circuitos. El territorio en el que estaba predestinado a moverse como pez en el agua desde el mismísimo momento en el que llegó al mundo.