Lamine Yamal es suficiente para que el Barça difumine su apatía contra el Mallorca: pitos en Montjuïc antes de recibir al Nápoles

Los de Xavi pudieron dar gracias de que el finalista copero les perdonase la vida en varias ocasiones claras. Un latigazo del chaval de 16 años en el 73 sirvió para amarrar la victoria (1-0) y presionar al Madrid, que está a cinco puntos

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Lamine Yamal celebra el gol ante el Mallorca (REUTERS/Albert Gea)
Lamine Yamal celebra el gol ante el Mallorca (REUTERS/Albert Gea)

El Barça llega al partido más importante de lo que va de temporada inmerso en un mar de dudas. No hay manera de que el conjunto azulgrana invite al optimismo. Todo lo contrario antes de recibir al Nápoles en Montjuïc, cuya parroquia no dudó en hacer uso de los pitos para materializar lo evidente: este equipo no carbura. La excepción a la regla, últimamente, es el partido destacable. En las citas ya tachadas en el calendario, mandan aquellas para olvidar. También lo fue, aun con el triunfo, la que se afrontó ante el Mallorca este viernes. Con los bermellones rondando el gol en varias ocasiones, perdonando incluso, el orgullo recayó en la adolescencia demasiado bien llevada de Lamine Yamal. Fue el descaro del imberbe, y apenas eso, lo que dio aire a los culés (1-0).

“He visto espacio para chutar y lo he probado ahí”, aseguraba el adolescente. “Meter gol con nuestra afición delante es un sueño siempre”, añadía, todo naturalidad. Tiene 16 años, pero ningún reparo: tras una primera mitad en la que nada se supo de él, hizo propósito de enmienda y se echó al equipo a la espalda cuando peor dadas venían. Algo encomiable en cualquier jugador que se precie, pero más en uno que acaba de empezar a manejarse entre profesionales. Para Yamal, la edad no es impedimento para demostrar. Su latigazo por la escuadra fue un obús digno de juego, set y partido.

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Xavi, que tuvo que seguir el choque en el palco al estar sancionado, se veía obligado a hacer uso del discurso habitual. “Es la tónica de toda la temporada. La efectividad nos marca. Nos ha costado”, afirmaba. No quiso pasar por alto las ocasiones de las que gozaron los suyos. Más que para ganar por un gol, a juicio del técnico. Pero concretadas en ese tanto solitario que supuso la mejor noticia de la noche, junto con la situación clasificatoria: situarse a cinco puntos del Real Madrid en LaLiga significa presionar al eterno rival.

Yamal en el disparo del 1-0 (REUTERS/Albert Gea)
Yamal en el disparo del 1-0 (REUTERS/Albert Gea)

Más allá de la irrupción de Yamal y de mantener viva la lucha por el campeonato doméstico, la nada. Por mucho que el entrenador barcelonista quiera ver con buenos ojos el duelo trascendental de Champions que le espera el próximo martes, lo cierto es que la necesidad de mejoría no ha dejado de ser acuciante. Incluso él mismo seguía en la zona noble del Estadio Olímpico, por televisión, las evoluciones de los italianos. Quizá, porque lo que ocurría en su propio campo era hasta un tanto indigno de ver.

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Otro rescate a última hora

Quién sabe si el signo del choque no podría haber cambiado en el caso de que el pisotón de Copete a Raphinha no hubiese supuesto un penalti acertado. Pero no fue el caso: después de que el VAR decretase que había que lanzar una pena máxima, Gündogan la tiró de mala manera y el 0-0 se mantuvo intacto en lo que restaba de primera mitad. Era el cuento de nunca acabar para la actual versión del Barcelona: control, pero fogueo a la hora de la verdad.

El peligro era mucho más real por parte del Mallorca. Puede que su valentía haya dejado un regusto un tanto amargo entre su hinchada, porque se puede decir que, en varias acciones, perdonó. A quien menos le sonrió la fortuna fue, sin duda, a Muriqi. Las tuvo de todos los colores: un cabezazo al segundo palo, un pase de la muerte que hubiera llegado a sus botas de no ser por Cubarsí y otro remate de cabeza, ya en la segunda parte, que se fue al larguero.

Por si no era suficiente disgusto para los locales no haber salido airosos en el punto fatídico y ver cómo uno de los finalistas de la Copa les tenían acorralados, Raphinha, de lo más potable en la presente campaña, se lesionó. Demasiado como para que la grada no silbase: alguna aparición de Gündogan, un disparo desde la frontal de Joao Félix y cierta garra de Fermín no se consideraban muestras de estar a la altura de las circunstancias.

Gündogan y Copete en acción (REUTERS/Albert Gea)
Gündogan y Copete en acción (REUTERS/Albert Gea)

Sí lo estuvo Lamine Yamal tras el descanso. El que avisa no es traidor, y lo que acabó en el travesaño en primera instancia se convirtió en el 1-0 en última, minutos más tarde. ¿Lo bueno para el Barça? Que iba por delante en el marcador. ¿Lo malo? Que quedaba más de un cuarto de hora de juego. Muy sufrido, como no se consigue evitar en demasía recientemente. Pero nada se movió. Premio gordo tal y como está el patio en la Ciudad Condal.

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