El ruido de los motores en Yeda silencia -al fin- el exceso de habladurías que rodean el paddock. El Horner leaks y la rumorología sobre un efecto dominó que situaría a Verstappen en Mercedes y Alonso en Red Bull dan un paso al lado con la llegada del asfalto, donde la escudería austríaca se siente inmune a conato alguno de guerra civil. Aunque el trazado revirado de Arabia muestra, a priori, un tablero diferente al de Baréin, donde se disputó la primera carrera del año. Un país sin tradición deportiva del tamaño de la ciudad de Madrid. Ya no sorprende que las dos primeras de año se lleven a cabo en Oriente Medio. Tampoco la última, disputada en Abu Dabi en lugar de Interlagos.
El panorama ha cambiado por completo. Durante décadas, las marcas y circuitos europeos monopolizaron la competición. Sin embargo, ese poder comenzó a revertirse en los ochenta, cuando la Asociación de Constructores (FOCA) y la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), organizadora del campeonato, se enfrentaron por el dominio de la Fórmula 1. La guerra entre ambas partes culminó con la firma del Pacto de la Concordia en 1981, que le otorgaba a la FOCA el control sobre los contratos comerciales y de televisión.
El Pacto de la Concordia, un antes y un después
Los ingresos se dispararon y se impulsó la globalización, pero ha desembocado en el declive de Europa en el campeonato. Los países del Viejo Continente han pasado de albergar el 66% de las carreras de Fórmula 1 en 1981 al 39% en 2023. Francia y Alemania ya han desaparecido del calendario, y otros países como Bélgica y Mónaco rozaron la caída. La deseuropeización se produjo por dos motivos: económico y medioambiental, según relata un miembro de la FIA a este periódico.
La organización de las carreras requiere grandes inversiones de dinero público y cada vez menos países europeos están dispuestos a asumir esos costes. A la Fórmula 1 tampoco le interesa permanecer en Europa, donde pagan aproximadamente la mitad que en Asia y Oriente Próximo por organizar sus grandes premios. El segundo motivo es la transición energética. El compromiso de la Unión Europea de avanzar hacia las energías renovables contrasta con la contaminación que generan las carreras. A ello se suma también la presión de grupos activistas medioambientales. Como Just Stop Oil, cuyas protestas irrumpieron en la pista durante el Gran Premio de Gran Bretaña de 2022 en señal de protesta.
Estados Unidos domina y Arabia saca la chequera
En apenas dos décadas, la región de Oriente Medio ha pasado de no aparecer en el mapa de la Fórmula 1 a organizar cuatro grandes premios en 2023. Su envido fue tal que el fondo soberano saudí llegó a ofrecer 20.000 millones de dólares para comprar el campeonato, aunque Liberty -empresa estadounidense dueña de la F1- rechazó la propuesta. Riad sigue siendo uno de los grandes inversores del sector: la empresa petrolera estatal Saudi Aramco es el patrocinador principal de la categoría y el segundo mayor accionista de Aston Martin.
Estados Unidos ha aprovechado el retroceso de Europa para dominar la Fórmula 1. El país se ha erigido como la potencia del campeonato desde que Liberty Media, el gigante mediático estadounidense, compró la categoría por 4.400 millones de dólares en 2016. Liberty se propuso introducir la Fórmula 1 en Estados Unidos para revertir su caída en ingresos y audiencias. La tarea no era sencilla: el interés de los estadounidenses por la Fórmula 1 era escaso. Las diferencias horarias y la naturaleza europea del campeonato llevaban al público a decantarse por las competiciones nacionales: la NASCAR y el IndyCar.