No hubo ni un atisbo de remontada en el Reale Arena. El PSG, que llegaba con una significativa ventaja tras el choque de ida, no dio a pie a ningún tipo de especulación. Saltó al césped y se merendó a la Real Sociedad de principio a fin. Guiados por Mbappé y por un movimiento maestro de Luis Enrique, que tiene muy trabajado a un conjunto francés muy superior al equipo vasco. La travesía europea de la Real toca a su fin. Ni el récord de asistencia en el Reale Arena pudo evitar la caída con honores en Champions. Uno no puede transitar por Europa sin gol y los txuri-urdin pecaron de negados cara a portería. Y precisamente de la cualidad que carece la Real, va sobrado el equipo de Luis Enrique.
Mbappé sumó su gol 34 en 34 partidos, que se dice pronto. No obstante, la puesta en escena de la Real Sociedad no fue mala. Quería jugar con paciencia, porque como decía su entrenador, lo mismo valía un gol en el minuto uno, que en el setenta, pero empezó a perderla cuando Kylian recibió el primer balón en la banda que gobierna. Recibió en el fondo, junto al vértice del área. Zubeldia tapaba. El francés hizo dos amagos, y tras el segundo, ya con ángulo para el disparo, no se lo pensó y cruzó la pelota para ensanchar la distancia en la eliminatoria.
Sin gol no hay premio
Al margen de eso, la Real no está para estos miuras. Hace tiempo que ha perdido esa exuberancia en su juego que exhibía en el arranque del campeonato y que le permitió finalizar la fase de grupos de la Champions en lo alto del liderato. Ya es mala pata que le tocara el PSG y que, su inercia dubitativa cuando tuvo lugar el sorteo, haya sido revertida con la llegada de la primavera a la vuelta de la esquina. En una semana la Real ha colapsado. Se ha caído de la Copa y de la Champions y la costalada se extiende a Liga, donde sólo ha ganado uno de los seis últimos partidos.
La corroboración del bloqueo donostiarra quedaba reflejada en el trabajo sin balón. Dejaron de ser un reloj y se convirtieron en descoordinación. Un jugador marcaba las tres y otro las nueve, no todos saltaban a la presión y el PSG salía fácilmente con la pelota jugada. Luis Enrique había situado a Dembélé algo descolgado para involucrarle en la construcción y liberar a Mbappé de trabajo defensivo alguno. El asturiano metió en el congelador el ambiente caliente de Anoeta. La Real se marchó a la caseta con un disparo lejano de Kubo como mayor prueba de peligro y muchos debes en su cuenta.
Barrenetxea levanta la moral
Sin embargo, no se cobró ninguno de ellos. Sí lo volvió a hacer Mbappé, otra vez cayendo desde la banda. Aguantó paciente para no caer en fuera de juego, recibió de Kang In Lee y fusiló a Remiro en el mano a mano. Eso ya fue definitivo. El PSG comenzó a abanicarse desde la hamaca de la tranquilidad que le daba ir 4-0 en la eliminatoria. Después apretó la Real, más por orgullo que por alimentar la esperanza de remontar lo imposible. Barrenetxea salió en la segunda parte para levantar la moral de la tropa.
Marcó en fura de juego a pase de Zubimendi, para abrir boca. Y ofreció chispazos en una noche apagada. Después metió un pase a Turrientes que no marcó por una parada milagrosa de Donnarumma. La Real se merecía una despedida digna y la medio tuvo. Merino metió el gol de la honra. Olasagasti también contribuyó a mejorar la imagen. Por Anoeta no se escuchará más el himno de la Champions, en su lugar habita una duda sin respuesta ¿Cómo hubiera quedado el partido si se hubiese jugado con se llevó a cabo el sorteo?