Hay muchas películas que abordan el alcoholismo, pero pocas que lo hagan desde una perspectiva alejada de sensacionalismos. La ópera prima de Aitor Echevarría se encarga de mostrar la adicción de una manera tan rigurosa como reflexiva y lo hace a través de las consecuencias que se generan en el entorno familiar, de qué manera afecta a las personas queridas esta enfermedad que cada día se encuentra más generalizada, pero que sigue constituyendo un estigma.
La película se llama Desmontando un elefante, una expresión que tiene que ver con algo que ocupa todo el espacio, que se sabe que está ahí siempre presente, pero del que nadie quiere hablar. ¿Cómo se puede abordar la cuestión? Quitando poco a poco las capas hasta llegar al centro del problema.
Una historia de adicciones cotidianas
La protagonista se llama Marga (una estupenda Emma Suárez), una mujer que ha alcanzado el reconocimiento en su profesión (es arquitecta), aunque el consumo diario de alcohol ha terminado repercutiendo en su vida. No sabremos cómo llegó a esa situación, tampoco importa, porque lo fundamental es cómo ha afectado a su vida y aquellos que la rodean, en especial a su hija Blanca (Natalia de Molina), encargada de vigilar a su progenitora para que no vuelva a recaer hasta el punto de perder su propia vida.
“La película parte de una experiencia personal del propio director, que se inspiró en la historia de un familiar que había pasado por ese proceso. Así que estaba muy involucrado con el tema, hasta el punto de ir a terapia junto a las personas que sufrían adicción a lo largo de más de tres años”, cuenta Natalia De Molina a Infobae España.
Cuenta la actriz, ganadora de dos premios Goya (por Vivir es fácil con los ojos cerrados y por Techo y comida) que sintió mucha confianza hacia el proyecto cuando leyó el guion, ya que tenía una propuesta muy clara y una mirada muy limpia en torno a una serie de problemáticas que se encuentran incrustadas en nuestra sociedad. “Me pareció que aportaba una perspectiva distinta a temas como las relaciones de codependencia, cómo viven los familiares que acompañan a estas personas durante todo el proceso de curación”, continúa.
El estigma del alcoholismo funcional
Además, Desmontando un elefante contaba con una particularidad: es una película sobre el alcohol en la que no aparece ningún momento el alcohol. “Era parte de la propuesta, que huía de melodramatismos. Y yo creo que habla de temas muy peliagudos desde un enorme respeto y sensibilidad y, además, alejándose de cualquier tipo de cliché”, añade Alba Guilera, que encarna a la otra hija de Marga, que mantiene una postura totalmente diferente a la de su hermana.
“El alcoholismo funcional sigue siendo un tabú, y como todos los tabúes hay mucho silencio, mucho secreto y mucha vergüenza, mucha culpa y miedo a la hora de afrontarlo y un enorme estigma social. El alcohol forma parte de nuestra sociedad, por lo tanto, la sociedad es adicta. Partiendo de eso, el sistema necesita crear personas con algún tipo de adicción para que consuman, para poder seguir en la rueda. Al final, el alcohol está tapando otras cosas más importantes, como un gran vacío y la imposibilidad emocional de enfrentarse a los problemas. La vida a veces se hace muy dura y lo fácil es evadirte de alguna manera, por eso está tan extendido. Todos tenemos una imagen del alcohólico que no se corresponde a la realidad, porque afecta a todo tipo de personas, de todas las clases sociales”, reflexiona Natalia de Molina.
En la película, se creará una relación muy tóxica entre madre e hija. “Son dos mujeres reflejándose la una en la otra”, continúa. “Es una madre a la que han educado para ser perfecta, como a muchas de nosotras, y han aprendido a esconder esa adicción. Por eso es muy común que una buena parte de las personas que consumen sean madres de familia, porque se encuentran asfixiadas por las responsabilidades”.
Las actrices acudieron a centros especializados para entender mejor las dinámicas tanto de los adictos como de sus familiares. “Nosotras estuvimos en Barcelona, en el Centro Hipócrates y en Al Anon, y aprendimos muchísimo, porque son problemáticas más cercanas a todos de lo que creemos”.
Además, Natalia de Molina, que en la película pertenece a un grupo de danza contemporánea, estuvo formándose a lo largo de un año para componer un trabajo corporal fundamental para su papel. “Me obsesioné bastante con el tema de la danza porque sabía que era importante en la película para explicar a esta mujer que tiene dificultades para expresarse emocionalmente y solo lo sabe hacer a través de su cuerpo”
En Desmontando un elefante no se juzga. Ni a Marga ni a ninguna de sus dos hijas. Como dicen las intérpretes, en estos casos, cada uno gestiona como puede estas situaciones. “Nadie sabe cómo lidiar con todo eso. Por eso, se entiende cualquier postura, la de implicarse, la de alejarse. El sistema nos enseña a trabajar como locos, a no cuidarnos y a no hablar de nuestros problemas. Ese es el verdadero quid de la cuestión de todo”.