El perro y el inventor más queridos de Inglaterra vuelven al cine, aunque no sea del todo a la gran pantalla. Wallace y Gromit regresa con una nueva película que acaba de estrenar en Netflix y que lleva por título La venganza se sirve con plumas, marcando una nueva colaboración entre la plataforma y Aardman Animations, el estudio detrás de estos personajes y de otros como La oveja Shaun o La hora de Timmy. Si Netflix estrenó el año pasado Chicken Run: Amanecer de los nuggets, esta vez le ha llegado al turno a la icónica pareja de stop motion, aquella con la que empezaron los días de gloria de Aardman.
Bastan un par de notas, un jersey verde y un queso para identificar a Wallace y Gromit, hoy día dos rostros esenciales en la cultura popular anglosajona pero quienes comenzaron siendo unos completos extraños para el gran público. Su historia arrancó a finales de 1989, cuando el director Nick Park presentó la idea Aardman para desarrollar una serie de historietas en torno a estos personajes. Wallace, un ingenuo y bonachón inventor obsesionado con el queso, y Gromit, su inseparable perro y su contraparte en cuanto a personalidad, mucho más frío y racional. Juntos protagonizaron el corto que llevaría a Aardman al estrellato, La gran excursión (A Grand Day Out), por la que recibirían su primera nominación al Oscar.
Aquel cortometraje ya sentaba las bases en cuanto a la técnica de stop motion que se estaba empleando en aquella época, en Estados Unidos con Tim Burton y los Hermanos Quay y en Europa con los checoslovacos Jiri Barta y Jan Švankmajer, y que llegaría posteriormente a Oceanía en manos de Adam Elliot. Dentro de Aardman fue Nick Park quien puso en marcha a Wallace y Gromit, pero Peter Lord y David Sproxton eran quienes habían sentado las bases del estudio. A la gran excursión del perro y el inventor le sucederían otros celebrados cortometrajes como Los pantalones equivocados, Un esquilado apurado o la miniserie Wallace & Gromit’s Cracking Contraptions.
2005: el año que lo cambió todo
Wallace y Gromit: la venganza se sirve con plumas es en realidad el segundo largometraje de la pareja, justo veinte años después de su primera aventura La maldición de las verduras, precisamente con la que tocó techo Aardman. La película no solo fue una oportunidad de llevarlos a la gran pantalla, sino que también fue el gran éxito de Aardman al consagrarse con el Oscar a Mejor largometraje de animación, imponiéndose a grandes títulos de aquel año como La novia cadáver o El castillo ambulante.
Sin embargo, 2005 también fue año con un gran revés para el estudio, ya que sufrió un gran incendio que destruyó más de 30 años de atrezo, maquetas y decorados construidos. Aunque no se perdió todo, fue sin duda un gran golpe para Aardman, que en ese momento se había asociado con el estudio de animación DreamWorks (el mismo de Shrek) para estrenar Ratónpolis. Wallace y Gromit regresaron en 2008 con otro mediometraje titulado Un asunto de pan o muerte, pero desde entonces habían permanecido en la sombra mientras se desarrollaban otros personajes del mismo universo, con series como La oveja Shaun o La hora de Timmy y películas como Piratas o Cavernícola.
Después de que Netflix se asociase con Aardman para la secuela de Chicken Run, le ha vuelto a llegar el turno a Wallace y Gromit, con una película que si bien no es secuela de anterior sí recupera a uno de los personajes de su universo: Feathers McGraw, un pingüino maquiavélico y sin escrúpulos que servía de antagonista en Los pantalones equivocados y quien ahora vuelve a escena para poner a Wallace y Gromit en el mayor de sus apuros. Por su parte, Nick Park -en esta ocasión junto al director Merlin Crossingham- y el estudio Aardman encuentran una nueva ventana para recordarle al mundo por qué nadie representa mejor el espíritu de aventura y simpatía británica heredadas del mejor cine clásico como Wallace y Gromit, y por que ningún avance en técnicas de animación se puede comparar a la sonrisa de plastilina de esta entrañable pareja.