John Wayne, conocido como El Duque, quedó inmortalizado como una de las figuras más emblemáticas de la industria cinematográfica. Con más de 175 papeles protagónicos a lo largo de cinco décadas, marcó un antes y un después en Hollywood, especialmente en el género western. Sin embargo, una decisión clave en 1949 pudo haber transformado el curso de su carrera de cara a los premios de la Academia, que nunca lo tuvieron en gran consideración.
Ese año, el director Robert Rossen ofreció a Wayne el papel principal en El político (All The King’s Men), una película que exploraba los dilemas éticos y la corrupción en el ámbito gubernamental. Aunque el filme prometía ser un éxito, Wayne rechazó la oferta argumentando que la película “difama la maquinaria del gobierno sin ningún propósito de humor o iluminación, degrada todas las relaciones y arroja ácido sobre el estilo de vida americano”. Esta decisión marcaría un punto crucial en su trayectoria cinematográfica, ya que en su lugar terminó haciendo Arenas sangrientas (Iwo-Jima), una película bélica dirigida por Allan Dwan y por la que Wayne obtuvo la nominación al Oscar, aunque no se lo llevó.
En su lugar, El político terminó recibiendo elogios por su trama incisiva, con Broderick Crawford en el papel protagónico. Su actuación fue ampliamente reconocida y le valió el Oscar a Mejor Actor, además de consolidar el filme como un clásico del cine político. Mientras tanto, Wayne, tras perder varias oportunidades en los premios, expresó: “Supongo que nunca me eligen porque el tipo de actuación que hago no es considerado actuación por nadie. Dirían: ‘Bueno, es solo John Wayne siendo John Wayne, no está actuando’. No me habría importado tanto perder si hubiera ganado cualquier otro”, comentaría Wayne, aduciendo a su aversión por la película.
Leyenda con o sin Oscar
Aunque rechazó este papel, John Wayne continuó forjando una de las carreras más prolíficas de la historia de Hollywood. Sus colaboraciones en westerns con cineastas como John Ford le permitieron consolidar una imagen asociada al heroísmo estadounidense, pero también limitaron su posibilidad de explorar géneros más diversos. El único Oscar de Wayne llegó dos décadas después, en 1970, cuando la Academia lo premió por su interpretación en Valor de ley, donde dio vida al marshall Rooster Cogburn. Antes de esto, había sido nominado dos veces sin éxito, reforzando el estigma que persiguió a su estilo actoral.
El político cuenta la historia de Willie Stark (Broderick Crawford), un hombre honrado y valiente, que sufre una transformación el día que decide entrar en política y descubre que todo es juego sucio. Tras ser elegido gobernador, olvidando sus principios, lo primero que hace es apoderarse de la prensa y la radio. Convertido en un ser corrupto hará cuanto esté en su mano para permanecer en el poder. La película no solo triunfó como Mejor Película en los Oscar, sino que también demostró la capacidad del cine para retratar temas sociales y políticos relevantes, aunque el tono y el enfoque no fuesen del todo del agrado de Wayne.
El legado de John Wayne no está en discusión. A pesar de sus diferencias con la Academia y su firme rechazo hacia ciertos proyectos que no resonaban con sus valores, su contribución al cine estadounidense sigue siendo incuestionable. Además, el actor terminó haciéndose con el Oscar en 1969 por Valor de ley, obteniendo al fin el reconocimiento que tanto merecía. Sin embargo, su negativa a participar en esta cinta deja abierta una interrogante: ¿cómo habría sido su historia si hubiese abordado propuestas más fuera de su zona de confort? A décadas de su fallecimiento, Wayne sigue siendo un símbolo del cine clásico, pero su relación con El político y las declaraciones posteriores dan cuenta de los complejos dilemas que enfrentó, tanto en lo actoral como en lo personal, al momento de construir su monumental carrera.