Es el único autor vivo que pertenece a la selecta nómina de escritores que han ganado dos veces el premio Pulitzer, junto a Booth Tarkington, William Faulkner y John Updike. Se trata de Colson Whitehead que, con tan solo 55 años cuenta con una de las trayectorias más apoteósicas de la literatura contemporánea.
En 2017 logró el galardón con El ferrocarril subterráneo y en 2020 por Los chicos de la Nickel, convirtiéndose en uno de las voces más representativas de la literatura afroamericana, poniendo de manifiesto en sus novelas los problemas de racismo estructural en los Estados Unidos.
Con El ritmo de Harlem inició un proyecto en forma de trilogía alrededor de un personaje llamado Ray Carney, hijo de un miembro de la mafia local y padre de familia modélico que regenta una tienda de muebles en el barrio donde nació y vivió de primera mano la violencia, dentro del panorama convulso de los años sesenta y todos los disturbios policiales que tuvieron lugar en esa época.
Qué cuenta ‘Manifiesto criminal’
Ahora, regresa con la segunda parte, titulada Manifiesto criminal (Random House), en esta ocasión, ambientada en los años setenta, dentro de un panorama todavía más decrépito en el que estalla la contienda abierta entre la policía estatal y el Ejército Negro de Liberación, y donde se mezclan las estrellas de Hollywood y los traficantes de droga, los gánsters y los agentes corruptos.
“Ray Carney se está haciendo mayor, la ciudad está cambiando, la economía está rota y hay mucho crimen en las calles. Por eso, el personaje, intentará buscar su hueco en este espacio repleto de crispación”, cuenta Colson Whitehead sobre la andadura de su protagonista en esta nueva novela, que se mueve entre dos mundos, el de la normalidad y la corrupción por sus conexiones con el hampa local, a través de la que realiza sus propios ‘trapicheos’.
“Me resulta muy difícil pensar en un sistema que no sea corrupto. La gente nace con el pecado, crea una sociedad pecaminosa y mi personaje está en medio de todo eso, intentando sobrevivir a su manera. Ray Carney escucha su lado oscuro, lo rechaza, abraza la vida criminal, pero también la rectitud moral. Creo que todos nosotros nos enfrentamos a ese reto, el de existir en una sociedad repleta de contradicciones en la que tenemos que elegir entre ser buenas o malas personas”, cuenta en una conversación vía Zoom en su apartamento de Nueva York decorado con pósters muy cinéfilos como el de Rififí, de Jules Dasin.
Influencias de la cultura popular
Y es que, en efecto, el director reconoce que su escritura se encuentra muy influenciada por el cine, la música y la cultura popular, algo que lo caracteriza de manera fundamental. Cuenta que sus padres eran muy aficionados a la lectura. Que su casa estaba llena de libros, desde best-selles de Jackie Collins a novelas de Stephen King, pasando por los cómics de los X-Men. “Una de mis mayores referencias para esta trilogía ha sido el cine de los años 60, 70 y 80, desde El silencio de un hombre, de Jean-Pierre Melville a French Connection, de William Friedkin. Y, en cuanto a lecturas de cabecera, las de Donald E. Westlake y Patricia Highsmith, siempre he estado obsesionado con el personaje de Ripley y sus dualidades, para mí es el ejemplo de antihéroe perfecto. Por supuesto, Chester Himes está ahí, pero también hay otras muchas cosas”.
Y, ¿en cuanto a la música? Porque ambas novelas están marcadas por ella, incluso en la propia forma que tiene el autor de escribir. En Manifiesto criminal, incluso encontramos un ‘cameo’ de Michael Jackson, cuando el protagonista busca entradas para ver a los Jackson Five. “Mi música preferida es la de los 70, como los Talking Heads, Los Ramones. Pero también escuchaba reggae, pop. Pero en términos de cultura popular, está claro la influencia de Michael Jackson y su primera banda. Es una buena referencia porque, fue un genio dotado, pero ahora sabemos que detrás había un monstruo”.
El autor cuenta que se le ocurrió el germen de esta trilogía mientras veía Ocean’s Eleven que, al fin y al cabo, no deja de ser una historia de pillos. A partir de ahí, decidió seguir los pasos de un personaje a lo largo de 30 años, con el trasfondo social y político del barrio de Harlem. “Para mí la ciudad de Nueva York es una fuente de inspiración, tiene mucha historia y quería de alguna manera homenajearla”.
En estos momento, Colson Whitehead se encuentra terminando el que sería el cierre de la trilogía. Mientras, en Estados Unidos está a punto de estrenarse la adaptación de Los chicos de la Nickel, una película dirigida por RaMell Ross titulada Nickel Boys que acaba de ser nominada a los Independent Spirit Awards y que podría ser una de las sorpresas en los próximos Oscar. De su obra, Barry Jenkins ya adaptó en formato serie El ferrocarril subterráneo.