En un giro inesperado de los acontecimientos que pocos podríamos haber imaginado, nos encontramos ante una nueva tendencia cinematográfica, la de convertir a personajes entrañables que forman parte del imaginario colectivo de la cultura popular infantil en figuras de pesadilla dentro del cine de terror.
Se trata de un fenómeno que tiene una explicación de carácter legal: la expiración de los derechos de autor que durante décadas habían protegido estas historias, abriéndose un nuevo camino a la ‘reinterpretación’ de estos mitos desde puntos de vista radicalmente diferentes al material de origen con un claro regusto provocador.
Iconos de Disney que se transforman en monstruos de terror
Esto es lo que precisamente ocurrió con las obras originales de A.A. Milne, autor de los relatos sobre Winnie The Pooh y sus amigos. En 2022 caducó su copyright, poniendo fin al monopolio de explotación que ostentaba la factoría Disney desde los años sesenta. ¿Qué ocurrió? Que tanto el icónico oso de peluche como sus compañeros Piglet y Tigger, podían ahora ser utilizados libremente.
El resultado, fue Winnie The Pooh: Miel y sangre (2023), la primera parte de una franquicia de terror y gore que ahora continúa con su secuela, Winnie the Pooh: El bosque sangriento, que acaba de aterrizar en la cartelera.
En ellas se nos presenta una visión distorsionada, macabra y desagradable de todo este universo, de manera que Winnie y Piglet se embarcarán en una serie de asesinatos sangrientos tras ser abandonados por su amigo y protector, Christopher Robin.
Las películas han sido definidas como material de despojo, ‘trash’ y ‘explotation’, con efectos especiales cutres y una pésima calidad, además de resultar de lo más repulsivo, un poco en la onda de otro fenómeno de masas como ha sido el de Terrifier.
El caso es que, a pesar de ganar varios premios Razzie, este tipo de producciones comienzan a ser demandadas por los amantes del género en su vertiente más macarra, de forma que ya se está preparando la tercera parte, que se estrenará el próximo año.
Un ‘multiverso’ de atrocidades
El responsable de esta inesperada saga es Rhys Frake-Waterfield, que se ha autoproclamado como el “destructor de recuerdos de la infancia” a través de la productora Jagged Edge Productions y que también está dispuesto a perpetrar sacrilegio contra el clásico de J.M. Barry, Peter Pan, en una versión que dirigiría el protagonista de Winnie The Pooh, Scott Chambers en la que Peter Pan sería malvado y Campanilla una adicta al ‘polvo de hadas’. Se llamaría Peter Pan’s Neverland Nightmare.
Además, también tiene planeado desmontar a Pinocho, y eso a pesar de que versiones como la de Mateo Garrone ya eran bastante oscuras y poco recomendadas para público infantil. Pero, en este caso, en Pinocchio Unstrung, se iría, cómo no, bastante más allá. A todo este nuevo universo se le ha llamado el Twisted Childhood Universe y solo acaba de empezar.
Otro de los cuentos que se revisitarán será el de Bambi en Bambi: The Reckoning, en la que el cervatillo se convertirá en un monstruo después de la muerte de su madre, sediento de sangre y de venganza. Una película que coincidiría en el tiempo con un ‘live action’ para todos los públicos.
El éxito de estas adaptaciones ha inspirado a otros cineastas a seguir la misma senda. The Mouse Trap, estrenada recientemente en plataformas de streaming, presenta a un asesino en serie disfrazado de Mickey Mouse.
El debate sobre el impacto de estas transformaciones no se limita a lo artístico, sino que también aborda cuestiones sobre cómo la cultura popular recicla y subvierte iconos infantiles. Para muchos, estas películas representan una forma de exorcizar los recuerdos idealizados de la infancia; para otros, son meros ejercicios de explotación comercial. Lo que parece claro es que la transición de los cuentos al terror no muestra señales de detenerse.
El fenómeno de convertir ídolos infantiles en figuras de horror plantea preguntas sobre el poder simbólico de estos personajes en la cultura contemporánea y cómo el cine refleja, a veces de manera grotesca, las tensiones entre nostalgia y renovación.