En 2013, gracias al éxito de Frozen. El reino de hielo se produjo una revalorización inesperada del universo de las ‘princesas’ Disney. De manera inmediata, Elsa y Anna se introdujeron en el seno de la cultura popular convirtiéndose en los personajes más queridos del público infantil. Todo ello propiciado por una estrategia de márketing desaforada en la que tanto el vestuario como los juguetes relacionados con la película se convirtieron en el ‘merchandising’ más vendido durante muchas temporadas.
Sin embargo, se trataba de un concepto de ‘princesa’ demasiado canónico y, por qué no decirlo, un tanto anquilosado en el pretérito, con su belleza caucásica normativa, su corona e, incluso su varita mágica. Es cierto que en la factoría ya habían intentado introducir personajes femeninos que no respondieran a los cánones habituales, como ocurrió con Mérida, la protagonista de Brave (Indomable), que con su melena pelirroja y orígenes irlandeses se atrevía a desafiar las costumbres de su pueblo.
Vaina, una heroína diferente
En ese sentido, Vaiana (Moana en su versión original), seguriría un poco esos pasos, pero iría todavía más allá, hasta el punto de que muchos la describieron como la primera heroína feminista de Disney.
En la película, que se estrenó en 2016, nos encontrábamos con una adolescente, hija del rey de Oceanía (por tanto, princesa) que se negaba a seguir los designios de su padre. En una tierra rodeada de agua, ella quería salir a explorar, tenía un espíritu indómito y rebelde y su carácter no se acomodaba al sedentarismo de su tribu. Así que decidirá romper con todo y seguir su instinto para embarcarse en una aventura para restaurar el equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza.
Sin duda, se trata de una óptica más contemporánea y combativa, proponiendo un modelo de joven independiente, fuerte, lista y que es capaz de imponer sus ideas y decisiones por encima del patriarcado al que pertenece.
En su momento, la productora Osan Shurer dijo que querían configurar un modelo de chica que inspirara lucha y libertad, unos valores que hasta el momento no habían sido precisamente los que caracterizaban a la mayoría de los personajes femeninos.
Además, en esta ocasión no existía historia de amor, no había ningún interés sentimental durante el itinerario. La nueva ‘chica’ Disney no se movía por alcanzar los favores de ningún príncipe azul, sino que su identidad se desarrollaba por sí misma.
Una apuesta por los cuerpos reales
Vaina no había sido la primera princesa ‘racializada’. En ese sentido también encontramos a la nativo americana Pocahontas, a la afroamericana Tiana (de Tiana y el sapo) o a las asiáticas Mulan o Yasmin (de Aladdin), pero lo que sí es cierto es que no se parecía a ninguna otra, sobre todo en lo que se refiere a su cuerpo, ya que todas ellas siempre habían estado representadas a través de una extrema delgadez, una cintura de avispa y unas piernas con un diámetro diminuto.
Los responsables de la película, Ron Clemens y John Musker se embarcaron en una investigación sobre las tierras de Oceanía y en sus habitantes, para que se acomodaran a una estética realista. El resultado fue un personaje que concentraba toda una serie de características que no se habían reunido nunca en uno de esos roles tradicionales.
Por el momento, la única que se ha aproximado a su descaro, y solo de forma indirecta, ha sido la pequeña Vanellope en Ralph rompe Internet, en la que, de forma entrañable, reivindicaba su derecho a ser una ‘princesa’ Disney.