Comenzó a escribir en 2009 y ya tiene tras sus espaldas más de 60 libros publicados, la mayoría de ellos pertenecientes a una serie de sagas, entre ellas, las tituladas ‘Las guerreras Maxwell’ o ‘Pídeme’, a la que precisamente pertenece la primera película que se adapta del universo de esta escritora que se ha convertido en uno de los máximos exponentes del género ‘chick lit’ o novela romántica destinada a satisfacer las necesidades de las nuevas generaciones.
En realidad se llama María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro y su procedencia es de lo más curiosa: nació a mediados del los años sesenta en Núremberg, en Alemania, hija de padre estadounidense y de madre toledana, junto a la que se trasladó a España cuando era pequeña, a vivir las dos solas.
Antes de dedicarse a la literatura, ejerció como secretaria en una asesoría jurídica hasta que su hijo enfermó y se dedicó a cuidarlo en casa. Ahí empezó a escribir, al principio para sus familiares y amigos, y poco a poco, fue ampliando su espectro hasta llegar a estudiar escritura creativa online, de donde surgirían sus primeros trabajos profesionales con el seudónimo Megan Maxwell.
Las razones del éxito de Megan Maxwell
¿Pero, qué tienen las obras de esta escritora que han generado un fandom absolutamente fiel y militante que incluso se tatúa su símbolo en el cuerpo?
Para explicarlo habría que retrotraerse a la brecha que abrió E. L. James con su célebre franquicia Cincuenta sombras de Grey, que inició un sendero editorial en el que el erotismo femenino se apoderaba de la función.
Aquel torbellino supuso un antes y un después dentro del fenómeno fan de las ficciones literarias para adultos y el estreno de la primera de las películas que lo adaptaba, protagonizada por Dakota Johnson y Jamie Dornan, se convirtió en una auténtica locura, coincidiendo con San Valentín y generando ‘quedadas’ de amigas llevadas por un entusiasmo que hacía tiempo que no se veía en la industria cinematográfica.
Desde ese momento, hemos asistido a muchos clones del mismo esquema y han sido múltiples las autoras que han sacado partido al erotismo soft aunque, en la mayoría de los casos, en el fondo, su trasfondo no dejaba de resultar de lo más conservador e incluso reaccionario, ya que los roles ‘heteropatriarcales’ seguían perpetuándose hasta la extenuación.
¿Un trasunto de ‘50 sombras de Grey’?
50 sombras de Grey nos dio mucho ‘salseo’ en su momento, era una película autoconsciente de su naturaleza, y jugaba con los elementos de despojo sin atisbo de sonrojo. Era más adulta y picarona que Crepúsculo y el morbo parecía haberse puesto de nuevo de moda.
En cualquier caso, fue un fenómeno mundial bastante irrepetible, por supuesto, previo al estallido del Me Too, ya que su análisis de género, dado el contenido de masculinidad tóxica que acumulaba el personaje de Grey, resultaba de lo más reprobable, por no hablar de que, en él, se concentraba un contexto de tiranía social y económica sobre el objeto de su deseo.
Las cosas han cambiado en estos últimos años, pero precisamente, la novela que ahora se adapta al cine, Pídeme lo que quieras, data precisamente de 2012, en plena explosión del ‘fenómeno Grey’, por lo que podemos considerarla como uno de sus muchos émulos, ya desde la diferencia de poder que existe entre los protagonistas hasta las relaciones de sumisión femenina.
Así, ella, Judith Flores (que interpretaría Gabriela Andrada) es una empleada de la oficina de un grupo alemán donde conocerá a un joven empresario, Eric Zimmerman (Mario Emilio). El mecanismo será el de siempre: él se encaprichará de ella y la arrastrará a su mundo, que incluye juegos sexuales de todo tipo, en el también hay espacio para los intercambio de parejas. O, lo que es lo mismo, enésima nueva versión del clásico cuento de hadas (bastante poco feminista) con altas dosis de picante y que contrasta con ficciones como Babygirl, protagonizada por Nicole Kidman que, además de adentrarse en las fantasías femeninas, lo hace de una manera claramente paródica en lo que respecta a este tipo de producciones trasnochadas que tuvieron su punto álgido en los años noventa tras el estreno de Instinto básico.
De nuevo, ¿por qué triunfan las historias como las de Megan Maxwell? Por una parte, por el morbo, por las escenas de sexo más o menos explícito. Por otra, por la constante defensa que hacen sus fans de que los personajes femeninos se encuentran liberados y se amoldan a los nuevos tiempos, que son fuertes, decididos y tienen claro lo que quieren y, al parecer, lo más importante, que en ningún momento hacen nada que no quieran... una idea del empoderamiento de la mujer que no se llega a adecuar del todo con el relato que plantea, aunque esto sea siempre una cuestión subjetiva.