Elvis Presley y John Wayne son dos de los nombres más emblemáticos de la cultura popular estadounidense del siglo XX. Cada uno, a su manera, dejó una marca indeleble en su respectiva industria: Elvis como el Rey del Rock and Roll y Wayne como Duke (El Duque), una leyenda del cine del oeste. A pesar de haber brillado en escenarios distintos, sus caminos se cruzaron en un memorable encuentro que continúa fascinando a los aficionados. La anécdota de este encuentro, narrada por David Stanley, hermanastro de Elvis, ofrece un vistazo íntimo a la interacción entre estos dos gigantes culturales.
Ocurrió en un estudio en Las Vegas, donde Elvis tenía planificada una serie de presentaciones. Fue allí donde, según Stanley, Elvis, un ferviente admirador del cine de Wayne, aprovechó la oportunidad para expresar su gratitud al actor por su “contribución a la victoria en la Segunda Guerra Mundial”. Aunque sus palabras hacían referencia a las heroicas interpretaciones de Wayne en el cine bélico, éstas reflejaban la profunda admiración y respeto que Elvis sentía por su interlocutor.
La conexión entre Elvis y Wayne era algo natural. Ambos compartían una devoción por valores patrióticos y conservadores que esculpieron sus carreras y vidas personales. Aunque nunca llegaron a colaborar en un proyecto cinematográfico, fue en 1969 cuando estuvieron más cerca. La película True Grit (Valor de ley) se convirtió en un éxito, ganando a Wayne un Oscar al Mejor Actor por su papel, un filme que casi tiene a Elvis como co-protagonista.
David Stanley también recuerda su propio encuentro con John Wayne. Como guardaespaldas de Elvis y miembro de la Mafia de Memphis, Stanley estaba acostumbrado a estar rodeado de celebridades. Sin embargo, conocer al legendario actor fue una experiencia sobrecogedora. Stanley describió a Wayne como una figura imponente que, en su usual estilo sencillo y directo, se presentó simplemente diciendo: “Mi nombre es John Wayne”. Antecedido por el aura de grandeza del actor, el joven Stanley, entonces adolescente, no pudo evitar sentirse intimidado mientras reconocía de inmediato al ícono del cine que tenía frente a él y responder: “Sé quién es usted, señor”.
Vidas separadas, leyendas unidas
El legado de estos dos íconos, tanto de Elvis como de Wayne, resuena hasta el día de hoy. Elvis Presley, con su carisma y talento incomparable, revolucionó la música y se convirtió en un símbolo del Rock and Roll. Su influencia abarca mucho más allá de lo musical, pues fue un pionero en romper las barreras culturales y raciales de su tiempo. Por su parte, John Wayne encarnó durante décadas el arquetipo del vaquero americano, protagonizando cientos de películas que definieron un género y se infundieron de un sentido de patriotismo que resonó con millones.
A través de encuentros ocasionales en los estudios de cine donde ambos trabajaban, aunque no compartieron pantalla, su relación fue un reflejo del mutuo respeto y admiración que sentían el uno por el otro. Ambos ejercieron una influencia significativa en la cultura popular, extendiéndose más allá de sus dominios inmediatos y marcando generaciones enteras. Aunque sus carreras siguieron caminos paralelos, el respeto que se profesaron quedó evidenciado en las pocas ocasiones que pudieron compartir. La narrativa de David Stanley nos permite apreciar una amistad construida sobre valores comunes y un profundo respeto mutuo, ilustrando cómo incluso los más grandes artistas pueden ser admiradores de otros.
Hoy, casi medio siglo después de sus fallecimientos, Elvis Presley y John Wayne continúan siendo referentes en el imaginario cultural de Estados Unidos. Sus obras y vidas siguen explorándose, analizando e inspirando. La historia de su encuentro en Las Vegas es testimonio de la admiración que estos gigantes sentían entre sí y del legado perdurable que ambos dejaron tras de sí. En un mundo cambiante, sus figuras permanecen inalterables y firmemente arraigadas en el corazón de la cultura americana.