En una época marcada por la polarización y el enfrentamiento, Stéphane Demoustier (Lille, 1977) prefiere poner el foco en los grises. Con Borgo, su exploración por las contradicciones del ser humano se manifiesta a través de su protagonista, Melissa (Hafsia Herzi). La nueva película del director de La chica del brazalete (2019) llega a las salas de cine españolas este viernes para proponerle al espectador un viaje por la complicada psique mundana. Basada en un doble asesinato que tuvo lugar en Córcega en 2017, Demoustier construye un relato propio a partir de dicho suceso.
“La idea era hacer mía la historia”, ha contado el cineasta francés en una entrevista con Infobae España. “Es un guion clásico que tiene su propia dinámica, pero que se independiza de la noticia”, añade. Lo que interesó hacer con Borgo era plantearse una sencilla cuestión que escondía, a su vez, una complicada respuesta. “’¿Cómo se pasa de una vida normal a otra como cómplice del crimen organizado?’”, se cuestiona. “No creo que alguien esté predestinado a eso”, añade.
Esa transición es la que acontece en la vida de Melissa, una funcionaria de prisiones que se traslada a Córcega y comienza a estrechar lazos con algunos de los delincuentes que habitan en la cárcel a la que presta sus servicios. “No creo que haya monstruos, no existen”, dice el director, a quien interesó capturar las razones que explican “la complejidad del ser humano”: “Nos atraviesan cosas contradictorias”, apostilla. Su protagonista, interpretada con delicadeza y maestría por Herzi, es una mujer trabajadora, una inmigrante, la esposa de un hombre que intenta reconstruir su vida familiar y alguien con inseguridad económica a causa de su trabajo. “Quería que la película captara esa riqueza”, admite.
Demoustier no tiene claro qué es bueno o malo, prefiere que el espectador se haga esa pregunta al ver Borgo. “Me gusta que en las películas haya casos de conciencia, que el personaje se enfrente a ellos. Las cuestiones de la vida se plantean de una manera más compleja y menos directa, este aspecto me entusiasma más que la estricta cuestión del bien y del mal”, relata. No en vano, la paradoja es uno de los elementos que narra el porvenir de Melissa, pues son “los que la ayudan son los que acabarán manipulándola”. Un favor se convertirá en una hoja de ruta para la exhortación.
“Las cuestiones de la vida se plantean de una manera más compleja y menos directa, este aspecto me entusiasma más que la estricta cuestión del bien y del mal”
“El racismo es una realidad cotidiana”
Para dotar de realismo al largometraje, Stéphane Demoustier no solo se basó en un crimen real acontecido en la isla francesa, también se sumergió en el abecé de las operaciones criminales que se gestan en Córcega. “Conocí a gente que trabaja en prisiones y hablé con matones corsos que me describieron los mecanismos de manipulación”, cuenta. Esto le permitió saber que la violencia que se ejerce allí no es “directa”, sino “sugerida, subyacente, apagada” y, por ende, “más poderosa”.
El racismo es, también, una parte integral del relato, siendo Melissa víctima del rechazo de uno de sus vecinos. “Todos los personajes se ven como inmigrantes allí, porque Córcega es una sociedad bastante homogénea”, cuenta. Para el director, Borgo no es tanto una lucha de egos o creencias, más bien un enjambre de personalidades “que luchan entre sí, pero en realidad pertenecen a la misma clase social”. El cineasta francés cree que el racismo “existe en Francia” y es, además, “una realidad cotidiana”: “No es sistemático, pero es común”.
En una de las escenas, el vecino de Melissa le coloca una bolsa de plátanos podridos en el pomo de su puerta. Esta acción es la que acaba desencadenando la implicación de la protagonista en la mafia local. “Me gustó la idea de que el acto racista no es irrisorio, porque de hecho es el inicio de un proceso”, cuenta. Cree que el empleo del plátano es un “cliché” en sí, pero “uno que existe y que vemos en el fútbol”, por ejemplo. “Es tan estúpido como ordinario”, añade.
“En Francia hay una voluntad política de que el cine exista”
Anatomía de una caída fue una de las películas más comentadas, y exitosas, del 2023 tras alzarse con la Palma de Oro. Su relevo ha venido de la mano de otra directora francesa con La sustancia, uno de los fenómenos de la temporada y la película del año para la cantante Katy Perry (y también para nuestra Belén Esteban). Justine Triet y Coralie Fargeat han sido dos de los nombres que más han resonado en estos últimos dos años en la industria, erigiéndose con dos películas antagónicas y valientes que muestran el músculo del cine francés.
“De momento, el cine tiene su lugar en la sociedad francesa, pero sí tenemos la sensación de que esto está cambiando, así que tenemos que permanecer alerta”
Aunque Stéphane Demoustier no cree que la industria cinematográfica de su país sea “la mejor del mundo”, sí evidencia la estructura institucional que permite que éste sea diverso y de calidad. “En Francia existe una voluntad política de que el cine exista y tenemos el privilegio y la suerte de contar con sistemas de financiación tanto a nivel estatal como regional”, cuenta el director. Eso sí, alerta de puede no ser “permanente”: “De momento, el cine tiene su lugar en la sociedad francesa, pero sí tenemos la sensación de que esto está cambiando, así que tenemos que permanecer alerta”, concluye.