Hubo un tiempo, hace bastante ya, en el que todo el mundo quería trabajar con Woody Allen. Desde grandes estrellas de cine a profesionales del más alto nivel, nadie quería quedarse fuera de cada nuevo proyecto del neoyorkino, que daba oportunidades de sobra con su frenético ritmo de producción, llegando a estrenar una película anualmente durante muchos años. Todo eso comenzó a cambiar a raíz de un suceso que produjo un punto de inflexión en la carrera del director de Annie Hall y Manhattan, un suceso que arrastra desde hace años y que llega hasta el día de hoy.
Hablamos efectivamente de las acusaciones de abuso sexual que recayeron sobre el cineasta hace ya más de 30 años y que aun siguen pesando sobre sus hombros a pesar de que nunca se hayan podido probar como ciertas. Si bien Allen nunca se ha visto procesado, sí que ha sido sometido a su particular juicio público por parte de Hollywood, que lo desterró hasta el punto de que ha tenido que producir ya no pocas películas en Europa. La última de ellas, Golpe de suerte, fue de hecho íntegramente producida en Francia, con actores franceses y una historia desarrollada en ese mismo ambiente, aunque también le generase sus problemas al director por la barrera del idioma.
La última incursión de Allen en Estados Unidos, y en concreto en su adorada Nueva York, fue en 2019 con la película Un día de lluvia en Nueva York. Protagonizada por Timothée Chalamet, Selena Gomez y Elle Fanning, cuenta la historia de una pareja de universitarios que van a pasar el fin de semana, pero cada uno por su lado se encuentra con una serie de personajes y situaciones que les hacen plantearse su relación y su propia vida. Entre esos personajes está el que da vida Rebecca Hall, que con el estreno de la película protagonizó un polémico caso al desvelar que se arrepentía de haber trabajado con Woody Allen y que donaría su sueldo, todo ello después de leer una columna de Dylan Farrow, hija de Mia Farrow y el origen de la polémica en torno al caso del director.
“No deberíamos hacer de juez y jurado en este caso”
Más de seis años después de aquello, Hall parece retractarse de lo que hizo, y cree que no debería haberse posicionado tan categóricamente. “Me cuesta. Es muy raro en mí hacer una declaración pública sobre algo. Yo hago las cosas así, es mi forma de ser política. No me considero una ‘actriz-vidente’, no soy esa persona. Y, en cierto modo, me arrepiento de haber hecho esa declaración, porque no creo que sea responsabilidad de sus actores hablar de esa situación”, comentaba Hall, que no fue la única en dar la espalda a Allen. Greta Gerwig, Kate Winslet o Rachel Brosnahan también lo lamentaron, y algunos como Timothée Chalamet se unieron a Rebecca Hall en su idea de donar su sueldo.
“Yo estaba en un enredo. Como que, en este momento, lo más importante era creer a las mujeres. Sí, por supuesto, va a haber complicaciones y matices en estas historias, pero estamos restableciendo un equilibrio. Así que sentí que quería hacer algo definitivo. Pero se convirtió en ‘otra persona denuncia a Woody Allen y se arrepiente de haber trabajado con él’, que no es lo que dije en realidad. No me arrepiento de haber trabajado con él. Me dio una gran oportunidad laboral y fue amable conmigo”, matizaba Hall, quien admite que lleva mucho tiempo sin hablar con el director, con el que previamente había colaborado en Vicky Christina Barcelona.
Al ser preguntada por el caso de nuevo e incluso por si volvería a trabajar con el director, Hall daba su argumento: “No tengo ni idea. Ya no hablo con él, pero no creo que debamos ser nosotros los que hagamos de juez y jurado en esto. (Creo que ahora) no diría nada; mi política en realidad es ser un artista. No salgas a declarar tanto tus cosas. No creo que eso me haga apática o no comprometida. Simplemente creo que es mi trabajo”, señalaba la actriz, que este mismo año estrenó Godzilla y Kong: El nuevo imperio y tiene pendiente de estreno la serie The Listeners, que llegará a Filmin en diciembre.