Con su ópera prima, Tres días con la familia (2009), Mar Coll se convirtió en una de las abanderadas no solo del nuevo cine español sino, lo más importante, de toda una generación de directoras que estaba a punto de eclosionar y revolucionar el panorama audiovisual de nuestro país.
Sus películas siempre se han caracterizado por intentar meter el dedo en la llaga alrededor de toda una serie de tabúes dentro de nuestra sociedad, en su mayor parte en el seno de las estructuras familiares convencionales, cómo encajar o no en ellas, cómo estar a la altura de las expectativas o escapar de las mismas. Cuestiones que se abordaban en trabajos anteriores como Todos queremos lo mejor para ella o la serie Matar al padre (Movistar Plus+).
Ahora, después de un tiempo sin ampliar su propia filmografía (la hemos visto ponerse al servicio de ficciones como No me gusta conducir o Esto no es Suecia), regresa la directora con una película que, si bien continúa escarbando en las relaciones personales, también es cierto que se encarga de hacerlo de una manera diferente y mucho más perturbadora que en sus anteriores obras.
De qué va ‘Salve María’
Su título ya es una declaración de intenciones: Salve María, sobre todo si tenemos en cuenta que no se trata precisamente de la visión de una virgen cuyo único sentido en la vida es el de dar a luz a un hijo y dedicarse por completo a él.
La protagonista se llama María (una sensacional Laura Weissmahr, que debería llevarse esta temporada buena parte de los galardones a mejor actriz), y acaba de tener un bebé pero, no siente hacia él el apego maternal que se supone que debería de profesar. Mientras su pareja, encarnada por Oriol Pla (otro de los intérpretes del año gracias a la serie Yo, adicto) continúa trabajando, ella tiene que cargar con todo el peso de los primeros meses de vida del bebé, introduciéndose en un espacio profundamente hostil en el que late tanto el miedo constante como la desesperación.
En ese sentido, la película explora buena parte de la depresión posparto sin caer en el cliché, sino configurando todo ese crisol de inseguridades que deben acarrear las mujeres en ese acontecimiento aparentemente idílico que supone convertirse en madre. Las dificultades para dar el pecho, los cursillos de lactancia, la falta de apego, la sobreprotección, la desatención de una misma y la sensación constante de que todo te sobrepasa.
María es escritora, aunque hace tiempo que ha dejado atrás su profesión para dedicarse a la crianza (algo que también la inquieta). Un día, en las noticias se topará con un suceso que generará en ella una máxima impresión, el de una mujer que ahogó a sus dos gemelos de diez meses en una bañera. A partir de ese momento, la sombra del infanticidio comenzará a planear sobre su cabeza al mismo tiempo que se obsesionará con este caso empezando a investigarlo y tomando notas para una posible próxima novela.
La maternidad como cárcel
Mar Coll, junto a su colaboradora habitual en el guion Valentina Viso, parte de la novela de Katixa Agirre titulada Las madres no (Editorial Tránsito) para componer una historia sobre el peso de la maternidad desde un punto de vista que parte de lo cotidiano para introducirnos en una espiral ‘pesadillesca’ que nos sumerge en las entrañas del thriller psicológico.
Así, Salve María, se convierte en una película profundamente incómoda que utiliza las imágenes (casi no hacen falta las palabras) para generar un caleidoscopio de sugerencias que nos conducen al abismo a través de un inteligente juego de espejos entre lo real y lo imaginado, entre la pulsión atávica y los elementos ‘metaliterarios’ que nos llevan desde la contemporaneidad a la tragedia clásica griega, pasando por toda una serie de referencia a autoras que han intentado explicar a través de sus textos lanzar una serie de miradas en torno a la mujer y la culpa que ha arrastrado a través de los tiempos, desde Sylvia Plath a Simone de Beauvoir.
Una propuesta radical y desgarradora, que se adentra por una serie de vericuetos tenebrosos de la psique que nunca sabes hacia donde te van a conducir, por lo que su visión genera un desconcierto visceral de lo más estimulante y subversivo.