Acaba de estrenar en nuestro país El llanto, la ópera prima de Pedro Martín-Calero que ganó el premio a la mejor dirección en el pasado Festival de San Sebastián. En ella comparte protagonismo junto a la española Ester Expósito y la francesa Mathilde Ollivier y entre las tres componen uno de los repartos femeninos más interesantes de la temporada.
Se trata de Malena Villa, una de las más destacas presencias de las nuevas generaciones del cine argentino y que trabaja con un director español por segunda vez, después de su experiencia en el thriller Matadero, de Santiago Fillol, junto a Julio Perillán.
Comenzó a trabajar cuando solo era una niña, con 14 años, en Puentes, de Julián Guilianelli, y poco a poco se fue integrando dentro de la escena del cine de su país de origen. En 2018 participó en El ángel, de Luis Ortega, junto a Chino Darín, lo que le proporcionó una difusión internacional, ya que la película participó en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes.
Además, a partir de 2019 comenzó una carrera musical que se ha convertido en un refugio para ella, en paralelo a la interpretación.
En El llanto interpreta a una joven que estudia en una escuela de cine en los años 90 y que tiene que hacer un trabajo de filmación. Registrará con la cámara, por casualidad, a una chica, y la comenzará a seguir, hasta el punto de espiarla y terminar convirtiéndose en su amiga. Sin embargo, a través del objetivo, descubrirá que una extraña presencia acecha a su particular objeto de obsesión.
Pregunta: ¿Cómo se involucró en el proyecto de El llanto?
Respuesta: Participé en un casting en Argentina porque estaban buscando al personaje de Camilia. Fue hace dos años. Al director y a la guionista Isabel Peña les gustó mi prueba y me mandaron el guion. Fue un sí rotundo.
P: Sin embargo, usted no es especialmente fan del cine de terror. ¿Qué fue lo que más le interesó en este caso?
R: En principio me interesa más el terror psicológico que el gore, digamos. Todo lo que tiene que ver con monstruos me saca un poco de plano, pero sí que hay películas de terror que disfruto. Lo que pasa es que, hasta el momento, los guiones dentro del género que había recibido no me habían motivado mucho y, en este caso, fue distinto, porque tiene muchos elementos que lo singularizan. Por ejemplo, que sea una historia de tres mujeres y, por supuesto, el mensaje que transmite, que tiene que ver con la violencia y el machismo estructural.
Terror feminista
P: ¿Podríamos considerarla como una metáfora sobre el patriarcado?
R: Yo, en efecto, la considero así, como una metáfora del patriarcado y de cómo los miedos femeninos van pasando de generación en generación. Es muy interesante este aspecto, porque es como un mal que llevamos las mujeres cargando a nuestras espaldas desde tiempos inmemoriales. Y también está la idea de cómo afecta la violencia, no solo a las víctimas, sino también a su entorno, de manera que esa onda se expande y se convierte en una bomba de relojería.
P: Un mal que nos atrapa y del que no se puede escapar.
R: Sí, es como que no hubiera una solución más que el apoyo entre nosotras. Porque al final siempre terminamos siendo cuestionadas. En la película ocurre un poco eso, nadie las cree cuando se sienten acosadas, y creo que es una imagen muy palpable de lo que sigue ocurriendo en la realidad. Y, en el peor de los casos, se nos tacha de locas, como si tuviéramos algún tipo de problema de salud mental.
P: En películas como La sustancia, desde el terror también se adopta una perspectiva de denuncia feminista. ¿Cree que a través de estas ficciones se están abriendo caminos hacia nuevas perspectivas de género?
R: Me parece una búsqueda muy interesante. No he visto La sustancia, pero sé que trata sobre la dictadura de la belleza y de las imposiciones sociales. En el caso de El llanto, el mensaje me pareció también muy importante y potente, porque nos pasamos la vida escuchando historias de auténtico terror que han sufrido las mujeres.
P: ¿Qué es lo que más le gusta de su personaje?
R: Sé que puede considerarse un personaje un poco controvertido, porque lo que hace está mal, eso de seguir a una chica y filmarla a escondidas. Por eso intenté añadir unas cuantas capas para que el espectador pudiera conectar con ella y no sintiera rechazo. Lo me resultó interesante de Camila es que ella es estudiante de cine en La Plata, en la Argentina de los años 90, donde el rol de la mujer en el sector era muy limitada. Yo, a lo largo de mi vida, he trabajado como actriz en más de 20 proyectos y creo que solo he sido dirigida por dos mujeres. Eso ya te da una idea. Entonces, creo que el personaje refleja bien los ‘micromachismos’ de la época, cómo ella es la única estudiante mujer de cine, de cómo todos sus compañeros la critican constantemente. Me gusta también que sea el punto de vista del espectador en la película.
P: También es muy interesante el diálogo que se establece con la tecnología, con la imagen, con los dispositivos.
R: Sí, sobre todo a la hora de reflejar los años 90, cuando no había móviles. Eso me gusta mucho, aunque también admiro el trabajo que ha hecho Ester Expósito, ya que en su parte se relaciona principalmente con las pantallas del ordenador, porque transcurre en la actualidad.
P: La tecnología puede convertirse también en una película de terror.
R: Sí, aunque yo creo que en la película ha terminado sucediendo de una manera accidental. No sé si el director había pensado en ella como una metáfora sobre lo esclavos que somos de las pantallas, pero es curioso que mucha gente haya tenido esa percepción. Yo creo que es algo que también añade valor a la propuesta.
La situación actual del cine argentino
P: Es la segunda vez que trabaja con un director español, aunque tanto la anterior película como esta se rodaron en Argentina. ¿Cómo ve ahora la situación del cine en su país?
R: Yo soy porteña, amo mi país, amo Buenos Aires. Desde que tengo nueve años me dedico al audiovisual, y nunca me había faltado trabajo. Así que es muy trágico lo que está sucediendo con esa especie de demonización de la cultura y el cine. Para mí, son herramientas para entendernos y comprendernos como sociedad, para comprender quiénes somos y a dónde vamos, así que destruir eso por completo es muy triste. Yo veo lo que pasa a mi alrededor y me dan ganas de llorar, porque no hay trabajo, se ha paralizado todo, y los pocos proyectos que se están desarrollando pertenecen a plataformas, por lo que se desatiende la búsqueda ‘autoral’, las nuevas miradas. Es lamentable esta situación y me angustia muchísimo. Esa es la realidad.
P: En el Festival de San Sebastián se produjo una convocatoria con toda la delegación del cine argentino, ¿cómo lo vivió?
R: Fue muy importante lo que sucedió, lo que hizo José Luis Rebordinos, el director del festival a la hora de visibilizar la situación y apoyar al cine argentino. Es una forma de demostrar que el mundo admira nuestra cultura, nuestra cinematografía. Fue increíble el discurso de Nahuel Pérez Biscayart y del propio Pedro Martín-Calero cuando recogió el premio al mejor director, porque esta película también se hizo en Argentina, con actores y técnicos de allá, y creo que demostramos que no tenemos nada que envidiar a las producciones internacionales.
P: ¿Cree que en esta situación actual se hubiera podido hacer El llanto?
R: No, de hecho no, no se podría. Yo tenía proyectos para octubre de este año y se han caído, porque el ente regulador del cine en Argentina, el INCAA, se ha desmantelado. Es sabido que la dirección del Gobierno ha sido desde el principio destruirlo, que no exista a través de la ‘desfinanciación’. Es lamentable.