La frecuencia con la que salen a la luz casos de abuso sexual es conflictivo y agridulce: dulce por la sensación de justicia que produce el destapar de los perpetradores, a pesar del poder que, esperaban, les hiciese inmunes a las consecuencias de sus actos; y agria por la “normalidad” que evidencia el hecho de que haya tantos sucesos de esta índole, teniendo en cuenta que, si son tantos los conocidos, los desconocidos serán aún más numerosos.
El pasado julio, Neil Gaiman fue acusado de abusos sexuales por dos mujeres que habían sido su pareja. Según los alegatos, realizados a través del podcast Master: the allegations against Neil Gaiman de Tortoise Media, el escritor obligaba a sus ahora exparejas a mantener relaciones en sexuales en las que, además, empleaba demasiada fuerza, llegando a provocarles problemas de salud.
Un mes después, dos mujeres más dieron un paso adelante y también denunciaron abusos sufridos por el autor de American Gods y Sandman. Según sus declaraciones, amenazaba a una de ellas con perder su trabajo si no le satisfacía sexualmente, y en el segundo caso, ejercía tal violencia y agresividad que la afectada decidió cortar contacto con Gaiman. Más adelante, también aportó su experiencia con el autor una quinta mujer en el podcast Am I Broken: Survivor Stories, donde alegó que el acusado abusó de su poder como escritor de éxito para mantener relaciones sexuales con ella.
Las acusaciones al famoso autor británico de fantasía inmediatamente provocaron un efecto dominó que empezó a afectar a sus numerosos proyectos en activo, que se vieron cancelados o puestos en espera. A pesar de negar todas estas acusaciones, argumentando que todas las relaciones fueron consentidas, el autor y showrunner ofreció a Amazon el desvincularse de la producción, dando paso a que otra persona se hiciese cargo para que la serie pudiese seguir adelante a pesar de la polémica. Pero claro, si la serie hubiese seguido adelante, el acusado habría seguido recibiendo beneficios, y financiar un acusado de abuso sexual sería mala publicidad.
Aunque no se rodará una tercera temporada, la productora ha optado por no decepcionar a los fans y, al menos, dar un final a la historia: terminarán con un episodio extendido de 90 minutos de duración. Volverán, por última vez, los personajes representados por David Tennant (Doctor Who, Ahsoka) y Michael Sheen (The Good Fight, Prodigal Son) para el rodaje, que tendrá lugar en Escocia a principios del próximo año.
Aunque el acusado participó en la escritura del guion de este último episodio, no estará vinculado a su producción en ninguno de sus aspectos, ya que, además, su compañía Blank Corporation también se ha desvinculado oficialmente y por completo. Queda aún en duda lo que sucederá con otra de las creaciones del autor, Sandman, una serie de Netflix en la cual estaba aún más implicado que en Good Omens, aunque no pinta nada bien para el creador.
La productora sigue buscando un nuevo guionista que termine el trabajo de Gaiman, lo cual no será tarea fácil: tendrá que compensar el arco de seis episodios en una sola producción de hora y media.